La comunidad drusa, una minoría religiosa con fuerte presencia en Siria, Líbano, Israel y Jordania, volvió a ocupar un lugar central en la escena internacional ante los recientes enfrentamientos que dejaron más de 250 muertos y expusieron la tensión con el nuevo gobierno sirio. A lo largo de los años, esta comunidad se caracterizó por mantener una fe cerrada: no acepta conversos, desalienta el matrimonio fuera de su grupo y reserva sus creencias a una élite de iniciados.
Durante el siglo XI, la religión drusa surgió como una rama del islam chiita ismailí, en tiempos del califa al-Ḥākim bi-Amr Allāh, a quien algunos seguidores comenzaron a venerar como una figura divina. Aquella interpretación fue rechazada como herejía, y el movimiento quedó vinculado a Muḥammad al-Darāzī, uno de sus primeros líderes, de donde deriva el nombre “drusos”.
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Aunque viven en distintos países, los drusos mantienen vínculos familiares, religiosos y culturales que cruzan las fronteras. La mitad reside en Siria, especialmente en la provincia de Sweida —conocida como Jabal al-Druze o “Montaña de los Drusos”—, en suburbios de Damasco como Jaramana y Ashrafiyat Sahnaya, y en los Altos del Golán, ocupados por Israel desde 1967.
Misterio, hermetismo y tradiciones estrictas

La comunidad drusa es una minoría árabe, monoteísta y profundamente hermética, que a lo largo del tiempo incorporó elementos del hinduismo, la filosofía griega antigua, el cristianismo y el judaísmo, formando un sistema espiritual único y enigmático. A diferencia de otras religiones, la comunidad establece normas estrictas: no permite nuevos fieles, prohíbe el proselitismo y desalienta con firmeza los matrimonios fuera del grupo.
A muchas de sus creencias solo accede una élite llamada ʿuqqāl (“sabios”), quienes son los únicos autorizados a conocer los textos sagrados y participar plenamente en los rituales religiosos. La mayoría de la comunidad practica su fe con un conocimiento limitado, basado en la confianza y la tradición. También, creen en la reencarnación, visten de forma tradicional —túnicas negras, turbantes blancos para los hombres y velos del mismo color para las mujeres—, y preservan una identidad fuerte incluso frente a la modernidad y los conflictos que los rodean.
Desde la caída de Bashar al Asad en 2024, los sectores extremistas sunitas leales al nuevo presidente sirio, Ahmed al-Charaa, intensificaron los ataques contra minorías religiosas, entre ellas los drusos. Ante este escenario, Israel mostró un respaldo abierto. La comunidad drusa local suma alrededor de 150.000 ciudadanos que viven principalmente en el norte, mantienen un vínculo estrecho con el Estado y forman parte, incluso, de sus fuerzas de seguridad.
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La entrada del ejército sirio en un bastión druso del sur del país, de acuerdo a lo informado por el gobierno, reavivó el temor a ataques contra minorías y desencadenó nuevos bombardeos israelíes contra las fuerzas de Damasco. Durante el fin de semana, los enfrentamientos entre fuerzas drusas y tribus beduinas en Suwayda dejaron al menos 30 muertos y decenas de heridos, lo que llevó a la intervención estatal, que sufrió la pérdida de 18 soldados.
A medida que fuerzas islamistas aliadas al gobierno se sumaron al conflicto esta semana, creció la preocupación entre los drusos, lo que llevó a su líder espiritual, Hikmat Al-Hijri, a solicitar protección internacional contra la “campaña bárbara” del gobierno y sus aliados. Al-Hijri afirmó: “Nos enfrentamos a una guerra de exterminio total”.
Desde que Israel se comprometió a proteger a los drusos en Siria, lanzó ataques contra las tropas gubernamentales que avanzaban hacia Suwayda y prometió continuar con esa defensa. Aunque el presidente sirio Ahmed al-Sharaa aseguró que cuidaría a todas las comunidades, las fuerzas extremistas sunitas leales a él siguen enfrentándose violentamente a las minorías religiosas. Los enfrentamientos recientes dejaron cientos de muertos, incluyendo la represión contra la secta alauita en Latakia y los choques entre fuerzas progubernamentales y milicias drusas.

La negativa de las milicias drusas a desarmarse y unirse al ejército nacional es un foco importante de tensión. Al-Sharaa quiere unir todas las fuerzas armadas bajo un mismo mando, pero los seguidores de la religión insisten en conservar sus armas y milicias propias. Mientras tanto, Israel mantiene una estricta vigilancia y establece una zona de desmilitarización en el sur de Siria, que prohíbe el ingreso de armas y tropas.
MV/DCQ