El Parlamento británico votan por tercera vez este viernes, el día en que Reino Unido debía abandonar la Unión Europea, sobre el acuerdo de Brexit negociado por la primera ministra Theresa May quien, paradójicamente, tendrá que dimitir si logra imponerlo. La premier mantuvo en los últimos días intensos contactos con los rebeldes euroescépticos de su Partido Conservador.
Descontentos con la forma en que negoció durante dos años con Bruselas, a quien consideran que hizo demasiadas concesiones, muchos de ellos pedían que abandonara las riendas de la formación, del gobierno y de la negociación del Brexit. Para convencerlos de que apoyen el que ella defiende como "el mejor acuerdo posible" pero que ya rechazaron estrepitosamente dos veces, May prometió que dejará el cargo en cuanto logre su aprobación.
El tiempo apremia: tras aceptar un corto aplazamiento en la fecha de salida, inicialmente prevista para el 29 de marzo, la UE advirtió que si Londres no adopta el acuerdo esta semana deberá presentar un plan alternativo antes del 12 de abril. Esto podría desembocar en un Brexit suave -que mantenga a Reino Unido dentro de la unión aduanera europea- o en un segundo referéndum -potencialmente fatal para el proceso- y muchos euroescépticos no están dispuestos a arriesgarse.
"Creo que hemos llegado al punto en que es mejor marcharse legalmente que no marcharse en absoluto. La mitad de una barra de pan es mejor que ningún pan", reconoció el miércoles el diputado conservador Jacob Rees-Mogg, jefe de filas del principal grupo euroescéptico.
Y la partida de May puede ser el empujoncito que les faltaba. El exministro de Relaciones Exteriores "Boris Johnson tiene toda la razón al decir que el riesgo palpable de perder el Brexit, sumado a la posibilidad de un cambio en la próxima fase (de negociación) significa que no tenemos otra opción que votar a favor", tuiteó el diputado conservador Conor Burns.
May no tuvo sin embargo tanta suerte con el partido unionista norirlandés DUP, de cuyos 10 diputados depende su mayoría parlamentaria. Opuestos a la denominada "salvaguarda irlandesa", al punto más conflictivo del acuerdo, ya anunciaron que volverán a rechazarlo. A mediados de enero lo tumbaron por una muy amplia mayoría -432 votos contra 202-, tras lo cual May emprendió a una renegociación con Bruselas. Pero el resultado fue a penas mejor y el 12 de marzo volvió a ser rechazado por 391 votos contra 242.
¿La tercera es la vencida?
Muchos diputados pueden asimismo rechazar el texto para protestar contra la decisión del gobierno de someter el Tratado de Retirada sin la declaración política que debe acompañarlo como estrategia para sortear la prohibición de presentar exactamente lo mismo que la última vez. El acuerdo con el que May espera poner fin a 46 años de integración británica en la UE, durante los cuales se acusó a veces al país de no implicarse suficientemente en el proyecto europeo, es un proyecto de 585 páginas, 185 artículos y 3 protocolos.
Incluye, entre otras cuestiones, los derechos de los ciudadanos europeos en Reino Unido y viceversa, la factura de 39.000 millones de libras que Londres debe pagar y la controvertida "salvaguarda" para evitar reinstaurar una frontera dura en la isla de Irlanda que ponga en peligro en frágil acuerdo de paz del Viernes Santo de 1998. Prevé también un periodo de transición, hasta finales de 2020 pero ampliable un máximo de dos años, para que empresas y administraciones tengan tiempo de realizar las adaptaciones necesarias. Y para que Londres y Bruselas puedan negociar los términos de su futura relación en materia de comercio, política exterior o cooperación policial.
La Cámara de los Comunes está muy dividida entre euroescépticos y proeuropeos, tanto de izquierdas como de derechas, pero todos están descontentos con el texto, cerrado en noviembre con la UE al término de año y medio de arduas negociaciones. Los primeros consideran que hace concesiones inaceptables a Bruselas. Los segundos ven en él condiciones peores a las que tiene actualmente Reino Unido como miembro del bloque.
Voto a favor del Brexit
En un referéndum celebrado el 23 de junio de 2016, el 52% de los británicos votó a favor de salir de la Unión Europea. Esto provocó la dimisión del primer ministro conservador David Cameron. En la pugna por remplazarlo, el exalcalde de Londres Boris Johnson, partidario del Brexit, se retiró en el último momento y la ministra del Interior Theresa May se convirtió en primera ministra el 11 de julio.
Comienza la retirada. El 29 de marzo de 2017 el gobierno británico activó con una carta a Bruselas el Artículo 50 del Tratado de la UE que rige la retirada voluntaria de un país miembro. Se inició así el plazo de dos años que debía desembocar en la salida británica el 29 de marzo de 2019.
May pierde la mayoría. May adelantó las elecciones al 8 de junio en un intento de fortalecer su posición, pero perdió la mayoría absoluta y tuvo que negociar el apoyo de los diez diputados del partido unionista norirlandés DUP para poder gobernar.
La cuestión irlandesa se convirtió en el principal escollo en las negociaciones: Londres y Bruselas quieren que la frontera entre Irlanda y la provincia británica de Irlanda del Norte siga abierta, pero eso encaja mal con la oposición del DUP a que los norirlandeses tengan un trato diferente al resto de británicos.
Acuerdo con los 27
El 8 de diciembre de 2017, tras negociaciones maratonianas, Londres y Bruselas anunciaron haber acordado algunos términos claves de la separación, que incluían la factura de 39.000 millones de libras que Reino Unido deberá pagar.
Fueron necesarias muchas más negociaciones hasta que el 13 de noviembre de 2018, dijeron haber llegado a un "proyecto de acuerdo" de divorcio. Tras superar una amenaza de veto planteada a última hora por España respecto a las relaciones con Gibraltar, el 25 de noviembre Reino Unido y los 27 sellaron el Acuerdo de Retirada y una declaración política sobre la futura relación.
Votación aplazada
La Cámara de los Comunes debía ratificar o rechazar ambos textos en una votación el 11 de diciembre. Pero ante la evidencia de que se encaminaba al fracaso, May anunció el 10 de diciembre que aplazaba la sesión y pediría más "garantías" a la UE. El 12 de diciembre, una cincuentena de rebeldes entre los 317 diputados del Partido Conservador de May lanzaron una moción de censura para arrebatarle el poder, pero fracasaron.
Primer rechazo del acuerdo
El debate se reanudó tras el receso de fin de año y el 15 de enero, ante la falta de cambios sustanciales, el acuerdo fue estrepitosamente rechazado por el Parlamento: 432 diputados votaron en contra y solo 202 a favor. El líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, presentó una moción de censura contra el gobierno, que fue rechazada al día siguiente por una estrecha mayoría.
Segundo rechazo y prórroga
El 21 de enero, May presentó una nueva propuesta consistente en modificar la parte del acuerdo relativa a la frontera norirlandesa, su punto más conflicto, e intentar obtener la aprobación de la UE, pese a las reticencias de Bruselas a reabrir la negociación. Pese a las garantías sobre la salvaguarda irlandesa negociadas con la UE, el Parlamento británico rechazó el 12 de marzo esta "versión mejorada" del acuerdo.
En los días siguientes, los diputados votaron contra la posibilidad de un Brexit sin acuerdo y a favor de pedir una prórroga a la UE. El Consejo Europeo aceptó aplazar la salida hasta el 22 de mayo si Reino Unido aprueba el Tratado de Retirada esta semana. De lo contrario, Londres deberá presentar una propuesta alternativa antes del 12 de abril.
Promesa de dimisión y tercer voto
El 27 de marzo, mientras el Parlamento debatía las posibles alternativas al acuerdo de May, esta reunió a sus diputados y les prometió dimitir en cuanto lograse la aprobación del texto. Al día siguiente, el gobierno anunciaba que volvería a someter el Tratado de Retirada a la Cámara de los Comunes el 29 de marzo, aunque sin la declaración política lo acompaña.
D.S.