Lobbysta financiera, espía de los servicios secretos vaticanos, miembro del Opus Dei o simple trepadora. En la prensa italiana corren mil y una versiones sobre Francesca Immacolata Chaouqui, la joven laica italiana de 32 años que fue detenida esta semana tras ser acusada –y luego puesta en libertad por su disposición a colaborar con la Justicia– de haber filtrado documentos reservados sobre manejos turbios en las finanzas vaticanas e incluso grabaciones de conversaciones entre Francisco y sus colaboradores (ver nota principal). Es poco lo que se sabe de ella a ciencia cierta, excepto una cosa: en 2013, fue el propio Papa quien aprobó su designación. Ahora, ante la evidencia de que Chaouqui se convirtió en un problema, habilitó su arresto.
En julio de aquel año, el monseñor español Lucio Angel Vallejo Balda –el otro personaje acusado por las recientes filtraciones– logró convencer al Pontífice de que incorporara a Chaouqui, una hábil relacionista pública de la firma Ernst&Young con llegada a círculos empresariales y políticos, en la comisión ad hoc para encarar una reforma económica y administrativa de la Santa Sede. Ya en aquel momento, la designación de Chaouqui despertó suspicacias: en su cuenta de Twitter podían leerse filosos comentarios sobre jerarcas de la Iglesia Católica inapropiados para una asesora papal.
En marzo de 2014, la suerte cambió para la extraña dupla Vallejo-Chaouqui: al instituir la Secretaría para la Economía, Francisco dejó fuera del reparto de poder a ambos y, en cambio, privilegió la influencia del cardenal australiano George Pell, a quien, según la prensa vaticana, el misterioso dúo identificó como su principal enemigo interno.
Un mes después, Chaouqui tuvo su tropiezo definitivo: junto a Vallejo, organizó una recepción VIP para 150 invitados en la terraza de la Prefectura para los Asuntos Económicos, con motivo de la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII, sin que el superior directo de Vallejo Balda lo supiera. El ágape costó 18 mil euros. “No he traicionado al Papa”, dijo Chaouqui a los fiscales. Pero, al parecer, Francisco la prefiere lejos.