Gabriel García Márquez contaba que uno de los placeres de la vida es encontrar las imbecilidades de los diccionarios. También decía que para él, constituyen una cierta forma de venganza contra el destino, "porque mi abuelo el coronel me enseñó desde muy niño que los diccionarios no sólo lo sabían todo, sino que además no se equivocaban nunca".
Seguramente las imbecilidades continúan ocupando espacio en los diccionarios; como las torpezas, producto de la soberbia y orgullo, ocupan el suyo en las páginas políticas. También estas torpezas no dejan de ser una forma de venganza contra el destino. Como García Márquez concluyó que sí los diccionarios se equivocaban, el líder de Unidas Podemos (UP), Pablo Iglesias, hoy pudo certificar que la soberbia en política es una torpeza. Del otro lado, Pedro Sánchez, el secretario general del PSOE y presidente en funciones, hizo lo propio con el orgullo.
El socialista, convencido como estaba de que no necesitaba de nadie, provocó unas nuevas elecciones, y con ellas llevó a Vox a la primera línea de la política española. El seguidor de Ernesto Laclau y del kirchnerismo, rechazó la endémica propuesta del socialista por sentirse ninguneado. Se consumó, de esta forma, la venganza contra el destino. Uno y otro, como en el juego de la Oca, se vieron obligados a retornar a la casilla de salida. En el mismo punto en que el destino los unió, allá por abril para separarlos en septiembre.
España vota otra vez: entre la parálisis política y el auge de la extrema derecha
Sánchez, superviviente nato, supo enseguida que la salida del laberinto en el que se hallaba encerrado, tras su victoria pírrica en las elecciones del domingo, pasaba por cerrar el acuerdo que evitó en abril con el líder de izquierdas. Iglesias, derrotado una vez más en las urnas, supo también esa misma noche que su tabla de salvación no era otra que el abrazo con Sánchez, como sucedió este mediodía español.
Sánchez, apremiado como estaba para salvar su cabeza, pedida con insistencia por los principales dirigentes del Partido Popular, fue quien, a primera vista más tuvo que ceder para cerrar el acuerdo. En abril, vale recordar, el socialista vetó el ingreso de Iglesias en el Ejecutivo, así como entregar ministerios con atribuciones a miembros de Podemos. Distintas fuentes de ambos partidos filtraron que el líder de UP ocupará una de las vicepresidencias del Gobierno, y cinco carteras serán entregadas a dirigentes de esa formación. La otra vicepresidencia, en este caso la de Economía, según las mismas fuentes, estará a cargo de Nadia Calviño, dirigente socialista no del agrado de Iglesias por su tendencia neoliberal. Con la confirmación de Calviño, Iglesias también probó a qué sabe el polvo cuando se lo muerde.
Otra consecuencia del acuerdo es que ahora sí Sánchez deberá atender las llamadas de Quim Torra, presidente de la Generalitat de Cataluña, según lo dispuesto en el punto 9 en el que se comprometen a garantizar la convivencia en Cataluña y la normalización de la vida política. "Con ese fin, se fomentará el diálogo en Cataluña, buscando fórmulas de entendimiento y encuentro, siempre y cuando dentro de la Constitución", reza el texto firmado por ambos políticos.
Otros puntos del documento reflejan las coincidencias programáticas entre los dirigentes del PSOE y de UP. Como consolidar el crecimiento y combatir la precariedad laboral; trabajar por la regeneración política y luchar contra la corrupción, así también comprometerse en la lucha por el cambio climático. El acuerdo habla además de fortalecer a las pequeñas y medianas empresas junto con los autónomos; aprobar derechos que garanticen la dignidad de las personas, como el derecho a la muerte digna y la eutanasia. Asimismo, asegurar la cultura como derecho y promoción de políticas feministas. Y revertir la despoblación del interior del país, lo que se conoce como la 'España vaciada'.
El último punto del acuerdo, el que habla de justicia fiscal y equilibrio presupuestario, quizás, junto con el referente a Cataluña, es el que puede generar algún cortocircuito entre los socialistas y la dirigencia de Podemos. Sólo habla del control del gasto público –donde Iglesias y su equipo deberán vérselas con Calviño- pero nada dice de cuál será la política fiscal. Es bien sabido que UP fomenta una subida de impuestos a las grandes empresas y fortunas. Y presionar a los bancos beneficiados con los 40 mil millones de euros (60 mil según el tipo de cálculo que se haga) para que devuelvan el dinero.
Medidas como cabe esperar muy mal vistas por el Ibex 35, que entró en pérdidas inmediatamente conocido el acuerdo, junto con Bankia, entidad que está en la mira de Podemos por tener su origen en el principal referente de los bancos rescatados.
Lo cierto es que el primer paso para la conformación de un Gobierno (el acuerdo no es sólo para la investidura, sino para los cuatro años de legislatura) presidido por Sánchez está dado. Ahora falta convencer al resto de partidos que no integran el bloque de las derechas. Los teléfonos ya estarán sonando en los principales despachos de Más País (formación creada por el ex Podemos Iñigo Errejón, que sólo logró tres escaños), Partido Nacionalista Vasco (PNV), Bloque Nacionalista Galego (BNG) y Partido Regionalista de Cantabria (PRC, con un diputado y cercano al PSOE). Con todo, será además necesaria la abstención de Ciudadanos –que tras la debacle electoral posiblemente se integre al PP- o la de EH Bildu o Esquerra Republicana de Catalunya (ERC).
Mientras tanto, Pablo Casado y Santiago Abascal, líderes del PP y Vox, respectivamente, cargan los cañones para una legislatura que se vislumbra muy dura por parte de la oposición, aunque incapacitada para presentar una moción de censura.
Sánchez e Iglesias, por el momento respiran.