El presidente iraní saliente, el moderado Hasan Rohani, y su mayor rival, el religioso conservador Ebrahim Raisi, se inscribieron ayer como candidatos a las elecciones presidenciales del 19 de mayo, que podrían determinar el futuro del país.
Rohani, de 68 años, goza del apoyo de moderados y reformistas. El presidente, que también es un religioso, cerró un acuerdo histórico con las grandes potencias sobre el programa nuclear iraní y redujo una inflación del 40% a cerca del 8% en menos de cuatro años.
Aunque Rohani ha logrado aportar una mayor libertad en lo social, sigue habiendo presos políticos, incluidos los líderes opositores Mir Hosein Musavi y Mehdi Karubi, en arresto domiciliario desde 2011.
La falta de mejoras económicas y la tasa de desempleo, que pasó del 10,5% al 12,4%, han decepcionado a muchos iraníes, y las multimillonarias inversiones extranjeras que se esperaban en la República Islámica no han llegado.
El gobierno, consciente de las dificultades que atraviesan las clases populares, acaba de decidir triplicar la ayuda directa que reciben unos 10 millones de iraníes (sobre una población de 80 millones).
La medida, que costará más de 3 mil millones de dólares al año, ha suscitado críticas de los conservadores, que han acusado a Rohani de intentar comprar el voto de las clases populares.
Sectarismo. Raisi, una figura en auge y cercana al guía supremo, el ayatolá Ali Jamenei, se centra en la desocupación, que afecta a 3,3 millones de personas. “En los gobiernos pasados hubo buenos avances. Pero a pesar de todo, la gente se pregunta por qué sigue habiendo paro. Con una gestión no sectaria podemos salir de esta situación”, declaró el candidato de 56 años.
Respecto de las cuestiones internacionales, se mostró moderado al presentarse como un partidario de “la interacción con todos los países y todas las fuerzas internacionales, pero con respeto”, excepto con Israel, cuya existencia no reconoce Irán.