INTERNACIONAL
tras la anulación de sus condenas

Nuevo escenario político en Brasil con la irrupción de Lula da Silva

El ex presidente asumió con fuerza el liderazgo de la oposición, con duras críticas a Jair Bolsonaro. Se reaviva la polarización en el país.

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Opuestos. En un mensaje de impacto, el ex metalúgico exhibió todas las carencias de la forma en que el actual presidente enfrentó el desafío del Covid. | apf

La irrupción de Lula da Silva en la campaña electoral para 2022 –vaya a ser candidato o no– impacta sobre el gobierno y la oposición y obliga a replantear todas las especulaciones que se habían hecho hasta ahora. 

Después de pasar 580 días preso por lo que el juez de la Corte Suprema Edson Fachin consideró un abuso de poder del célebre ex juez Sergio Moro, el ex mandatario tiene ante sí dos posibilidades: dar rienda suelta a su rabia o revivir al “Lulinha paz y amor”, que le permitió ganar las elecciones de 2002 con su giro al centro del espectro político. 

En su primer mensaje, el miércoles, ofreció una “mano tendida” al resto de la oposición, prometiendo diálogo y acuerdos, y solo reservó su enojo hacia Moro, por cuya suspensión prometió batallar. 

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Su vibrante discurso, hecho el mismo día en que Brasil superó por primera vez los 2 mil muertos diarios por coronavirus, dejó una cosa en claro: Jair Bolsonaro ya no tendrá el margen de maniobra que le daba la ausencia de un rival de fuerza a escala nacional: ahora sentirá hora tras hora la presión del líder del Partido de los Trabajadores. 

“Por favor, no sigan las órdenes imbéciles del presidente”, clamó Lula. “Vacúnense, usen máscaras”, insistió. Y en dos oportunidades fue lapidario: “Este país no tiene gobierno”. 

¿Qué hacer? Anuladas las cuatro condenas que había recibido, Lula anunció que quiere dialogar con todos los sectores, y ya adelantó que se propone recorrer el país, una práctica que realizó en todas las campañas electorales que encabezó. ¿Será candidato?

“Hay que recordar que el fallo (del ministro Fachin) no lo libera de las causas, simplemente anula lo que hizo un tribunal. Es decir, no dice que sea inocente, lo que abre es la posibilidad a que otro tribunal ratifique esas condenas”, advierte Matías Battaglia, magíster en Relaciones y Negociaciones Internacionales (Flacso-Udesa).

“Si Lula considera que ya tiene el camino allanado y comienza a ponerse en ‘modo campaña’, podría terminar obteniendo un fallo adverso en tiempos electorales. Si esto sucediera, la construcción de un candidato alternativo del PT sería muy difícil. Es hoy que se debe tomar la decisión: si juega a la presidencia, tendrá que calcular que un fallo adverso aún es posible”, agrega el profesor de la UCA. 

Para el cientista político Josué Medeiros, el regreso a la campaña de Lula es una muy mala noticia para Bolsonaro, a pesar de que el sentimiento “antipetista” siga presente con fuerza en la sociedad. 

“Ya lo vimos en 2018, dijo Medeiros, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro a la revista Carta Capital. Lula iba al frente aun estando preso. El antipetismo es fuerte, pero otra cosa es enfrentarlo con Lula como candidato. El único que tiene chances de enfrentarlo es Lula”. 

Pero Battaglia advierte que “el ‘antilulismo’ de parte de la población que no lo quiere, pero no rechaza de cuajo las ideas del PT, terminaría jugando en contra” de su candidatura”. Para el analista, “Bolsonaro podría atraer un caudal de votos que ante la polarización apuesten a evitar una “vuelta atrás”, ya que, guste o no, que un ex presidente vuelva a la política sin presentar nuevas ideas, centrado en reivindicar su gestión pasada, es un retroceso”. 

Polarización. Otros especialistas reconocen que la irrupción de Lula generará un escenario de polarización, que podría beneficiar a Bolsonaro, que llegó al Palacio del Planato a caballo de sus embates contra el petismo y contra Lula. Pero recuerdan que hoy la situación política no es la de 2018. 

“El momento político es distinto. Bolsonaro es el presidente, va a ser evaluado con base en su desempeño, y creo que la ira contra el PT y Lula puede ser un poco menor que antes”, explica Amy Eric Smith, profesora de la Universidad de Iowa y experta en política brasileña. 

La polarización, considera Eric Smith, “ayuda a Bolsonaro a mantener su base fiel, pero no a atraer al centro y a los que ya no son bolsonaristas”.

Si se mantiene la actual tendencia de promedio diario de más de 2 mil muertos y un total de casi 275 mil por la pandemia, Bolsonaro no logrará relanzar su imagen en materia sanitaria. “Difícilmente la polarización haga milagros”, sostiene Battaglia. 

“Aparentemente, la polarización podría beneficiar al debilitado Bolsonaro al apoyarse en el antipetismo extremo de la sociedad brasileña y así fortalecer su liderazgo”, admite Ximena Simpson, politóloga de la Unsam. 

“Sin embargo, Lula es indudablemente un animal político. Fue uno de los políticos brasileños más hábiles en el arte de conciliar intereses opuestos y en ver la política y la economía de forma pragmática y equilibrada”, destaca.

Eric Smith coincide: “No se debe subestimar a Lula. Es tal vez el político con más longevidad de todo el sistema brasileño, un hombre con una habilidad enorme, que ya se rehízo en otros momentos políticos”.

Centro. Pero la “grieta” de 2018 construyó un escenario inédito en Brasil, un país en el que su sistema de segunda vuelta con más del 50% de los votos plantea, teóricamente, que el centro del espectro político juega un papel central. 

Así sucedió en 2002, cuando Lula logró llegar a la presidencia en su cuarto intento, después de consagrar su viraje centrista con su famosa Carta al pueblo brasileño, de junio de ese año, en la que se comprometió a seguir una política fiscal responsable, a no romper con el FMI y a no revertir las privatizaciones lanzadas durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso.

Ese compromiso, que los sectores de izquierda del PT criticaron duramente y lo compararon con “arriar las banderas históricas”, permitió al ex líder de los metalúrgicos convencer a una amplia franja del electorado de que no era el “cuco” extremista que pintaban sus críticos.

Pero la moderación no fue la característica de la campaña de 2018, en la que Bolsonaro utilizó las redes sociales para repetir una y otra vez acusaciones y denuncias contra Lula y el PT, muchas de ellas falsas, que le permitieron colocarse como el candidato “antipolítica” y así vencer en la segunda vuelta al petista Fernando Haddad, tras la condena de Lula en una de sus causas. Claro que, ahora, tendría otro rival. 

¿Con o sin rencores? En su discurso del miércoles, Lula dijo que no guardaba rencores pese a haber sido víctima “de la mayor mentira jurídica de los últimos 500 años”. 

“Si hay un brasileño que tiene razones y muchos y profundos rencores soy yo, pero no tengo, porque el sufrimiento por el que está pasando el pueblo brasileño, las personas pobres en este país, es infinitamente mayor que cualquier crimen que cometieron contra mí”, dijo el ex presidente, en un innegable tono de campaña. ¿Podrá no dejarse llevar por el resentimientos?

“No sabemos si sabrá manejar su rabia e intentar atraer al centro, pero sabe hacerlo”, apunta Eric Smith.

Simpson tiene esperanzas. “Si Lula vuelve a ser el de 2002, candidato o no, tal vez Bolsonaro solo haya sido un serio desvío en el camino y podríamos soñar con el regreso de un Brasil desarrollista y socialdemócrata”. 

“Pero si abraza el discurso del liderazgo único y de venganza a cualquier costo, habremos perdido una oportunidad histórica. El futuro será aun más incierto y gris”, concluye.

 


Muchos aspirantes para una “tercera vía”

Desde el retorno de la democracia, en 1985, ningún candidato ha logrado imponer una “tercera vía” que se aparte de las tradicionales coaliciones de centroderecha o centroizquierda que llegaron al gobierno, con la excepción de Jair Bolsonaro, que lo hizo, pretendidamente, desde la no política, pese a que llevaba más de dos décadas como diputado.

Con la aparición de Lula da Silva en el horizonte tras la anulación de sus condenas, los intentos de construir esa alternativa a la polarización se mantienen entre quienes hasta ahora representaban la oposición al bolsonarismo, en particular varios gobernadores y ex ministros del actual gobierno. 

Hasta ahora, entre quienes han dejado en claro que quisieran competir el año próximo se destacan dos gobernadores, João Doria, de San Pablo, y el joven Eduardo Leite, de Rio Grande do Sul, ambos del Partido Social Demócrata Brasileño (PSDB) del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, y un experimentado político, Ciro Gomes, que fue ministro de Lula y varias veces candidato presidencial. 

A ellos habría que sumarle una “celebridad” sin experiencia política, Luciano Huck, un popular animador del canal Globo que evaluó ser candidato en 2018, y dos ex ministros de Bolsonaro: el polémico Sergio Moro, golpeado por las filtraciones que mostraron parcialidad manifiesta en sus procesos contra Lula, y el ex titular de Salud, Luiz Henrique Mandetta, al que el actual presidente destituyó por oponerse a su negacionismo ante la pandemia.

La candidatura de Moro, que cuando dejó el gobierno denunció que el presidente quería manipular el nombramiento de un jefe policial para proteger a sus hijos, investigados por la Justicia, ha perdido fuerza en los últimos tiempos, luego de haber sido proclamado como el “héroe” del Lava Jato, que salvaría al país de la corrupción. 

Sin embargo, las filtraciones de sus diálogos con los fiscales del proceso a Lula, que muestran que su deseo era impedir que el ex presidente fuera candidato en 2018, e incluso su decisión de aceptar ser ministro de Bolsonaro, debilitaron su imagen ante los sectores independientes.

Mandetta, por su parte, que dejó el gobierno con mucha popularidad, enfrenta ahora las dificultades de poder articular una candidatura, para la que ya comenzó a armar un equipo de asesores.

“Bolsonaro y Lula son lo mismo. Quieren la violencia, la ruptura, la polarización. Ahora, la unidad del centro se vuelve imperativa. Tenemos que definir los nombres. No se puede esperar hasta fin de año para decidir quién será capaz de unir al centro”, afirmó.

Mandetta cree que los seis aspirantes deberían unificarse en torno a una sola candidatura, para impedir la fragmentación de votos en el primer turno y así lograr que uno de los dos extremos de la polarización, Lula o Bolsonaro, quede fuera del ballottage. 

Claro que eso es fácil de proponer, pero difícil de concretar. 

“No sirve sentarse a la mesa de negociación con alguien que, si no es el elegido, no parece dispuesto a apoyar al que lo sea”, disparó el gobernador Leite, en alusión a la actitud de varios de los ‘anotados’ para la candidatura.