Jair Bolsonaro confesó sus perturbaciones, en una reunión de una iglesia evangélica de Brasilia. Relató que muchas veces se encerraba en el baño de la residencia oficial, el Palacio de la Alvorada, para desahogarse: “¿Cuántas veces lloro en el baño de casa?”. Con el rostro triste, compadecido de su propia situación, habló de las dificultades del cargo y se quejó de que siempre lo culpan a él por los males económicos. Victimizarse es, sin duda, una nueva variante de su aproximación a quienes lo votaron.
El presidente no ignora que hay 14 millones de familias en la pobreza extrema, cuyos ingresos no superan los 89 reales mensuales por cada miembro (1.800 pesos). De acuerdo con Maria Clara do Prado, directora de Comunicación Inteligente, “nunca las clases medias y alta del país se toparon frente a frente con una pobreza tan ostensiva”. Lo cierto es que la legión de personas pobres trepó a 70 millones, de los cuáles 20 millones cruzaron el umbral: sufren por la falta de un techo y, peor aún, de comida. Hubo un video que circuló la semana pasada donde se veía a un hombre, apenas vestido con una calza, revolver entre los grasosos residuos dejados en un camión por los carniceros. El impacto entre los brasileños fue considerable.
El WhatsApp de Bolsonaro: elogio a Pinochet, críticas a la vacuna y chistes homofóbicos
Desde luego, no es Brasil el único ejemplo de una pobreza que conmociona. Toda América Latina ha seguido el mismo derrotero. De hecho, fue la región más golpeada por la recesión que provocó la pandemia. Y todo indica que salir de esa fase será un proceso lento. Una prospección elaborada por el equipo de economistas del Banco Safra subraya: “La elevada presión inflacionaria, el riesgo energético y las incertidumbres fiscales, han perjudicado el desempeño económico”. Sostiene, también, que por cuenta de la alta inflación “especialmente en bienes esenciales como alimentos, energía y combustibles, hay un perjuicio sustantivo en el poder de compra de las familias”.
Esto explica la sensible reducción de ventas minoristas: retrocedieron 2,5% en agosto respecto de julio últimos. El comercio, directamente vinculado con los ingresos familiares, presentó un comportamiento negativo en todos los ámbitos: desde las estaciones de servicio a los grandes supermercados. La retracción alcanzó a 1,5% en el tercer trimestre del año.
Este declive tiene consecuencias directas sobre las empresas brasileñas que han decidido recortar inversiones, con el impacto que tendrá sobre el PBI de 2022. A esto se añade la desorganización de las cadenas productivas. El último documento del Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE) revela que la industria del país sufrió varias caídas sucesivas. El 6º derrumbe fue en agosto cuando retrocedió 0,7% respecto del mes anterior. Desde diciembre de 2020 la regresión es de 6%, con contornos alarmantes por cuenta del desabastecimiento de materias primas e insumos, especialmente electrónicos—y la suba del precio de la electricidad, un fenómeno que devasta al mundo.
Una prueba palpable es la producción automotriz brasileña. A contramano de los números positivos mostrados por este sector en la Argentina, la producción de autos, ómnibus y camiones experimentó una caída en Brasil 25,5% desde comienzo del año. Al punto que las salidas de vehículos de las plantas automotrices locales está 21,9% más abajo que la exhibida en la pre-pandemia.
¿EN QUIEN CONFIAR?
A todo esto ¿qué dice exactamente el último informe del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial? Afirma, por ejemplo, que la recuperación frente al choque del Covid-19 fue más rápida y sólida de lo que todos imaginaban. Señala, también, que eso se debe a la “hazaña científica y organizativa, con el desarrollo y producción en masa de vacunas eficaces”.
Claro que no queda por ahí: al porvenir le pone una nota sombría. Declara que “esta recuperación promete, sin embargo, notas de ansiedad y desafíos”. Advierte en ese sentido que una proporción depresiva elevada de la humanidad encara con desconfianza el presunto milagro pos pandémico. El FMI concuerda que el mayor temor sobre el futuro inmediato procede del surgimiento de nuevas variantes, a los que suma los choques climáticos, los ataques cibernéticos y, sobre todo, la inestabilidad política y las tensiones comerciales internacionales. Para el Fondo, hay formas de desalojar las piedras que obstaculizan el camino a la normalización: por un lado, es preciso acelerar la inmunización mundial; por el otro, obtener en Glasgow un acuerdo ambicioso y confiable.
RB CP