La elección del hotel para la velada electoral que realizó ayer el Partido Republicano de Nevada abonó todos los lugares comunes sobre el Viejo Gran Partido (GOP, por sus siglas en inglés). El South Point es un hotel monumental con una entrada que hace sentir al visitante como un habitante de liliput en tierras de gigantes. En las salas de juego se puede ver la mayor concentración de botas y sombreros tejanos de la zona. El hotel tiene incluso una sala de rodeo cubierta y la entrada a la sala de convenciones muestra una pared cubierta de monturas y un rifle con encajes dorados. A su lado, una estatua desproporcionadamente grande de un vaquero que, esa noche, llevaba en su apero la imagen de la candidata republicana local.
Las caras eran largas y el único que parecía entusiasmado era John, un joven que llevaba bastantes cervezas encima, una bandera y una pancarta improvisada que decía “Amo a Jesús, a mi mujercita, a mis armas y a mi libertad; voto rojo (el color que identifica al GOP)”. ¿Qué opina él de Trump y de los resultados?: “Cuando salgo de mi casa sólo veo construcciones, América está en pleno boom; también veo que tenemos un presidente que hace lo que un hombre debe y envía los M1 Abraham, creo que la reelección está garantizada y eso es lo importante”. Como evidencia, aporta una imagen de su teléfono. Un video de Instagram donde se muestra a los tanques M1 que envió Donald Trump a la frontera. “Él es el hombre”, insiste.
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A pesar del entusiasmo de John, la mayoría, eran caras largas ante la perspectiva, luego confirmada, de que a Nevada había llegado la ola azul -el color de los demócratas- que permitió alcanzar una mayoría opositora en la Cámara de Representantes. La demócrata Jacky Rosen, bautizada por Trump como “Wacky Rose”, se quedó con la banca del senado y desplazó de ese cargo al republicano Dean Heller. Y el comisionado de Las Vegas Steve Sisolak alcanzó la gobernación como el primer demócrata que obtiene este cargo en 20 años. La mayoría de los que fueron ayer al South Point se retiraron antes de que se conocieran los resultados que igualmente anticiparon todos los medios locales a partir de encuestas a boca de urna.
Escenas similares se vivieron a lo largo de todo el país. Pero lo que ocurrió ayer está lejos de ser una derrota definitiva para el presidente Donald Trump o un camino despejado para que el partido demócrata pueda recuperar la presidencia e impedir la reelección de la ex estrella de la TV Realidad. Por un lado, los Republicanos mostraron un fuerte desempeño en el Senado y lograron arrebatar incluso algunas bancas azules. El senado es quien decide si se acepta una acusación contra el presidente por el sistema de impeachment, un dato clave para el mandatario que está siendo investigado por los nexos de su campaña con el gobierno ruso. El Presidente ayer habló de una “enorme victoria” y apuntó a errores locales ante las principales derrotas rojas. En particular, culpó a varios candidatos de no haber aceptado su apoyo. A Mia Love, candidata en Utah, le dijo que perdió por no haberle dado “amor”.
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Sin embargo, el dato más importante para los republicanos puede no estar ni en las victorias en el senado ni en la correlación que existió entre la presencia de Trump y las victorias republicanas. La falta de un claro liderazgo demócrata y las derrotas de algunas de las figuras que podían emerger como “presidenciables” aparece como uno de los datos más firmes en favor de una reelección del hombre que impulsa la consigna “América Primero”. Beto O'Rourke perdió en la pelea por el senador de Texas con Ted Cruz y Stacy Abraham sufrió una derrota en el la contienda por la gobernación de Georgia.
Eran las dos figuras que podrían dar la sorpresa y convertirse en “presidenciables” a partir de una victoria inesperada, como la que llevó al propio Trump a la presidencia. Para llegar a la primera magistratura hay que conseguir la mayoría de los votos en el colegio electoral, no la mayoría de los sufragios totales. Por eso se necesita una figura que logre revertir el resultado previsto en estados clave, como lo hizo el actual presidente en los estados del "cinturón de óxido", que ayer volvieron a ser mayoritariamente demócratas. La figura central de la campaña demócrata fue Barack Obama, muestra de que aún falta una figura nueva que pueda liderar el camino a una Casa Blanca teñida otra vez de azul.