Una madre somalí debió tomar la dramática decisión de elegir entre la vida de dos de sus hijos. Sucedií a medio camino entre Somalia y Kenia, cuando Wardo Mohamud Yusuf, de 29 años, escapaba del hambre y de la sequía junto a sus dos hijos.
Luego de varias semanas de caminar bajo el sol y el calor de Africa, casi sin agua ni comida, su hijo de cuatro años se desmayó y no pudo reanimarlo, y ni siquiera recibió la ayuda de las personas que, como ella, caminaban en esas condiciones para huir de la sequía.
"Al final, decidí dejarlo en manos de Dios", contó luego Wardo en diálogo con el diario Daily Mail, cuando fue entrevistada en campo de refugiados de Dadaab, en Kenia. "Ahora vivo cada día con el dolor de haberle abandonado. Me despierto por las noches pensando en él. Me aterroriza ver niños de su edad", contó la joven madre. Y dijo que fue el único modo de seguir camino para salvar a su otra hija.
Wardo es solo una de las miles de personas se refugian en Kenia, ante la grave situación de hambruna que existe en Somalia, además de la sequía. El país está siendo afectado por niveles nunca antes vistos de desnutrición, producto de guerrilleros islámicos que no permiten el ingreso de alimentos a la zona.
El campo de refugiados de Dadaab es un inmenso complejo de varios campos situado en el este de Kenia, que acoge unos 380.000 refugiados -la gran mayoría somalíes-, algunos de los cuales llevan 15 años instalados en este reino de polvo y lonas de plástico.