INTERNACIONAL
DIARIO PERFIL

Por qué Pepe Firmenich no puede ser como Pepe Mujica

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| Cedoc

El 8 de septiembre de 1973, mientras Mario Firmenich, el líder máximo de Montoneros, se reunía con el general Juan Perón, otro “Pepe”, José Mujica, uno de los principales jefes de Tupamaros, cumplía un año en una prisión en Uruguay, el primero de una condena que se extendió 13 años, hasta 1985, cuando fue uno de los beneficiados de una ley de amnistía.

Montoneros aún no había cometido el error político de matar al secretario general de la CGT, José Rucci, un estrecho colaborador de Perón, pero Firmenich ya insinuaba el comienzo del fin: a la salida del encuentro con el General, un periodista le preguntó si dejarían las armas ahora que Perón estaba de vuelta en el país. “De ninguna manera: el poder político brota de la boca de un fusil”, contestó.

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Los montoneros competían con Perón por el liderazgo del peronismo y del país, y creyeron que las armas eran el camino para llegar al “socialismo nacional”. Preferían los fusiles a la política y nunca se desarmaron, ni siquiera cuando el peronismo volvió al gobierno, en 1973.

El Pepe uruguayo, Mujica, también pensaba así. Pero, hubo algo que lo hizo cambiar hasta convertirse en un político profesional, que ya fue diputado, senador y ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, y ahora parece encaminado a la presidencia.

Mujica ya explicó las razones de su cambio: fueron los años que pasó en la cárcel, cuando tomó conciencia de la derrota y reflexionó sobre sus errores. Por eso, suena verdadero cuando se refiere a su pasado guerrillero. “Estoy recontracurado de las simplificaciones del mundo en buenos y malos, del pensamiento en blanco y negro. Estoy arrepentido”, sostiene.

Son palabras que Firmenich no ha pronunciado hasta ahora. En su autocrítica más elaborada, la que leyó en 1995 en el programa de TV del periodista Bernardo Neustadt, el Pepe argentino asumió “una vez más la responsabilidad política por todo lo actuado por los militares montoneros”, pero luego derivó a la “guerra civil embozada desde 1955” y las atrocidades de la dictadura. Y cuando Neustadt le preguntó sobre el asesinato del general Pedro Aramburu, contestó: “Fue un acto que no decidimos nosotros, lo decidió el pueblo”.

Si ahora Mujica puede presentarse a elecciones en su país es porque ya se liberó de ese pasado trágico y porque esa actitud, que nace de un convencimiento de los errores cometidos y de la necesidad de ser perdonado, le permite entablar con los uruguayos ese diálogo, esa “conversa” como dice el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que es el objetivo de todo candidato.

A Firmenich, en cambio, la gente le huye y por eso, nunca compitió en elecciones. Sí lo hizo otro de los ex comandantes que aún están vivos: Fernando Vaca Narvaja, en 1991, en las internas del peronismo en General Sarmiento, en el Gran Buenos Aires, donde sacó el 9 por ciento. Vaca Narvaja dice en el libro Paredón y después (los corderos mueren en silencio), de Enrique Gil Ibarra, que le contó en un asado a Firmenich sobre su incursión electoral. “Me dijo: `No te envidio´. Y le dije: `Y que crees que sos vos en La Matanza?, ¿pensás que sos más que esto?. No, somos esto, somos una minoría`”.

El Pepe argentino sigue preso de un pasado en el que se creyó Perón.

*Editor jefe de PERFIL. Autor de Operación Traviata, ¿quién mató a Rucci.