Lágrimas, sonrisas y alguna que otra explosión de artillería dan la bienvenida a los recién llegados en el primer tren que arriba a Jersón en ocho meses, donde las familias –divididas por la guerra y la ocupación rusa– se reúnen nuevamente el sábado en la ciudad del sur de Ucrania.
“Prometí que volvería y lo hice”, explica Anastasia Shevliuga, de 30 años, momentos después de bajar del tren y abrazar a su madre.
Para otros, el momento es más sombrío. Svitlana Dosenko lucha contra las lágrimas mientras espera reunirse con su único hijo, al que vio por última vez antes de que comenzara la guerra con Rusia, en febrero. “Es lo único que me queda”, comenta.
Para ella los últimos ocho meses fueron un cúmulo de dolor, humillación y miedo desde que los rusos se desplegaron desde la península de Crimea y ocuparon grandes franjas de la costa ucraniana del mar Negro, incluida la ciudad de Jersón.
Dos días después del comienzo de la guerra, en febrero, el marido de Svitlana murió de covid-19 debido a un corte de electricidad en el hospital donde estaba conectado a un respirador. En los meses siguientes, Svitlana vivió bajo las fuerzas de ocupación rusas, que registraban con frecuencia los departamentos y establecían puestos de control por toda la ciudad.
“Fue muy duro. Mi casa fue registrada por soldados rusos que buscaban armas”, explica. “Ahora solo pienso en ver a mi hijo y decirle que lo quiero”, añade. A pocos metros, en el andén, Ludmila Romanyuk, de 66 años, sujeta un ramo de flores y sonríe mientras espera ansiosamente la llegada de su nieta. “Sus padres en Jersón no saben que viene. Lo hemos planeado juntas”, cuenta a la AFP riendo.
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Arteria vital para el suministro de ayuda. Otros habitantes se presentaron el sábado en la estación de tren no para saludar a nadie en particular, sino simplemente para disfrutar del espectáculo de la última señal del retorno de Jersón al control ucraniano.
Para los trabajadores ferroviarios de la región, la llegada del tren del sábado es un momento de inmenso orgullo.
Más de cien operarios realizaron turnos de 12 horas bajo la lluvia helada durante la semana pasada para limpiar y reparar casi 60 kilómetros de vías junto con los equipos de desminado.
“Es emocionante. Después de enterarnos de la liberación de Jersón, recibimos la orden de reparar las 58 zonas dañadas de la línea”, precisa Denis Rustik, de 31 años, trabajador ferroviario de la cercana ciudad de Odesa.
Los trenes constituyeron durante mucho tiempo la espina dorsal industrial y económica de Ucrania y, desde el inicio de la guerra, son vitales para el país, trasladando a millones de personas que huyen del conflicto y abasteciendo a los combatientes en el frente. La reapertura de la línea a Jersón también proporcionará otra arteria de suministro crucial a la ciudad, desesperada por recibir ayuda.
Cuando los rusos se retiraron de la ciudad, hace más de una semana, destruyeron su infraestructura, dejando a Jersón sin suministro de energía ni agua ante la llegada del crudo invierno. Desde entonces, la ayuda humanitaria arriba en camiones y coches por la maltrecha carretera que la conecta con la cercana ciudad de Mykolaiv.
“Para Jersón, esto es de vital importancia porque ahora recibirá equipos y ayuda gracias al ferrocarril”, destaca Yuri Karliukin, de 53 años, un veterano con 15 años en el sistema ferroviario ucraniano.