INTERNACIONAL
opinión

Paraguay: ¿continuidad o cambio?

2023_04_30_paraguay_santiago_pena_efrain_alegre_afp_g
Rivales. Santiago Peña, candidato del oficialismo, y Efraín Alegre, de la opositora Concertación. | AFP

Mañana se celebrarán las elecciones presidenciales de Paraguay, la octava votación desde el fin de la dictadura de Stroessner. De acuerdo con la normativa electoral de dicho país, además de presidente, se elegirá al vicepresidente, 45 senadores, 80 diputados, 17 gobernadores y 17 juntas departamentales. En Paraguay no existe la instancia de ballottage, de modo que quien se imponga en cantidad total de votos asumirá la presidencia el próximo 15 de agosto.

Para el cargo de presidente, los partidos más importantes presentan a los candidatos Santiago Peña, de la Asociación Nacional Republicana (ANR, nombre oficial del Partido Colorado), que es el partido del gobierno; y por otro lado, Efraín Alegre, por la alianza Concertación Nacional para un Nuevo Paraguay. Santiago Peña es un economista de 44 años, fue ministro de Hacienda del gobierno de Horacio Cartes entre 2015 y 2017 y precandidato a la presidencia por el mismo movimiento en las elecciones internas del Partido Colorado de 2017 por debajo de Mario Abdo Benítez. En tanto que Alegre tiene 60 años,  fue ministro de obras públicas y comunicaciones entre 2008 y 2011 durante la presidencia de Fernando Lugo, diputado de 1998 a 2008, presidente de la Cámara de Diputados de 1999 a 2003 y senador en 2008. Además, se ha presentado en dos ocasiones como candidato a la presidencia del Paraguay previas a esta, primero en las elecciones generales de 2013 frente a Cartes, luego, frente a Abdo Benítez en las elecciones generales de 2018. En ambos casos, lideró una amplia alianza contra el Partido Colorado. Y como dato de color se destaca la participación del exarquero de la selección paraguaya y de amplia trayectoria futbolística internacional José Luis Félix Chilavert, por el Partido de la Juventud. 

Las encuestas más recientes dan una intención de voto de más del 40% para Peña, contra un 20% de Alegre. Aunque también hay encuestas como la de la encuestadora Atlas que dan como ganador a Alegre por 38% a 36% del colorado. Los números hablan, técnicamente, de un empate, pero Efraín no tardó en celebrarlo, en medio de una guerra de encuestas en la que todos se declaran vencedores.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Las elecciones se dan en un contexto en el que el partido Colorado, que ha gobernado el país por más de 70 años, vive una crisis de acusaciones contra el expresidente colorado Horacio Cartes y su exvice Hugo Velázquez, quienes fueron señalados por el Departamento de Estado de Estados Unidos como “significativamente corruptos’’. Debido a las sanciones financieras que pesan sobre Cartes, quien además de estar investigado por hechos de corrupción es también presidente del partido, la campaña de Peña se ha enfocado en el combate a la inseguridad y la defensa de los valores tradicionales de la familia. El candidato también centró sus esfuerzos en promesas de control de la inflación y en la creación de 500 mil nuevos empleos en cinco años. Hace unos meses, en lo que parece ser una búsqueda por votos de derecha conservadora, elogió al dictador Stroessner alegando que fue el “responsable de más de 50 años de estabilidad en Paraguay’’.

Por otro lado aparece Efraín Alegre, representante de la Concertación para un Nuevo Paraguay, una alianza de 14 partidos y organizaciones opositoras cuyo elemento aglutinante es poner fin al monopolio político del Partido Colorado en Paraguay. Alegre es presidente del Partido Liberal Radical Auténtico y presenta un perfil centrista con lineamientos liberales. Su compañera de fórmula, Soledad Núñez, no es casual, sino que surge en un intento para captar el voto de centro y de centroderecha urbano. Durante su campaña apuntó contra Peña en la cuestión de la corrupción. “¿Qué Paraguay queremos para nuestras familias? ¿El Paraguay de Cartes, la mafia y la corrupción o un Paraguay de esperanza y oportunidades para nuestras familias?’’. Además, Alegre ha afirmado que Paraguay vive un proceso de “mexicanización’’, en alusión a la presencia del crimen organizado y de las mafias en el país. Otras propuestas que empuja son de contenido social, como la recuperación del sistema de salud, haciéndolo público, gratuito y de calidad, y la construcción de hospitales en los distintos departamentos del país. También el acceso gratuito a medicamentos esenciales o la reducción al 50% del pasaje del transporte público a jóvenes universitarios.

Frente a este escenario se pueden ver variables que se repiten a lo largo de toda América Latina en las que Paraguay no está exento. Una de ellas es la batalla de encuestas, en la que cada sondeo demuestra los datos que cada candidato necesita. Pero además, esta elección nos plantea la disyuntiva entre continuidad o cambio, ante la posibilidad de que nuevamente gobierne un partido político que se mantuvo en el poder durante más de 70 años con excepción del período de Lugo como presidente. Y tal como sucedió durante las campañas electorales de Correa en Ecuador, de Lula da Silva en Brasil y de Keiko Fujimori en Perú, las sospechas y los escándalos de corrupción empañan el proceso electoral en un país en el que su democracia busca fortalecerse. 

En términos ideológicos, Paraguay podría replicar la idea de otros países latinoamericanos. En el caso del Partido Colorado, lo vemos endurecer sus posturas de derecha en línea con ideas similares a las de Bolsonaro o Trump, frente a Alegre, que para muchos podría tener una posición más izquierdista, no tanto por él, sino por quienes integran su coalición y también por sus discursos, en los que menciona aumentar el gasto público, dar acceso a la salud y a los medicamentos o rebajar el transporte público. 

Pero más allá de la ideología, los comicios paraguayos nos abren un interrogante final. Las elecciones presidenciales de los últimos cinco años en la región marcan una tendencia inequívoca: La inmensa mayoría de los partidos oficialistas no pudieron lograr la reelección. ¿Pasará lo mismo en Paraguay? ¿Podrá el Partido Colorado torcer esta tendencia o, por el contrario, otro país latinoamericano obligará al oficialismo a ceder el poder? En definitiva, ¿será continuidad o cambio? ¿Seguirá en Paraguay la onda expansiva de Lula o Boric, aunque diferentes entre sí, o continuará la idea dominante del Partido Colorado pese a todas las acusaciones en su contra?

* Licenciado en Relaciones Internacionales (UCA)