En medio de la frágil estabilidad de la pandemia por el coronavirus en Suiza, el número de casos en la totalidad del país aumenta desde el inicio de este verano a punto de terminar, aunque menos que en los Estados europeos vecinos. La manifestación anti-máscaras desarrollada este sábado 12 de septiembre es un signo de la supuesta desproporcionalidad por el mantenimiento de las medidas sanitarias, que se han incrementado con la imposición de una cuarentena de 10 días a las personas procedentes de Francia, salvo a los domiciliados contiguos a la frontera y que trabajan en Suiza
Con 528 nuevos infectados por el Covid-19 en las últimas 24 horas, la Confederación Helvética parece observar que la pandemia se extiende pero no empeora. La mayoría de los recientes contaminados son hombres y mujeres de menos de 40 años. Es imposible atribuir los flamantes contagiados al 3,24% de los descubiertos por los tests, mediante unas 16 mil pruebas efectuadas ayer. Las autoridades insisten que el objetivo es que las cifras de enfermos y hospitalizaciones desciendan, sin aparentemente saber como conseguirlo porque, de momento, no proponen nada nuevo. Han fallecido por el coronavirus en este país de 8,5 millones de habitantes, unas 1733 personas, de las cuales 300 perecieron en Ginebra, cuyo 90% tenía 70 o más años de edad.
La movilización de este sábado en la Plaza de las Naciones de esta ciudad, frente a la sede de la ONU, fue una notable demostración popular contra la obligatoriedad de llevar máscaras en los transportes y oficinas públicas, comercios, y colegios secundarios. El clima de descontento viene filtrándose en los medios de comunicación. Es de hartazgo con el conjunto de las disposiciones restrictivas, en particular la minuciosidad que se verifica en bares y restaurantes.
De hecho se palpa una creciente irritación a respetar las recomendaciones de mantener la distancia de 1,5 metros entre las personas y la multiplicidad de aplicaciones telefónicas a las que abonarse para brindar seguimiento de lo que cada uno hace o deja de hacer, desconociéndose sin embargo si se practica masivamente la única obligación cuyo efecto protector de la persona ha sido probado en otras pandemias, cual es el lavado de manos. Está verificado que todos nos llevamos las manos a la boca al menos una vez cada media hora, vía potencial de entrada del virus.
La disconformidad que acaba de hacer eclosión en Ginebra podría interpretarse como un signo de fatiga de un sector emergente de la población, ante una perdida de libertad que se instala en el tiempo, carente perspectiva para volver a la normalidad, sin referencias históricas convincentes. Al respecto, nadie puede perder de vista que el número total de muertos sumando todas las causas en toda Suiza, fue superior en el mismo lapso de tiempo en 2019, que en 2020; además con 1685 muertos menos en 2020 que en 2015, cuando arrasara la mortalidad por la canícula.
En un país multilíngue de 26 cantones, con diferencias según los niveles disimiles en cada uno de ellos de ruralidad, o de envergadura de las ciudades en la composición demográfica, asimismo en cuanto a la presencia de sitios de fabricación industrial y servicios, es difícil sacar conclusiones generales. Por el impacto de la movilización de hoy en la Plaza de las Naciones de Ginebra, vale la pena focalizar en dicho canton helvético (provincia) , de medio millón de habitantes, que vive una coyuntura de Covid 19 presuntamente más grave que la media nacional. De hecho arroja una totalidad de 7.136 casos registrados, sobre 7.231 detectados. En las recientes dos semanas la proporción fue de 108 por 100 mil habitantes, una tendencia en baja.
Por lo pronto resalta el particular marco de un deficit financiero cantonal de casi mil millones de dólares, cuyo presupuesto para el 2021, debe presentarse en los próximos días. Al costo de ciertas reformas económicas que vienen de antes del Covid-19, y cuantiosas inversiones en curso para fortalecer las bases de múltiples edificios de la ciudad que lo necesitan por su envejecimiento, se suman los aún incalculables gastos y repercusiones de la pandemia, y el aumento del número de alumnos en las escuelas. Antonio Hodgers, presidente del gobierno cantonal, hijo de argentinos perseguidos por la dictadura militar, refugiado en Ginebra, luego naturalizado suizo, desecha predecir aumentos de los impuestos, o bajas de los salarios.
Simplificando el contexto en un enfoque comparativo, manteniendo la observación exclusivamente sobre Ginebra, puede afirmarse que en la última semana se detectaron 289 infectados, mientras que en el punto álgido de la pandemia, hacia marzo y abril pasados, la cifra de una semana trepaba a alrededor de 1.350 casos. Los números guardan una proporcionalidad de igual tendencia si se comparan las cantidades de tests semanales: hoy en Ginebra son unos 5600, con un porcentaje de positividad del 5%, mientras que en en momentos del pico de la pandemia, fueron 4.234 con el 32% de positivos.
La conclusión que podría extraerse de esta percepción comparativa de un Canton que sería el segundo de más alta tasa de contagios de los 26 Cantones a escala nacional que han sufrido el virus, es que este continua circulando en el seno de la población de Ginebra, menos que en el momento de mayor impacto de la pandemia, aunque en un nivel que no permite aventurar que el descenso será sostenido y que el fenómeno se extinguirá hasta desaparecer. Las autoridades cantonales parecen no haber descubierto todavía la fórmula para terminar de aplacar la curva de los contagios, pese mantener las medidas antes apuntadas, con el agregado del cierre de las discotecas y otros lugares de esparcimiento nocturno hasta el 16 de noviembre venidero, la disminuida actividad cultural y deportiva, y con los organismos internacionales del sistema de Naciones Unidas, trabajando a un nivel lejano a la normalidad de otras épocas.
* Desde Ginebra.