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recuerdos del watergate

Todos los hombres del presidente: los nexos del entorno de Trump con Rusia

Cinco de sus asesores más cercanos están en la mira del FBI por sus contactos con el Kremlin. El escándalo amenaza a un gobierno acorralado por sus errores y reveses.

Trump Temes
Dibujo de Temes | Pablo Temes

Como si fuese una secuela de la afamada película Todos los hombres del presidente, basada en el libro de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre el Watergate, varios de los más cercanos funcionarios y asesores de Donald Trump están sospechados de vincularse con el Kremlin durante la campaña electoral, en la que Vladimir Putin ordenó interferir mediante ciberataques al comité nacional demócrata y al entorno de Hillary Clinton, según denunciaron el FBI, la CIA y la NSA.

Al menos cinco de sus colaboradores están bajo la lupa de las autoridades y de la opinión pública. Los hombres del presidente Trump son Jeff Sessions, procurador general; Michael Flynn, ex asesor de seguridad nacional –renunció por el escándalo–; Paul Manafort, ex jefe de campaña de Trump, que también dimitió antes de los comicios; Roger Stone, consultor político republicano, y Carter Page, experto en política exterior. El temor en la Casa Blanca apunta a que esa lista se engrose en los próximos días con más sospechosos de “conspirar” con Moscú.

“El FBI, como parte de nuestra labor de contrainteligencia, está investigando los intentos del gobierno ruso de interferir en las elecciones presidenciales de 2016”, afirmó esta semana James Comey, director del organismo, quien agregó que busca determinar si los asesores de Trump coordinaron acciones con funcionarios rusos para influir en los comicios.

Por lo pronto, las esquirlas ya alcanzaron a varios encumbrados dirigentes. Flynn, el general que Trump eligió para asesorarlo en política exterior y de seguridad, salió eyectado de su cargo luego de que la prensa revelara que durante los últimos dos años fue contratado por el medio oficialista Russia Today, tras ser desplazado por Barack Obama de su cargo como jefe de la Agencia de Inteligencia de la Defensa. Con motivo del décimo aniversario del canal de televisión, Flynn viajó en 2015 a Moscú y compartió mesa con el mismísimo Putin. Durante la campaña y tras la victoria de Trump, el asesor habló por teléfono varias veces con Sergey Kislyak, embajador ruso en los Estados Unidos, con el que habría acordado levantar las sanciones económicas impuestas a ese país.

Sessions también dialogó con el diplomático y omitió esa información en sus audiencias de confirmación ante el Senado. Por eso mismo, los demócratas piden ahora que sea desplazado, lo que significaría un duro golpe para una administración que aún no hace pie en Washington.

Más vínculos. Stone, por su parte, es el nombre que surgió durante la declaración de Comey frente al Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, tras conocerse la investigación del FBI. Se trata de un monje negro –se autodefinió como un “sucio estafador”–, que hace treinta años es amigo de Trump y lo incentiva a lanzarse a la política. Ex funcionario de Richard Nixon, adelantó, antes que WikiLeaks difundiera los correos electrónicos del jefe de campaña demócrata, John Podesta, que habría novedades que lo afectarían políticamente.

Paul Manafort dirigió la campaña del magnate inmobiliario hasta tres meses antes de las elecciones, cuando se conoció que fue lobbista del ex presidente de Ucrania Viktor Yanukovich, conocido aliado del Kremlin. Según The New York Times, dialogó por teléfono en plena campaña con agentes de inteligencia rusos.

Carter Page, asesor de política exterior del presidente, es un empresario y académico con estrechos vínculos con el establishment ruso. Trabajó tres años en Moscú para Merril Lynch y asesoró al gigante estatal Gazprom. Viajó en julio a Rusia, el mes que WikiLeaks difundió los e-mails de Podesta.

Si bien esos vínculos no implican que hubiese coordinación entre Trump y Putin para interferir en las elecciones, lo que sí revelan es la cercanía de sus asesores más inmediatos con el Kremlin, en momentos en que el FBI investiga si hubo una “colusión” para perjudicar a Clinton. Cada día, el Russiagate se parece más al Watergate.