“La democracia está bajo amenaza” en Brasil. Esta dura advertencia procede nada menos que del juez Edson Fachin, presidente del Tribunal Superior Electoral, a quien le toca este año cuidar que los “resultados de las elecciones de octubre se correspondan con la voluntad legítima de los electores”. Hubo señales evidentes proferidas por Jair Bolsonaro en un discurso en el Palacio del Planalto, cuando defendió la dictadura que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, y profirió nuevos ataques contra la justicia.
No es la primera vez que el jefe de Estado entona alabanzas al hablar de ese período de 21 años que se rigió por presidentes de las Fuerzas Armadas. Ocurre que, en esta oportunidad, sus palabras fueron precedidas por una prédica del general.
Walter Braga Neto, escrita en términos idénticos. El militar dejó esta semana el ministerio de Defensa para dirigir “estratégicamente” la campaña electoral de Bolsonaro, a quien acompañará como futuro vice.
Walter Braga Neto dejó esta semana el ministerio de Defensa para dirigir “estratégicamente” la campaña electoral de Bolsonaro, a quien acompañará como futuro vice.
En su mensaje, firmado también por los comandantes de las tres armas, se afirma que “el Movimiento del 31 de marzo de 1964 fue un marco histórico para la evolución política brasileña, pues reflejó los deseos y aspiraciones de la población de la época”. Sostiene también que durante esos largos años, en los que la ciudadanía brasileña soportó prisiones, secuestros, torturas y muertes, el país logró “estabilidad, seguridad, crecimiento económico y maduración política”.
En ese comunicado, el ex ministro de Defensa Braga y los jefes de Aeronáutica, Marina y Ejército, trazan un cuadro insólito de la época donde, según ellos, “las Fuerzas Armadas observaron estrictamente el reglamento constitucional, en defensa de la nación y al servicio de su verdadero soberano: el pueblo brasileño”. La justificación es que, gracias al golpe, los militares impidieron que se instalara un “régimen totalitario” en el país.
El jueves último, 24 horas después de esa proclama militar, Bolsonaro replicó los conceptos. Negó que el 31 de marzo de 1964 haya existido un golpe de Estado, pues según él aquel día no había nadie en el gobierno del país. La realidad es que el golpe tuvo como víctima precisamente al ex presidente Joao Goulart, quien debió dejar Brasil y refugiarse en la Argentina (donde habría de fallecer de manera sospechosa el 6 de diciembre de 1976).
En la visión del ex capitán Bolsonaro, en ese período dictatorial “todos tenían el derecho de ir y venir, de salir de Brasil, de trabajar y estudiar”. En ese contexto agregó: “¿Qué sería de Brasil sin las obras del gobierno militar. No seríamos nada, apenas una republiqueta”.
Luego de semejante introducción, donde la propia historia resultó victimada, el presidente que busca su reelección aseguró: “El pueblo armado jamás será esclavizado. Y pueden tener la certeza de que, en las elecciones de octubre, los votos serán contados en Brasil. No serán dos o tres (jueces electorales) que decidirán cómo hay que contarlos”.
No es extraño entonces que el mundo político brasileño trabaje con la hipótesis de una reacción de Bolsonaro al estilo de Donald Trump, cuando envió sus huestes a invadir el Capitolio. Peor aún: según los medios brasileños entre los escenarios que imaginan las Fuerzas Armadas para los comicios que se avecinan figura la “convulsión nacional”.
*Autora de Brasil 7 días. Desde San Pablo, Brasil.