Taiwán entendió la crisis del coronovirus como pocos. Con 398 casos y solo seis muertes, levantó el perfil político durante la pandemia, al denunciar que había advertido en diciembre pasado a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre casos de neumonía en China, erigiéndose en un poderoso ariete de Estados Unidos en su enfrentamiento con Beijing. Así, logró visibilizar su reclamo de más participación en la comunidad internacional, mediante una inteligente y sofisticada “diplomacia del barbijo” insular, que busca contrarrestar la también intensa política exterior de Xi Jinping, enviando millones de insumos sanitarios a Europa, Washington y sus aliados tradicionales.
“Taiwán ha puesto de manifiesto que por estar fuera de la OMS no se la escuchó y que si la hubieran escuchado, quizás se hubiera prevenido la pandemia con mayor antelación”, explicó a PERFIL Francisco Urdinez, profesor de la Universidad Católica de Chile, quien consideró que el país “está intentando ganar visibilidad porque le conviene que su reclamo esté en la prensa”. “Todos los años se vota en Naciones Unidas si Taiwán debe seguir excluida de la organización. Lo que pasó con la OMS ayuda un montón. Es muy probable que el próximo año esto se levante con fuerza”, agregó.
Con los lemas “Taiwán puede ayudar” y “Taiwán está ayudando”, la presidenta Tsai Ing-wen donó 10 millones de barbijos, guantes y otros insumos a sus aliados diplomáticos (el único que lo reconoce en América del Sur es Paraguay), a miembros de la Unión Europea y a los Estados Unidos. Además, envió seis millones adicionales a países a los que está dirigida la Nueva Política hacia el Sur de Taiwán, entre ellos Australia y Nueva Zelanda.
“Lo novedoso es que Taiwán ahora está enviando ayuda a países que tienen relaciones diplomáticas con China, por ejemplo, España e Italia. Está teniendo un rol muy activo con países donde hacía mucho tiempo que no interactuaba”, agregó Urdinez. La isla ofrece barbijos, guantes y equipos destinados a la protección del personal sanitario, en una política de poder blando que intenta demostrar su responsabilidad en la comunidad internacional. Su asistencia está enfocada “en el desarrollo humano y en los valores democráticos”, revela Urdinez, destacando sus diferencias con China continental.
Esos envíos también tienen el objetivo de contrarrestar la diplomacia del barbijo de Xi Jinping. China y Taiwán están enfrentados desde el final de la guerra civil en 1949, cuando los líderes nacionalistas del Kuomintang fueron derrotados por Mao Zedong y se exiliaron en la isla. Desde entonces, los dos regímenes reclaman ser los verdaderos y legítimos representantes del pueblo chino. La pulseada se inclinó hacia Beijing en 1971, cuando fue reconocido por la Asamblea General de Naciones Unidas como “el único representante legítimo de China”. Pero el conflicto entró en un punto muerto luego que ganara consenso la política de “Una sola China, dos sistemas”, con interpretaciones distintas a cada lado del Estrecho de Taiwán. Esa hibernación tuvo su punto culminante con la primera reunión bilateral de mandatarios en 2015, donde Xi y Ma Ying-jeou se estrecharon la mano en Singapur y acordaron mantener el statu quo.
Pero la “Pax China” se esfumó con la llegada de Tsai al poder. “El Partido Demócrata Progresista pone en tela de juicio la política de ‘Una sola China, dos sistemas’. Es el real enemigo del Partido Comunista chino, no el Kuomintang”, asegura Bernabé Malacalza, investigador del Conicet y profesor de la Universidad Nacional de Quilmes.
La presidenta de Taiwán llamó en 2016 a Trump para felicitarlo por su triunfo en las elecciones. Su jugada se convirtió en un pleno cuando el republicano anunció en una entrevista que evaluaba restablecer relaciones diplomáticas con la isla, algo que aún no concretó. Aficionado a la diplomacia transaccional, Trump pareció utilizar el conflicto para arrancarle concesiones a China en plena disputa comercial, geopolítica y tecnológica.
Taiwán, de solo 23 millones de habitantes, se las arregló para convertirse en el ariete con el que la Casa Blanca ataca a China y la OMS. Así, avanzó casilleros en el tablero geopolítico, con una idea simple y efectiva: dentro de las organizaciones internacionales soy más útil que afuera. Y, también, menos peligroso.
La Armada puso a 700 marinos en cuarentena
Unos 700 miembros de la Marina de Guerra de Taiwán fueron puestos ayer en cuarentena luego que se confirmaran tres casos positivos de Covid-19 en miembros de la tripulación que regresó de una misión de buena voluntad en la República de Palau, en el Oceáno Pacífico.
Tres barcos de la Armada del país asiático habían visitado Palau, un archipiélago de islas que estuvo bajo la administración de los Estados Unidos hasta su independencia en 1994 y uno de los quince países que mantienen relaciones diplomáticas formales con Taiwán, a mediados de marzo.
Antes de que regresaran a sus casas, las autoridades decidieron someterlos al test y, según informó el ministro de Salud, Chen Shih-chung, tres de ellos dieron positivo. Como medida preventiva, los 700 marineros de los tres barcos fueron puestos en cuarentena. La oficina presidencial de Taiwán informó que la presidenta Tsai Ing-wen asistió a la ceremonia de regreso del barco, pero saludó a los marineros desde la costa, sin exponerse al riesgo de infección. Taiwán, que tiene una población de alrededor de 23 millones de personas, hasta ahora ha reportado solo 398 casos de coronavirus y seis muertes.