Luiz Inácio Lula da Silva asume mañana por tercera vez la presidencia de Brasil, ante cientos de miles de seguidores y numerosos jefes de Estado extranjeros, y en medio de una seguridad reforzada tras un frustrado atentado con bomba en el aeropuerto de Brasilia.
El evento, que espera reunir a unas 300 mil personas en la habitualmente tranquila capital brasileña, combina protocolos institucionales y una celebración popular animada por espectáculos musicales.
Lula será oficialmente proclamado presidente junto a su vicepresidente, Geraldo Alckmin, en una ceremonia en el Congreso. Pero el momento más esperado por sus seguidores será cuando el veterano político, de 77 años, que dice que dirigirá el país con “la energía de un hombre de 30 y las ganas de uno de 20”, suba la rampa de acceso al Palacio del Planalto, sede presidencial y joya del arquitecto Oscar Niemeyer.
Alrededor de todos los eventos habrá un riguroso aparato de seguridad, tras los recientes disturbios en Brasilia y el intento de ataque con explosivo protagonizados por simpatizantes del presidente saliente, el ultraderechista Jair Bolsonaro, insatisfechos con el resultado del ballottage del 30 de octubre.
Brasilia movilizará “el 100%” de su policía para la asunción de Lula, lo que podría involucrar el despliegue de hasta 8 mil agentes, anunciaron sus autoridades.
Solo la Policía Federal empleará más de mil funcionarios en tareas de “inteligencia y seguridad”, el mayor contingente hasta ahora en una investidura, según informó esta fuerza. La Justicia suspendió temporalmente en el Distrito Federal la portación de armas para algunas categorías de civiles, como medida extra de seguridad.
Bolsonaro, ausente. En la rampa del Planalto, Lula recibirá la banda presidencial, una cinta de seda verde y amarilla bordada en oro y diamantes. Normalmente, el nuevo jefe de Estado la recibe de manos de su predecesor. Pero Bolsonaro tiene previsto ausentarse de la ceremonia, y recibirá el año nuevo en Florida, Estados Unidos. Tras su derrota en octubre, el mandatario autorizó el inicio de la transición gubernamental pero no reconoció públicamente el triunfo de Lula por 50,9% a 49,1% de los votos. Y ha permanecido mayormente en silencio, recluido en la residencia oficial de la Alvorada.
Otra pieza faltante del rompecabezas es si el día de la investidura Lula desfilará ante el público en un auto de época descapotable, como es tradición, o en un vehículo cerrado y blindado, debido a las preocupaciones por su seguridad, pero también por las insistentes lluvias. La decisión se tomará “en el momento adecuado”, dijo Flávio Dino, próximo ministro de Seguridad.
Los preparativos para la toma de posesión se vieron sacudidos esta semana, luego de que las autoridades detuvieron y acusaron de terrorismo a un hombre por colocar un explosivo cerca del aeropuerto de Brasilia la víspera de Navidad. El sospechoso, junto con otros bolsonaristas, planeaba colocar explosivos en lugares estratégicos con el objetivo de “causar caos” y provocar así la intervención de las Fuerzas Armadas, según declaró a la policía.
Tras la elección, bolsonaristas acamparon ante cuarteles del ejército en varias ciudades reclamando una intervención para impedir la asunción de Lula. El 12 de diciembre, algunos de ellos incendiaron vehículos y protagonizaron choques con la policía en Brasilia.
Pero el campamento ante el cuartel en Brasilia “está siendo desactivado”, dijo Dino, garantizando una ceremonia “segura” e invitando a participar a los brasileños, que ya ultiman planes para llegar en avión, auto, camión y hasta haciendo autostop.
Fiesta multitudinaria. Al menos 53 delegaciones extranjeras de alto nivel, incluyendo 17 jefes de Estado y de gobierno, estarán presentes en la ceremonia de asunción, la mayor presencia internacional en la historia, según los organizadores.
Entre ellos estarán los mandatarios de Argentina, Alberto Fernández; Chile, Gabriel Boric; Colombia, Gustavo Petro; Paraguay, Mario Abdo Benítez, y Uruguay, Luis Lacalle Pou, además del rey de España, Felipe VI.
El presidente estadounidense, Joe Biden, que en 2015 asistió como vicepresidente a la asunción de Dilma Rousseff, enviará a su secretaria de Interior, Deb Haaland, una mujer indígena crítica de Bolsonaro.
El público se aglutinará principalmente en la Explanada de los Ministerios, una enorme avenida, usualmente desierta y rodeada por los edificios gubernamentales y el Congreso.
Allí se erguirán dos gigantescos escenarios decorados con los colores de la bandera de Brasil, donde actuarán más de sesenta artistas en una treintena de conciertos.
“Tendremos una gran fiesta popular”, prometió la futura primera dama, Rosángela da Silva, conocida como “Janja”, que organiza al detalle este Festival del Futuro, ya rebautizado en las redes como Lulapalooza, en alusión al conocido festival internacional Lollapalooza.
Los números musicales incluyen estrellas pop como la drag queen Pabllo Vittar, leyendas de la samba como Martinho da Vila y la cantante indígena Kaê Guajajara.
Jair Bolsonaro lloró y se fue a Miami
Agencias
Jair Bolsonaro partió ayer hacia Estados Unidos, dos días antes de concluir su mandato y evitando así tener que entregarle la banda presidencial a su sucesor, Luiz Inácio Lula da Silva.
Tras despedirse de sus seguidores en una transmisión en vivo por sus redes sociales, en la que se le quebró la voz, agradeció a los “patriotas” que aún rechazan su derrota, pero no les avisó que estaba dejando el país. Bolsonaro se embarcó rumbo a Florida en un avión de la fuerza aérea. “Estoy en vuelo, vuelvo pronto”, anunció a la prensa.
“El mundo no se acabará el primero de enero. Tenemos un gran futuro por delante. Se pierden batallas, pero no perderemos guerras”, afirmó el mandatario en su transmisión por las redes, que tuvo más de 500 mil vistas. La Secretaría General de la Presidencia autorizó el traslado al exterior de una comitiva de funcionarios para dar “seguridad y apoyo personal al futuro expresidente de la República, Jair Messias Bolsonaro” en un viaje internacional a “Miami, Estados Unidos, a realizarse del 1° al 30 de enero de 2023”, según consta en el diario oficial de ayer.
Sería la primera vez desde 1985 que un presidente saliente decide no entregar la banda presidencial a su sucesor. Ese año, el último presidente de la dictadura militar, el general João Figueiredo, se rehusó a participar en la ceremonia de investidura de José Sarney, quien recibió la banda de parte de un funcionario del Planalto, según los reportes de la época del periódico O Globo.