INTERNACIONAL
campaña interminable

La sociedad estadounidense, harta de la disputa entre Biden y Trump

A diferencia de otras primarias, en las que durante meses se enfrentan varios candidatos, con distintos debates y temas de interés, esta vez dos candidatos ancianos repiten la campaña de cuatro años atrás, con el mismo encono personal y muy pocas ideas nuevas. Dada la avanzada edad de ambos (81 el presidente, 77 su rival), la cuestión de la salud es crítica. Todo indica que la preocupación es mayor por el presidente, que ha tenido varios tropiezos públicos.

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Gestos. Los dos han tenido confusiones públicas, pero impactan más en la imagen de Biden. | afp

Nueve meses en política es mucho tiempo, pero para una campaña presidencial en Estados Unidos es una eternidad. Y la población ya se está hartando del duelo entre Donald Trump y Joe Biden.

Si alguien tenía dudas de que la carrera hasta el 5 de noviembre sería diferente a cualquier otra, ha dejado de tenerlas el jueves. 

Primero, un devastador informe de un fiscal especial, en un caso de documentos confidenciales, resaltó la mala memoria del demócrata, de 81 años. 

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Después vino un discurso del presidente Biden que convocó a la prensa para decir: “Soy un hombre anciano y sé lo que estoy haciendo”. Y también aclaró: “Mi memoria es buena”.

Normalmente, la lucha se intensifica en el verano boreal, tras la designación oficial de los candidatos del Partido Republicano y del Demócrata.

Hartazgo. Pero estas elecciones no son la norma. Primero, porque se sabe quiénes son los candidatos casi desde el comienzo. Ni el presidente demócrata ni el magnate republicano, de 77 años, tienen rivales que les hagan realmente sombra en las primarias. 

Segundo, porque es un duelo entre el actual presidente y su predecesor, el cual además se niega a reconocer su derrota en los comicios de 2020.

Y por último, porque este ida y vuelta ya está agotando al electorado.

Una encuesta de la Universidad de Massachusetts publicada el 5 de febrero reveló que el 53% de los encuestados preferiría que Trump no fuera el candidato, y el 57% dice otro tanto de Biden. 

Y eso que ambos están convencidos de que son la mejor opción y es poco probable que se retiren, salvo por causas mayores, como de salud.

Y aquí entra de nuevo en juego la edad de los candidatos. Todas las encuestas muestran que en este tema los votantes están más preocupados por Biden que por Trump. Las confusiones del demócrata se miran con lupa, mientras que las de su oponente se pasan más por alto.

En un artículo publicado este fin de semana en el New York Times, la corresponsal que acompaña las campañas, Rebeca Davis O’Brien, recuerda que ambos candidatos han tenido “metidas de pata” y confusiones, que sin embargo parecen afectar más la imagen del presidente.

Donald J. Trump elogió al primer ministro de Hungría, Viktor Orban, por su liderazgo en Turquía y confundió a su rival en la interna republicana, Nikki Haley, con la legisladora demócrata Nancy Pelosi. Biden nombró a exlíderes europeos fallecidos al describir a sus pares contemporáneos y se refirió a Egipto como México.

Los episodios podrían haber generado preocupaciones paralelas sobre la edad y la agudeza mental. En cambio, mientras Biden, de 81 años, se ha visto cada vez más perseguido por las dudas y preocupaciones de los votantes sobre su avanzada edad, Trump, de 77 años, no ha sentido el mismo revés político.

Para O’Brien, hay diferencias en lo que sus partidarios esperan de cada candidato. En una encuesta realizada en seis estados en disputa, una abrumadora mayoría de votantes dijo que tenía serias preocupaciones sobre la edad de Biden, y el 70 por ciento dijo que es demasiado mayor para ser presidente. Menos de la mitad de los votantes han expresado recelos similares sobre Trump.

El problema no es solo cognitivo, sino también de apariencia física. La voz de Biden se ha vuelto más suave y ronca, su cabello más fino y más blanco. Es alto y delgado, pero se mueve con más cautela que cuando era candidato, y a menudo mantiene rígida la parte superior del cuerpo, lo que aumenta la impresión de fragilidad. Y se ha dado golpes en público: se cayó de una bicicleta y se tropezó con un saco de arena. 

Trump, por el contrario, no parece estar sufriendo los efectos del tiempo de manera tan visible. Se tiñe el cabello y luce un bronceado artificial. Es alto y corpulento, y utiliza su físico para proyectar fuerza frente a la multitud. Cuando sube al escenario en los mítines, disfruta de la adulación durante varios minutos, baila una canción de apertura y luego pronuncia discursos repletos de retórica machista y grandilocuencia que normalmente duran más de una hora, una demostración de resistencia.

Biden “debe demostrar a los votantes que tiene la fuerza y las capacidades cognitivas necesarias, y la única manera sería ponerse en situaciones espontáneas, en las que lo vean reflexionar y responder preguntas en tiempo real”, opina Robert Rowland, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Kansas. 

El problema es que suele cometer los errores cuando improvisa. Sobre todo se confunde con los nombres de líderes extranjeros, o tartamudea. 

Por el contrario, si se protege, por ejemplo negándose a conceder la tradicional entrevista del domingo anterior al Super Bowl, la final del campeonato de fútbol americano, esto alimenta las sospechas.

Sus seguidores confían, no obstante, en que el tiempo juegue a su favor. Creen que para noviembre los estadounidenses comprenderán mejor la buena salud económica y la “pesadilla” que sería un nuevo mandato de Trump, según la palabra que suele usar el presidente.

Calendario judicial. El profesor Rowland lo compara con la campaña de reelección de Ronald Reagan en 1984, que comenzó mal. Pero el exactor, que también era un anciano en ese momento, logró atribuirse el mérito de una buena situación económica y ser reelegido. Excepto que “Reagan tenía un don para resucitar el sueño americano que Biden no tiene”, advierte. 

Quien dice campaña interminable también dice buscar relevos para repartir el esfuerzo.

Del lado demócrata, Biden puede movilizar a la próxima generación, como algunos gobernadores dinámicos como Gavin Newsom o Gretchen Whitmer, e incluso a Barack Obama, con un carisma innegable. Trump confiará probablemente en sí mismo y su mensaje.

El republicano se presenta como un hombre providencial, el único capaz de salvar a Estados Unidos de la “decadencia” y de proteger a la clase trabajadora contra los enemigos que él mismo designa, es decir, los migrantes y las “élites”.

En su contra tiene el calendario judicial, con varios procesos abiertos, incluidos cuatro penales.

Si alguno de estos procesos resulta en una condena, las cosas podrían cambiar.

Una encuesta reciente divulgada por la NBC sitúa al republicano por delante de Biden en intención de voto (el 47% frente al 42%). Pero a la pregunta de por quién votarían si Trump fuera condenado, el resultado es el inverso: el 45% por el actual presidente, el 43% por su predecesor.