La intervención de Juan Pablo II, gracias a la habilidad diplomática y la infinita paciencia del cardenal Antonio Samoré, evitó lo que hubiera sido una guerra tan absurda como cruenta entre la Argentina y Chile. Pero también es cierto que los esfuerzos del papa polaco no incidieron en las decisiones de Washington y Bagdad cuando la guerra de Irak. Ambos gobiernos desoyeron a los eminentes emisarios vaticanos.
¿Sucede algo similar con la iniciativa de Francisco de rezar juntos por la paz con el presidente israelí, Shimon Peres, y el titular de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas? Su audaz viaje a Tierra Santa, ante el fracaso de toda posible negociación, ¿se demuestra como una iniciativa apresurada? En realidad, en el largo y complejo conflicto de Medio Oriente las tratativas siempre estuvieron al borde del precipicio, cuando no venidas abajo. En todo caso, la decisión papal quería poner en evidencia la necesidad de que las tradiciones religiosas se enrolaran en la defensa de la paz y nunca en la justificación de la violencia. Además, Bergoglio quería poner de manifiesto su clara vocación interreligiosa en el diálogo con el judaísmo y con el Islam (por eso invitó a que lo acompañaran dos amigos de su patria, el rabino Abraham Skorka y el dirigente musulmán Omar Abboud). Al mismo tiempo, pretendía rendir homenaje al histórico encuentro entre su predecesor Pablo VI y el patriarca Athenágoras de Constantinopla, en un gesto para estimular el ecumenismo. Y su interés por la minoría católica fue de la mano de su preocupación por los refugiados.
Pensar que cuando no se alcanza lo que se pide al rezar relega el valor de la oración va en contra de toda la historia religiosa. La oración no se justifica por sus resultados ni se confunde con la tarea política o con la diplomacia, sino que alienta los esfuerzos humanos desde una dimensión diferente. Tampoco pontífices como Benedicto XV y Pío XII vieron el triunfo de sus peticiones y sus acciones en favor de la paz. Hoy, sin embargo, la historia reconoce que la terquedad de los hombres costó millones de vidas humanas y obligó a volver a las negociaciones como único camino sensato para afrontar los conflictos.
*Director de la revista Criterio.