Antes de la ofensiva rusa en Ucrania, el canal de Telegram de Mijaíl Zvinchuk era conocido solo por los especialistas, pero hoy cuenta con más de un millón de suscriptores, ilustrando el éxito de los blogueros militares rusos desde que empezó el conflicto.
Igual que él, muchos blogueros hasta ahora desconocidos se han hecho populares gracias a su libertad de tono frente a los medios tradicionales, sometidos a un estricto control de las autoridades.
No dudan en publicar información que aún no ha sido comunicada por las autoridades y en criticar determinadas decisiones, lo que los hace más creíbles a los ojos de los rusos, pero también molestan al ejército.
Cuando comenzó la intervención rusa, el 24 de febrero de 2022, “las instituciones oficiales responsables de la información eran un caos”, dice Zvinchuk, fundador del canal de Telegram “Rybar” (“El pescador” en ruso).
“Los responsables no se ponían de acuerdo sobre qué decir a la población”, explica este hombre de 31 años. Así que “dimos la cara por nuestro país en el campo de la información, nos convertimos en su escudo”.
Zvinchuk, un intérprete militar de árabe e inglés, trabajó en el servicio de prensa del Ministerio de Defensa, fue condecorado por sus misiones en Siria e Irak y ahora publica sus análisis en varios idiomas.
Cerca de cuarenta personas trabajan para él, entre ellas diseñadores gráficos que elaboran mapas e infografías mucho más precisos que los de las autoridades y los medios tradicionales. En pocos meses, los suscriptores de Rybar pasaron de 36 mil a un millón.
“Hambre de información”. Según Tatiana Stanovaia, analista del Centro Carnegie Rusia Eurasia, los blogueros responden al “hambre de información” de los rusos porque el Ministerio de Defensa “no da una imagen adecuada de lo que está sucediendo” en Ucrania.
Los blogueros están “bien informados, en contacto con quienes participan directamente en los combates”, apunta. “Incluso si están comprometidos políticamente [a favor de la ofensiva] publican hechos que no se pueden encontrar en ningún otro lugar”, agrega.
Alexander Sladkov, reportero militar del canal de televisión estatal Rossia, de 57 años, ha cubierto todos los conflictos armados que siguieron a la caída de la Unión Soviética, especialmente en Chechenia.
Actualmente hace reportajes en el este de Ucrania y alimenta en paralelo su canal personal de Telegram, llamado Sladkov+, que tiene más de 900 mil suscriptores, el doble que el canal del Ministerio de Defensa y seis veces más que el del Kremlin.
“Trabajar sobre la guerra es fácil, no hay necesidad de buscar héroes. Están ahí, frente a nosotros”, dice, negando ser un propagandista.
“No soy un soldado de la guerra de la información, soy un reportero, el que toma a su espectador de la mano y lo lleva a través de la pantalla donde no puede estar”, afirma.
Para el politólogo independiente Konstantin Kalachev, “los corresponsales militares y los blogueros se han ganado la confianza de la gente gracias a su valentía personal y al hecho de que no dudan en criticar” al Ministerio de Defensa. Pero su popularidad y libertad de tono molestan a las autoridades.
A finales de año pasado, varios blogueros militares criticaron al ejército después de una serie de reveses en Ucrania y una movilización de reservistas considerada caótica, con envío de equipos obsoletos y falta de entrenamiento. Un corresponsal militar, Semion Pegov, acusó entonces al ejército de haber compilado una lista de blogueros, pese a que son leales al Kremlin y apoyan la operación rusa, por presuntamente “desacreditar” al ejército.
El canal Rybar también está en la lista y Zvinchuk denuncia los intentos de las autoridades de “interferir en la política editorial” , especialmente desde la muerte en abril de su colega y amigo Vladlén Tatarski, asesinado en un ataque con bomba atribuido por Moscú a Kiev y opositores rusos.