INTERNACIONAL
DOCUMENTO DE LA CIA

Nixon y Pinochet: Top secret/ Sensitive/ Eyes Only

Cómo ayudó el republicano al fallecido dictador chileno.

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Una virtud que tiene la democracia puertas a dentro que rige en Estados Unidos, al menos hasta la irrupción de George W. Bush en la Casa Blanca, permite con el tiempo desclasificar documentos que la CIA conserva por norma y que resultan más que reveladores. Un capítulo importante de esta herramienta está referido a la actuación de Richard Nixon y su asesor de Seguridad, Henry Kissinger, en relación al golpe de Estado que asestó en 1973 el general que acaba de morir.

Se equivocan quienes piensan que fue con el transcurso del gobierno socialista que Nixon se vio sobrepasado y optó por la vía del golpe de Estado. La noche del 4 de septiembre de 1970, en plenos festejos de la victoria electoral de Salvador Allende, los datos del escrutinio pusieron al republicano “fuera de sí”, reveló Kissinger tiempo después. Menos de dos semanas más tarde, el director de la CIA, Richard Helms, anotó las instrucciones que le daba el Presidente:

- Aunque tenga una sola oportunidad en diez, salve a Chile.
- Gastar fuerte.
- Hacer aullar de dolor a la economía (chilena) .
- 48 horas para el plan de acción.

Tal como se transcribe en el valioso libro Salvador Allende – Cómo la Casa Blanca provocó su muerte, de la periodista chilena Patricia Verdugo, hacia el 9 de noviembre Nixon ya había transmitido la idea de que había que “hacer todo lo posible para dañar a Allende y hacerlo caer”. Para ello Kissinger recomendaba contactarse “especialmente” con los gobiernos de Brasil y Argentina.

El 19 de noviembre de 1970, el todopoderoso asesor de Seguridad difundió entre las altas esferas de la administración Nixon el memorándum “Policy toward Chile – Top secret/ Sensitive/ Eyes only”, en el que detalló el instructivo:

- Mantener y ampliar contactos con militares chilenos.
- Ayudar a ciertos periódicos y utilizar otros medios de comunicación en Chile que puedan criticar al gobierno de Allende.

En el marco de un generoso plan de financiamiento a camioneros, comerciantes y empresas, otro documento reveló que la CIA “gastó más de un millón y medio de dólares para apoyar a El Mercurio”.

Lo que siguió a estas medidas preventivas fue un puntilloso plan que se cumplió día a día hasta llegar al 11 de septiembre de 1973, aquél de la alusión al “más temprano que tarde”, “las grandes alamedas” y la traición del general de anteojos oscuros.

Pese a que el golpe nació con apoyo externo, las relaciones internacionales de Pinochet fueron exiguas. Se permitió, por supuesto, asistir a los funerales de Francisco Franco y poco más. En Europa se generó un movimiento de solidaridad excepcional con los exiliados y algunas embajadas, como la belga, actuaron como salvoconducto para cientos de chilenos, mientras que el gobierno de Jimmy Carter bloqueó los vínculos del pinochetismo en el último tramo de los ‘70.

Una anécdota da cuenta del aislamiento público –no tanto extraoficial- que provocó el estigma que acarreaba el precursor de los métodos nazis en los ’70. Pinochet emprendió en 1980 una visita a Filipinas, regida por entonces por el dictador Ferdinando Marcos. Cuando el avión del mandatario chileno realizó una parada técnica en el Pacífico, llegó el aviso desde Manila de que no se podía “garantizar la seguridad” del visitante. Lo cierto fue que hasta el despiadado Marcos sintió incomodidad con la visita de quien ya había comenzado a amasar al fortuna que luego engrosaría sus cuentas en el Riggs Bank.