En Arabia Saudita reina la dinastía A-Saud, y en la dinastía reina el caos. Es así desde que el fundador de la dinastía Al-Saud, el rey Abdulaziz, tuvo nada menos que 77 hijos con más de 20 esposas. El resultado: una familia compuesta actualmente por miles de príncipes con una sola ambición: el trono.
Pero la dinastía Al-Saud, siempre turbulenta y polémica, hoy se encuentra en el ojo de la tormenta internacional, después de que el hijo predilecto del rey Salman fuera acusado como el principal instigador del horrendo crimen del periodista Jamal Khashoggi en Estambul.
El príncipe en cuestión, Mohammed bin Salman -"MbS" para sus amigos- parecía ser la esperanza de una monarquía marcada por la vejez (nunca hubo un rey menor de 50 años), pero terminó convertido en el azote y, ahora, en la vergüenza dinástica.
Los rumores aseguran que son cada vez más los miembros de la familia real saudita que conspiran contra el príncipe heredero y pretenden impedir que tome el trono cuando el rey Salman muera, a causa del atroz asesinato del periodista opositor.
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Esto es lógico en una monarquía que no se rige por el principio de primogenitura (es decir, el trono no pasa de padres a hijos automáticamente), sino de forma electiva: cada nuevo rey tiene la potestad de elegir a su sucesor de entre los más de 5.000 príncipes de su familia.
Así, una multitud de príncipes varones, que hoy ocupan todos los puestos estratégicos del poder saudita -política, economía, justicia, medios, negocios, diplomacia, defensa, petroleo-, y disfrutan de sus multimillonarios beneficios, sueña con ser el próximo rey.
El asesinato de Khashoggi abrió ante los descendientes de Abdulaziz la oportunidad de tomar el poder de Arabia Saudita. Los miembros más contemplativos de la Casa Al-Saud están pensando en un sucesor alternativo para evitar que "MbS" se convierta en rey, y algunos analistas aseguran que esta idea está en la cabeza del rey Salman.
Si bien no puede haber ningún cambio en la línea de sucesión mientras el rey Salman, de 82 años, no lo decida personalmente, después de su muerte podría abrirse una encarnizada lucha por el poder, al estilo "Game of Thrones".
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En los círculos políticos de Riad, dominados por la familia real, muchos miran con esperanzas al príncipe Ahmed bin Abdulaziz, un anciano de 76 años, que aseguraría que la monarquía proestadounidense continúe como hasta ahora.
El príncipe Ahmed, último sobreviviente de la vieja generación, fue una de las tres únicas personas en el Consejo de Lealtad, compuesto por los miembros principales de la familia gobernante, que se oponían a que "MbS" se convirtiera en el príncipe heredero en 2017.
Se trata del único hermano vivo del rey Salman, que aparentemente se está distanciando del monarca y del príncipe heredero por el asesinato de Khashoggi. Frente a Mohammed, que apenas tomó las riendas del poder 'de facto' hizo encarcelar a una cuarentena de parientes a los que acusaba de corrupción, Ahmed parece la opción más sensata.
Según difundió la prensa estadounidense estos días, basado en fuentes sauditas, funcionarios de alto rango de la Casa Blanca indicaron a los cortesanos sauditas en las últimas semanas que apoyarían al príncipe Ahmed, que fue viceministro del Interior durante casi 40 años.
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Para demostrar su posición, Ahmed regresó esta semana a Riad, después de mucho tiempo de no querer regresar a su país por miedo al todopoderoso Mohammed. "Su regreso es un indicio significativo de maniobra dentro de la familia real", opina Gregory Gause, un académico de Arabia Saudita al "New York Times". Días antes de regresar, Ahmed se había atrevido a defender a su familia de las acusaciones sobre el caso Khashoggi: "¿Qué tiene esto que ver con los Al-Saud? Los responsables son el rey y su príncipe heredero".
Las fuentes sauditas aseguran que la diplomacia internacional confía en que el príncipe Ahmed no cambiaría ni revertiría ninguna de las reformas sociales o económicas promulgadas por "MbS", honraría los contratos de compra militares existentes, pero restablecería la unidad de la familia real y mantendría la política internacional saudita, hasta ahora muy provechosa.
Según el diario isralita "Haaretz", un alto funcionario estadounidense dijo que la Casa Blanca no tiene apuro por distanciarse del príncipe heredero a pesar de la presión de los legisladores y la evaluación de la CIA de que "MbS" ordenó el asesinato de Khashoggi en el consultado en Estambul.
Aunque la oposición interna a "MbS" es fuerte, no todos en la familia están de acuerdo con derroca al príncipe heredero, como el príncipe Turki bin Faisal, ex embajador en Washington y Londres y también ex jefe de inteligencia: "Mientras más críticas hay del príncipe heredero, más popular es en el reino", dijo el príncipe Turki en una entrevista con el "Washington Post". "La gente de Arabia Saudita está feliz con el liderazgo".
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La delgada línea roja
El brutal asesinato de Khashoggi, un destacado crítico de MbS, en el consulado de Arabia Saudita en Estambul provocó indignación global mientras la Agencia Central de Inteligencia (CIA) llegaba a la conclusión de que el príncipe heredero y hombre fuerte saudí ordenó en persona el asesinato del periodista en Estambul.
Tras esto, mientras las conspiraciones son cada vez más fuertes en la corte saudita, el gobierno cerró filas en torno al príncipe heredero: "Nosotros en el reino sabemos que este tipo de acusaciones contra el príncipe heredero son falsas", dijo el ministro de Exteriores, Adel al Jubeir, en una entrevista publicada por el diario "Al Sharq al Awsat".
Al Jubeir subrayó que su país no admitirá ninguna acusación contra la cúpula de Riad. El rey Salman y el heredero al trono son "la línea roja", dijo el ministro: "No permitiremos ningún intento de socavar nuestro liderazgo, venga de donde venga y bajo el pretexto que sea".
El asesinato de Khashoggi expuso al joven príncipe, de 35 años, que tras su designación como heredero cobró notoriedad y popularidad muy rápidamente al realizar reformas sociales y económicas de alto perfil, como permitir que las mujeres conduzcan y abrir cines.
Estas notas liberales, sin embargo, se vieron contrarrestadas por una fuerte ofensiva contra la disidencia, una purga de altos funcionarios y empresarios por cargos de corrupción, el arresto y tortura de unos treinta príncipes y una guerra costosa en Yemen. Dado su historial, no es extraño que sean muchos los sauditas que le creen a la CIA.