En un discurso carente de anuncios concretos sobre cómo resolver los problemas económicos y políticos que afronta el país, Nicolás Maduro asumió ayer como nuevo presidente de Venezuela y ofreció, por primera vez desde el inicio del proceso electoral, dialogar con su rival Henrique Capriles, quien ha retado su victoria.
En una ceremonia en la Asamblea Nacional suspendida momentáneamente por la irrupción de un desconocido cuando Maduro comenzaba su discurso y mientras en la calle sonaban cacerolas y cohetes, el nuevo mandatario dijo que iba profundizar la “revolución” y corregir ineficiencias y corruptelas que plagan las llamadas “misiones” o programas de subsidios sociales en el país.
El acto se celebró mientras aún está pendiente una auditoría electoral solicitada por la oposición, que confía que revocará los resultados oficiales de los comicios del pasado domingo. En caso de que así suceda, la juramentación puede ser impugnada ante el Tribunal Supremo de Justicia.
Mientras juramentaba, en algunas partes de Caracas se escuchaba un “cacerolazo”, que en los últimos días se ha vuelto una muestra de rechazo a Maduro por parte de la oposición. Al mismo tiempo, retumbaron cohetes en el centro de la capital, algo que el oficialismo ha utilizado para celebrar el triunfo del sucesor de Chávez
“Lo juro delante de esta Constitución aprobada por el pueblo, lo juro este 19 de abril por el legado eterno, por Cristo redentor, en él y por él, por el pueblo de Venezuela, y la memoria eterna del comandante Supremo Hugo Chávez”, respondió Nicolás Maduro al juramento al tiempo que se comprometió a continuar con la Revolución Bolivariana para darle “la mayor suma de felicidad a este pueblo”.
Junto a un enorme retrato del fallecido presidente, Maduro, de traje oscuro y corbata roja, juró ante la Asamblea Nacional para gobernar por seis años y recibió la banda presidencial de manos de una de las hijas de Chávez, María Gabriela.
Maduro, un exconductor de autobús y ex sindicalista de 50 años que llegó a ser canciller y vicepresidente, ganó por apenas 1,8 puntos porcentuales las elecciones del pasado domingo, ante lo que el opositor Henrique Capriles desconoció los resultados y se desató una tormenta política.
Tras una semana de alta tensión, con brotes de violencia que esta semana dejaron ocho muertos, el Consejo Nacional Electoral (CNE), que por ley verificó el 54% de las urnas el día de la elección, decidió que realizará una auditoría sobre el 46% restante, pero en base a una muestra, lo que implicará una apertura de dos tercios de las cajas que contienen las papeletas.
Maduro, quien acusó a la oposición de orquestar un “golpe de Estado” al no reconocer su victoria, ganó los comicios con 50,8% de los sufragios frente al 49% de Capriles, un margen tan estrecho que nadie pronosticó, tras una veloz y agresiva campaña de diez días.
Autoproclamado “hijo” y “apóstol” del hombre fuerte que gobernó Venezuela durante 14 años, Maduro, afronta el reto de llenar el vacío que dejó el líder, cuya revolución socialista partió políticamente en dos al país, ya de por sí dividido entre ricos y pobres.
“Voy a ser el primer presidente chavista de la historia”, afirmó Maduro, casado con Cilia Flores, un peso pesado del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), creado por Chávez.
Sin el carisma de Chávez y ante una oposición fortalecida –en su mejor momento de los últimos 14 años–, Maduro tiene como tarea urgente enderezar la economía, dependiente de la renta petrolera y las importaciones, afectada por la inflación, la escasez y la falta de divisas; así como también atacar la criminalidad, que hizo de Venezuela el país sudamericano con récord de homicidios.
Maduro inicia así una nueva etapa que algunos bautizaron como chavismo sin Chávez.
“Me pudieron dar un tiro”
Un hombre burló la seguridad y arrebató el micrófono a Nicolás Maduro cuando pronunciaba su discurso de investidura en el Parlamento el viernes: “Ha fallado la seguridad absolutamente, me pudieron haber dado un tiro aquí”, dijo el nuevo presidente venezolano al retomar el control.
El hombre, vestido de rojo, interrumpió al nuevo líder, lo apartó del micrófono y gritó “¡Nicolás, me llamo...”, antes de que se cortara la transmisión. Se pudo ver cómo el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, intentó detenerlo.
El incidente provocó la suspensión por unos segundos de la transmisión televisiva del acto y, tras unos momentos de confusión, el flamante presidente retomó el micrófono y reprendió al desconocido por su ruptura de protocolo.
“Cualquier ciudadano tiene que entender que éste es un evento que tiene sus reglas”, dijo el “hijo y apóstol” del fallecido presidente Hugo Chávez. “Incidente superado”, prosiguió. “Después conversaremos con este señor”, agregó Maduro.