Más allá de Dilma Rousseff, el desenlace de la crisis institucional brasileña tiene dos grandes protagonistas: Luiz Inácio Lula da Silva y Michel Temer. En bandos enfrentados, el ex mandatario y el actual vicepresidente –quien rompió con el gobierno hace tres semanas– se pusieron al frente de las operaciones políticas en torno del proceso de impeachment contra Rousseff y de las negociaciones con los legisladores indecisos. Temer se movía ayer en un clima de victoria anticipada entre sus partidarios, quienes creen que cuentan con los votos suficientes para iniciar el juicio político, en cuyo caso el vice quedaría al frente del Ejecutivo por 180 días. Por su parte, Lula redobló la presión sobre los diputados y senadores al difundir un video en el que advirtió que “nadie conseguirá gobernar un país de 200 millones de habitantes sin la legitimidad del voto popular”.
Si los diputados y senadores dan curso al juicio político, Rousseff quedará suspendida del cargo por seis meses y Temer asumirá la presidencia hasta que haya veredicto. Desde que puso fin a su alianza con el gobernante Partido de los Trabajadores (PT), la conducción del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), al que pertenece el vicepresidente, ha trabajado en favor del impeachment. La prensa brasileña informó que Temer entabló diálogos con legisladores de los llamados “partidos fisiológicos” –aquellos que mañana tendrán la llave de la votación en el recinto– y les ofreció ministerios en su eventual gobierno a cambio de un voto positivo. Incluso les habría prometido incrementar el Bolsa Familia, el programa social más emblemático de la administración petista.
Según reveló O Globo, el vicepresidente protagonizó anteanoche una cena en Brasilia de cerca de ochenta parlamentarios favorables al impeachment, en la que lo aclamaron como virtual nuevo jefe de Estado. En los cálculos opositores, el juicio político es casi un hecho y Temer –a quien Rousseff calificó como “uno de los jefes de la conspiración” en su contra– es el gran beneficiado.
Aguanta. Sin embargo, desde el extremo opuesto del ring, aún tira golpes un peso pesado: Lula da Silva. El mentor de Rousseff y carta del PT para las elecciones de 2018 se puso al frente de la estrategia oficialista contra el juicio político. Lula expresa sin tapujos lo que Dilma no puede decir: si hay impeachment, el próximo gobierno deberá enfrentar la resistencia callejera del PT y sus movimientos sociales afines. En un video difundido ayer en las redes sociales, el ex presidente advirtió que “una cosa es disentir con el gobierno y otra es embarcarse en aventuras, creyendo en el canto de sirena de quienes se sientan en la silla (presidencial) antes de hora”. Ahora sólo resta contar los votos.