Esta historia comienza el 10 de junio, el día en que Gran Hermano se tomó vacaciones. Desde entonces hasta hoy las Venezuelas se llenaron de humedad, incertidumbre y rumores: el hombre que durante doce años habló tres o cuatro veces a la semana por cadena nacional hizo silencio.
Lo de Venezuelas no es un error de imprenta: hay dos Caracas y dos países. Caracas, la ciudad de los embotellamientos (las colas, le dicen aquí), donde puede llenarse el tanque de nafta con cincuenta centavos de dólar, es dos ciudades con fronteras claras; el municipio de Libertador (el centro de la ciudad) es chavista, los otros cuatro (El Hatillo, Baruta, Chacao y Sucre) antichavistas.
La línea que los divide no es imaginaria; en el centro el Caracas Hilton se llama ahora Caracas Alba, y las paredes están repletas de murales de realismo socialista: puños en alto, venceremos, Chávez con niños y ancianos, Chávez mirando al cielo, Bolívar y Chávez, rostros anónimos, tensos y morenos.
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