Mario Luis Santoro era un paramédico rosarino de 28 años, cuya familia estaba radicada en Nueva York. Él trabajaba en el Hospital Presbiteriano de la ciudad, estaba casado con Leonor y tenía una hija de dos años, llamada Sofía. Era un técnico aficionado de basquetbol en la parroquia de su barrio, en Manhattan y adoraba la buena mesa.
El 11 de septiembre de 2001 disfrutaba de su día franco pero empujado por su vocación de servicio, eligió ir a ayudar a los sobrevivientes de la tragedia. Junto con su compañero de trabajo Keith Farbein, estuvo entre los primeros socorristas en llegar al World Trade Center. Sin embargo, nunca regresó a su casa, donde lo aguardaban sus padres Alberto y María Rosa. Su cuerpo fue hallado el 27 de diciembre de 2001.
“Nacieron en el mismo año, mi hijo y las torres, en 1973. Y lamentablemente, en el mismo año y en el mismo acto murieron los dos”, consideró Alberto, años después de la muerte de su hijo. En Facebook, la familia y sus amigos crearon una página llamada Memorial de Mario Santoro.
El 18 de junio su padre escribió: “Hola, hijo, mañana es el Día del Padre, por ello te recordamos como el gran padre que fuiste, y que estamos seguros, desde donde estés, lo seguís siendo. Un beso de mamá y papá”.
Lea la nota completa en la edición impresa del diario PERFIL.