Resulta legítimo preguntárse por qué Jair Bolsonaro fue el favorito de las elecciones celebradas este domingo en Brasil. Es que en treinta años de carrera política ha dado muestras de su pensamiento rascista, en un país en el que el 54% se considera pardo o negro según el Instituto Brasilero de Geografía y Estadística; de su machismo, siendo que el 51,5% del electorado es mujer; ha dado muestras de su homofóbia, ha reinvindicado la última dictadura militar y, poseedor de un estilo prepotente, se muestra frecuentemente poco apegado a las formas de convivencia democrática. Tal vez uno de los momentos que generan más rechazo sea cuando, en el impeachmeant contra Rousseff, dedicó su voto a “la memoria del Comandante Carlos Alberto Ustra, el pavor de Dilma Rousseff”. Efectivamente, Ustra fue el máximo responsable y un sanguinario torturador en el centro de detención donde se encontró detenida la ex-presidenta, durante la ultima dictadura militar. Ustra es conocido ni más ni menos que por haber perpetrado él mismo las peores torturas imaginables, incluyendo entre sus victimas mujeres embarazadas. En julio de este año Bolsonaro contó que su libro de cabecera es “La Verdad Sofocada” del General Ustra. Su candidato a vice es el General Mourão, quien se presenta publicamente vistiendo fajina militar, además ya adelantó que su gabinete tendrá “muchos ministros militares”. Según incluso para muchos de quienes irán a votarlo Bolsonaro “es un loco”, con perdón de “los locos” por la expresión.
Sin embargo, todo lo dicho es relativizado por sus votantes (dejando de lado al núcleo duro de bolsonaristas), y colocado en un segundo plano, detrás de lo que serían los aspectos más importantes de Bolsonaro y que definieron el voto a su favor. No es que el votante de Bolsonaro coincida necesariamente con todo ese extremismo de derecha, sino que se relativizan sus dichos y actos, como si fueran simples exabruptos sacados de contexto, se acusa de exagerado el mote de machista u homofóbico y se denuncia una sistemática campaña en su contra. Incluso, su reivindicación a la última dictadura militar pasa a un segundo plano, probablemente ante la ausencia de un suficiente ejercicio de la memoria colectiva. Lo más bestial del candidato se diluye en relativismos y justificaciones o bien se elige dajarlo de lado, para darle centralidad a lo que más motiva el voto bolsonarista. Son tres los elementos principales que explican el fenómeno Bolsonaro, aquellos que sus electores pusieron por encima de lo antes dicho.
Las frases más cuestionadas de Jair Bolsonaro incluyen racismo, homofobia y más
En primer lugar existe un núcleo de bolsonaristas, más duro y conservador, del cual una de sus características y la cual es compatida por sus electores más allá de ese núcleo, es la defensa de los “valores de la moral y la familia”. Representado esto, por ejemplo, en la oposición al proyecto Escuela sin Homofóbia, proyecto que consistía en la educación y divulgación de un material sobre género y diversidad, que ni siquiera llegó a implementarse y fue vetado por Rousseff en 2011 debido a la controversia que generó y la oposición del poder evangélico. Bolsonaro trajo al presente aquel episodio y lo utilizó como emblema para posicionarse en contra del activismo de genero y del movimiento LGBT. También se posicionó en contra de “las cuotas”, una discriminación positiva para alentar el ingreso de minorías como negros e indios en las universidades públicas. Bolsonaro considera que las cuotas son innecesarias e injustas, ya que el único criterio válido debe ser el mérito. El nacionalismo del ex-militar es bien recibido por una sociedad que tambien lo es, pero demás están aquellos que defienden la Pátria ante la amenaza del socialismo representado por el P.T y la posibilidad de convertirse en una nueva Venezuela. El núcleo duro de bolsonaristas son aquellos que se manifiestan en las calles a su favor, con remeras y banderas de Brasil. Muchos son quienes apoyaban hace unos meses la “intervención militar”. Pero esa defensa de valores tradicionales que impulsa Bolsonaro tiene lugar en una cultura predominantemente conservadora y machista, y es reproducida mucho más allá del núcleo de bolsonaristas haciendo eco por todo Brasil sin distinción de clases ni regiones.
El segundo elemento que explica el fonómeno Bolsonaro es su propuesta en materia de seguridad, la cual se basa en mano dura y promete según sus palabras “acabar con los bandidos”. A diario, al consultar en la calle por qué eligen a Bolsonaro, los brasileños mencionan en primer lugar su propuesta de “enfrentar a los bandidos”. Su sello distintivo desde hace años es precisamente su discurso de mano dura. La “bancada de la bala” o “de la metralha” son los nombres con los que se lo conoce en el Parlamento junto con otros diputados federales. Ya en 2014, con un discurso de mano dura, fue el Diputado mas votado en Río de Janeiro, año en el que los homicidios violentos alcanzaron una tasa de 29,82 a cada 100.000 habitantes a nivel nacional, llegando a 30,33 en 2016. En comparación, en Argentina la tasa de homicidios en 2016 fue de 6 a cada 100.000 habitantes. Aunque sin datos oficiales para los años 2017 y 2018, según estimaciones privadas los homicidios en Brasil estarían alcanzando nuevos records. Esto explica, en parte, que día a día “robe” votantes tradicionalmente de la izquierda en el corazón de las favelas. Por supuesto, la preocupación por la seguridad y el pedido de una policía con más libertad de acción no tiene fronteras de clase. El saludo típico del actual diputado es una “metralha” formada con sus manos, las cuales sacude como si estuviera disparando. En el tan religioso Brasil, que se sabe bendecido por Dios, todo indica que la primera vuelta la ganará “el hombre de la metralha”.
Brasil, entre Francia o Italia
En tercer lugar el contexto político de la elección, caracterizado por un Partido de los Trabajadores con un gran caudal de votos pero con una alta imagen negativa y la deslegitimación del grueso de la clase política a raíz de los extensos casos de corrución. La operación Lava Jato ha involucrado a todos los principales partidos tradicionales. La clase política es percibida como corrupta, repleta de manejos turbios, alianzas espurias e intercambio de favores. Esto, en un presidencialismo fragmentado que requiere para funcionar de coaliciones amplias, es decir negociaciones con varios partidos, de modo que el presidente pueda hacer pasar sus leyes por el congreso. Esa lógica de negociaciones de la política brasileña es bien conocida por sus habitantes y desalienta entre ellos la esperanza de cambio con un nuevo gobierno. Y he aquí el gran diferencial de Jair Messias Bolsonaro. A pesar de ser diputado federal desde 1990 y habiendo pasado por 8 partidos diferentes antes de llegar, en enero de este año a Partido Social Liberal (PSL), mantiene un discuro muy crítico de la clase política tradicional, denunciando la corrupción y la falta de ética. Ello lo ha colocado en un lugar donde parece ser un outsider de la política, alguien que viene de afuera de ese mundo, con su estilo espontáneo y politicamente incorrecto y sin grandes denuncias de corrupción en su contra. Parece ser aire fresco en medio de la crisis de representación. Bolsonaro no tiene aliados políticos, su vice es otro militar retirado, y describe su propia candidatura como una candidatura “no partidaria, sino una candidatura por Brasil”. Anclándose en la defensa de los valores tradicionales y con su prepotencia viene a poner orden en el mundo de los políticos. Los posibles militares ocupando roles de ministro, dice, son la garantía de rectitud. En medio de la crisis de representación Bolsonaro saca ventaja, ya que si bien muchos pueden no estar de acuerdo con varios de sus dichos y maneras de actuar les resulta un mal menor en el contexto de deslegitimación de la clase política.
En suma, Bolsonaro viene para restablecer el imperio de los valores en la república corrompida y para acabar tanto con los bandidos de abajo, como con los bandidos de arriba. Es el llamado al orden en medio de la crisis política y económica. Brasil ya ha pagado un alto costo institucional por sacar al P.T. del poder. Un líder autoritario, como Bolsonaro, al frente de un país tan dividido bien puede perjudicar aún más la vida institucional, y con ello la economía y la vida de más de 200 milllones de brasileños. El precio de comprar promesas de orden en base a la prepotencia puede ser muy alto. En el Brasil que se sabe bendecido Dios proveerá, pero ahora los brasileños deben elegir presidente.
(*) Desde Recife, Brasil