La misión Voyager 1, a unos 25.000 millones de kilómetros de distancia, fue lanzada en 1977 con el fin de explorar el Sistema Solar y sus alrededores. En el 2004 se produjo una falla en el sistema de propulsión de la nave y cuando parecía que el tiempo la terminaría por dejar fuera de servicio, el equipo de la NASA logró reactivarla.
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Luego de que los calentadores internos dejarán de funcionar por falta de energía, el Voyager 1 presentó problemas en los propulsores de alabeo originales de la nave, piezas claves para mantener la orientación en el espacio. Así, los técnicos de la agencia espacial, en una demostración del poder de la ingeniería espacial, repararon los inconvenientes ocasionados hace 21 años.
Maniobra de último momento
A principios de 2024, la NASA detectó que los conductos de los propulsores de alabeo originales de la nave estaban bloqueados en su totalidad por la acumulación de residuos de hidracina. Esto ponía en riesgo la principal función del Voyager 1: enviar datos a la Tierra. De esta forma, se consideró que la única alternativa era recuperar los propulsores fuera de servicio.
El plan era el siguiente: lograr restaurar el interruptor a su configuración original para que los calentadores volvieran a operar y con ellos los propulsores. Sin embargo, el margen de error era mínimo y la acción debía ser casi perfecta. Si los calentadores no se activaban en el tiempo debido y los propulsores se encendían sin la temperatura adecuada, desataria una sobrepresión en el sistema.
Los ingenieros del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) enviaron las órdenes desde la Tierra, pero por la distancia, debieron esperar 23 horas para la respuesta. El 20 de marzo llegó la señal de que los calentadores funcionan, y los propulsores de alabeo se encendieron correctamente. Con la misión cumplida, la NASA mantuvo intacta la función del Voyager 1.
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“Creo que en ese momento, el equipo aceptó que los propulsores de rotación primarios no funcionaban, porque contaban con un respaldo en perfecto estado”, señaló Kareem Badaruddin, director de la misión. “Y, francamente, probablemente no creían que las Voyager fueran a seguir funcionando durante otros 20 años”.
En un principio, el Voyager 1 fue diseñado para operar cinco años, pero ya superó los 46 años de funcionamiento. Desde entonces, transmite información sobre partículas, campos magnéticos y radiación desde la heliosfera, la burbuja magnética que protege el sistema solar del medio interestelar.
Su legado, incluye las primeras imágenes detalladas de Júpiter y Saturno, el descubrimiento de nuevos anillos y lunas, y la confirmación de fenómenos en el espacio exterior. Estas intervenciones significan un premio enorme para el conocimiento científico.
BGD/EM
