"La gran mayoría del Partido Republicano que se ha quedado mucho tiempo en silencio absoluto sobre las infracciones del presidente se está empezando a unir a la oposición", señala Michael Werz con cierto optimismo de cara al futuro de Estados Unidos más allá de lo que hoy dicten las urnas. Miembro del Center for American Progress, donde se ha especializado en temas que hacen a la seguridad y la migración en las democracias emergentes como Brasil, México y Turquía, Wer fue también profesor de políticas públicas en el Centro Internacional Woodrow Wilson para Académicos en Washington DC. Actualmente, dicta clases en la Universidad de Georgetown y ha publicado numerosos artículos y libros sobre minorías en Europa y Estados Unidos, conflictos étnicos y antiamericanismo.
Entrevistado por Perfil junto a otros medios argentinos invitados por la Amcham a Washington como parte de un programa de jovenes líderes, Werz asegura que es viraje en una parte del partido de gobierno crea una situación cualitativamente nueva "porque nosotros no somos como las democracias de algunas naciones de Europa o Latinoamérica donde si el 10, 15 o 20 por ciento de la población se vuelve loco, crea un partido de extrema izquierda o derecha pero se queda en el Parlamento y no manejan el país. Aquí estamos limitados a los partidos en un sistema que está basado en la búsqueda de consensos y todo eso terminó con el nuevo gobierno".
—¿Trump es el culpable?
—Trump no es solo un actor que movió la narrativa del Partido Republicano a la derecha sino que él también es un resultado de una dinámica política de la derecha de Estados Unidos a lo largo de medio siglo.
—Muchos señalaban a Hillary Clinton en 2016 como una candidata controvertida. A la distancia, ¿consideran que fue la postulante ideal?
—Todo el mundo sabía que no era una candidata perfecta pero todos también sabían que iba a ser ella la candidata si quería serlo por nombre, por su capacidad de buscar fondos y también por la red política que había construido durante años en el Partido Demócrata y en el sistema político. Para Hillary Clinton, su debilidad más grande fue la falta de autenticidad.
—¿A qué se refiere?
—Hillary es producto de cuarenta años en el ámbito político con todos los escándalos de su esposo y con ataques constantes desde que su marido llegó a la presidencia. Desde entonces, ella adquirió tantas capas protectoras que se le hizo muy difícil interactuar con la gente. Cuando uno la ve en círculos pequeños, se la nota distinto a lo que uno ve ante los medios o las grandes audiencias. Y encima la pusimos en una situación imposible frente al sexismo escandaloso de Donald Trump.
—¿Son estas las elecciones más relevantes de los últimos tiempos en EEUU?
—Sí, yo creo que son las elecciones más importantes desde la Segunda Guerra Mundial porque se dañaron tantas normas que pensábamos intocables, que si después de tanto el pueblo estadounidense no marca un límite, habrá implicaciones muy graves. Sobre todo para la capacidad demócrata para movilizar en 2020. Y aún más, como antecedente en el futuro si tiene éxito esta campaña de miedo y resentimiento que encabeza Donald Trump porque esto significará que no es el Partido Republicano sino el partido de Donald Trump.
—Después de haber perdido en 2016, ¿cambió la estrategia demócrata en esta elección para ganarle a esa misma campaña del miedo y resentimiento?
—Sí, la estrategia cambió pero como todo político que quiere formar parte de la narrativa tradicional, que quiere seguir formando parte de la ilustración, no se puede competir con ese tipo de campaña con igual tenor. Para los demócratas, ha sido un aprendizaje. Sobre todas la cosas, de no crear la ilusión de que se puede manejar un mensaje centralizado.
—¿Cuál es la dificultad más grande para el Partido Demócrata?
—El problema de los demócratas es que la colección social que comprenden es tan compleja e heterogénea que es imposible de manejar con un solo eslogan. A la distancia se advierte que la retórica de Obama, Change (Cambio), fue bastante apolítica al punto que muchos republicanos votaron por él. Hoy se dio más énfasis a la colaboración con aquellas personas que trabajan en los distintos distritos para dejarse guiar por quienes están al frente de cada una de esas peleas. Lo que se debe comprender es que Estados Unidos no es un país, es un continente, con 50 estados, 50 leyes electorales y solo en Florida se deben manejar tres campañas: una para los sectores latinos, otra para los conservadores y luego el norte, que se parece más a Georgia que al resto del estado. Y eso debe multiplicarse por los grupos sociales que integran el partido: blancos educados, hispanos, afroamericanos, la complejidad es tremenda. En contrapartida, movilizar miedos es la forma más fácil. Si no basta con mirar lo que ocurrió en Brasil.
—¿Acaso no es una estrategia habitual en Estados Unidos el uso del miedo?
—La campaña de Bush padre fue una de esperanza, de acabar con la Guerra Fría. La de Barack Obama, también. Pero creo que muchas veces el miedo es más poderoso. Lo que me preocupa es que vemos casi un 4 por ciento de crecimiento económico, el desempleo se ubica en un mínimo, el país está estable y con una prosperidad tremenda y más estadounidenses se mueren en la cinta de correr que por el terrorismo internacional y todavía así, persistimos en una dinámica de elecciones muy competitivas y polarizadas.
—Si va tan bien la economía de Trump, ¿por qué los demócratas podrían ganar la Cámara de Representantes?
—Creo que el gran movilizador es el presidente Trump, no solo por la forma cómo maneja su política sino por el miedo que despierta en el país de los inmigrantes, uno de los países más liberales del mundo. Trump ha dañado la fábrica social de este país. Y eso provoca que muchos se despierten nerviosos cada mañana.
—¿Puede empezar a forjarse el liderazgo demócrata que recupere el poder en 2020 a partir de lo que ocurra hoy?
—Los demócratas no dan por perdido ningún distrito en este país, por primera vez. Ese es un cambio importante. Además, los millenials que apoyaron en gran medida a Obama y que luego formaron parte del respaldo a Bernie Sander (en 2016) continuaron una tradición de activismo, a veces con más éxito que otras, pero con intentos de movilización. Y en esta elección también hay una participación importante de las mujeres, muchas involucrándose en la política por primera vez, y eso genera una expectativa también que esa dinámica que en buena parte ocurre por fuera de las estructuras demócratas, contribuya en esta elección.
C. P.