A su llegada a la Casa Blanca, Barack Obama no tendrá más remedio que dedicarse urgentemente a apagar fuegos en Cercano Oriente, donde el baño de sangre en Gaza dificulta todavía más el ya de por sí estancado proceso de paz entre Israel y los palestinos heredado de su predecesor George W. Bush.
El futuro presidente de Estados Unidos ya dejó patente su interés por la convulsa región al visitar Israel y Cisjordania el pasado julio, en medio de la gira internacional que realizó durante la campaña electoral. Obama expresó por aquel entonces su esperanza de poder contribuir a "una paz duradera" si llegaba a presidente.
Sin embargo, cuando todavía no ha tomado posesión del cargo, nada apunta a un cambio en la política de Washington frente a su socio estratégico Israel y el conflicto con los palestinos, que después de décadas continúa sembrando de muerte y violencia la región.
Obama había desatado recelos iniciales entre los israelíes con su disposición a conversar con Irán, al que el Estado judío considera su principal amenaza ante sus ambiciones nucleares y su apoyo a organizaciones radicales que buscan abiertamente su destrucción, como la palestina Hamas o la libanesa Hizbollah.
Sin embargo, durante su visita a Jerusalén, Obama expresó su "compromiso con la seguridad de Israel". Mientras, uno de sus asesores para Cercano Oriente, el veterano negociador estadounidense Dennis Ross, dijo que Obama no negociará nunca con un actor "no estatal" como Hamas mientras el grupo no esté dispuesto a reconocer la existencia de Israel, rechazar el terrorismo y reconocer los acuerdos de paz firmados hasta ahora.
El futuro presidente ha cosechado además numerosos elogios en Israel con algunos de los nombramientos efectuados en su gabinete. Justo su primera decisión como mandatario electo fue la de designar como su jefe de gabinete al congresista judío Rahm Emanuel, un ex asesor de Bill Clinton.
Durante la guerra del Golfo de 1991, Emanuel sirvió como voluntario civil del Ejército israelí. Su padre luchó antes de la fundación del Estado judío en las filas de la organización paramilitar sionista Irgun, responsable de atentados contra el entonces mandato británico de Palestina así como contra los árabes.
Su nombramiento, eso sí, preocupa a los palestinos, quienes creen que pueda actuar tendenciosamente a favor de Israel. Sin embargo, una designación aplaudida tanto por unos como por otros ha sido la de Hillary Clinton como futura secretaria de Estado.
El todavía primer ministro israelí, Ehud Olmert, la calificó de "amiga de Israel y el pueblo judío". Pero también los palestinos recuerdan que la ex primera dama causó un fuerte revuelo cuando en 1998, adelantándose a la política oficial de su marido, dijo que "es en interés de Cercano Oriente que Palestina se convierta en Estado". "Esperamos que la señora Clinton continúe sus esfuerzos en pro de una solución de dos Estados", dijo el negociador palestino Saeb Erekat.
Sin embargo, tampoco Clinton ha abogado hasta ahora por un cambio frente a la política actual en Cercano Oriente. Durante la carrera por la candidatura presidencial demócrata se pronunció por ejemplo a favor de continuar con el aislamiento de Hamas, pese a que todas las medidas de bloqueo llevadas a cabo hasta el lanzamiento de la ofensiva en Gaza sólo parecen haber reforzado la popularidad del grupo entre los palestinos.
Con la conferencia de Annapolis de noviembre de 2007, Bush consiguió sentar de nuevo a Israel y los palestinos en la mesa negociadora después de una pausa de siete años. El objetivo era el de alcanzar antes de finales de 2008 un acuerdo de paz que pusiera fin al largo conflicto, pero no se ha conseguido. Los avances no han sido apreciables y los palestinos se quejan de que Israel ha aprovechado las negociaciones para impulsar la construcción de asentamientos, con lo que ha creado nuevos obstáculos para la paz.
Israelíes y palestinos pretenden seguir negociando sin límite de tiempo, pero las reuniones se encuentran suspendidas hasta nuevo aviso a consecuencia de la ofensiva en Gaza. Sin lugar a dudas, al presidente palestino, Mahmud Abbas, le resultará difícil sentarse a negociar con tantos cientos de muertos palestinos sobre la mesa.
Otro factor determinante para el futuro del proceso de paz, en el que Estados Unidos es el principal mediador, serán las elecciones parlamentarias israelíes del 10 de febrero. Los sondeos apuntan a una victoria del actual líder opositor y jefe del partido derechista Likud, Benjamin Netanyahu. Éste aboga por congelar el proceso de paz y archivar los acuerdos de Annapolis.