Estados Unidos y Corea del Norte, que acordaron el jueves una próxima reunión entre Donald Trump y Kim Jong-Un, tienen desde la guerra de Corea relaciones marcadas por fuertes tensiones, con cortos períodos de deshielo. En los últimos meses, la guerra verbal y los “ensayos” misilísticos hicieron sonar las alarmas, especialmente cuando el norcoreano desafió diciendo que tenía un dedo apoyado sobre un botón capaz de desatar una guerra nuclear.
El punto más crítico de la relación llegó cuando Donald Trump ganó la presidencia estadounidense. El 2 de enero de 2017, Trump afirmó que Corea del Norte nunca podría desarrollar un arma nuclear capaz de alcanzar territorio estadounidenses pese a las frecuentes amenazas que lanza el “Líder Supremo” norcoreano, conocido por sus salidas de tono.
En julio del año pasado, el gobierno de Pyongyang realizó dos lanzamientos de misiles intercontinentales: "Todo el territorio estadounidense está a nuestro alcance", se jactó Kim Jong-Un, el joven que ascendió al poder tras la muerte de su padre. El 8 de agosto, Trump prometió "fuego e ira" contra Corea del Norte. Tres semanas después, el 29 de agosto, Pyongyang lanzó un misil balístico que sobrevoló territorio japonés y a Trump no le quedó otro remedio que asumir que "discutir" con Corea del Norte "no es la solución".
EL TRASTORNADO Y EL HOMBRE COHETE
El 3 de septiembre pasado, los norcoreanos realizaron su sexto ensayo nuclear, afirmando haber probado una bomba H. Tras amenazar en la ONU con "destruir totalmente" Corea del Norte y de calificar a su dirigente de "pequeño hombre cohete", Trump hizo volar el 23 de septiembre bombarderos estadounidenses cerca de las costas norcoreanas, muestra del poder militar de su nación.
Pyongyang no demoró en responder, amenazando con derribar los aviones y acusando a Trump de haber "declarado la guerra". Kim se refirió a Trump en un discurso como “el trastornado”. La tensión siguió creciendo al punto de que el 26 de septiembre, el gobierno de EE.UU. sancionó a ocho bancos norcoreanos y a 26 ciudadanos de ese país acusados de cooperar financieramente con el desarrollo del programa nuclear de Pyongyang.
Las cosas parecieron apaciguarse en la alarmante relación entre las dos potencias militares con la llegada de los Juegos Olímpicos de Invierno en la ciudad de Pyeongchang (Corea del Sur).
Los Juegos, celebrados en febrero de este año, marcaron un acercamiento entre las dos Coreas y emisarios de ambos países se encontraron en Pyongyang, con el beneplácito de Washington. El consejero de seguridad surcoreano, Chung Eui-yong, dijo que Kim habló de la posibilidad de un "diálogo franco" con Estados Unidos para discutir sobre desnuclearización.
Finalmente, este 8 de marzo, durante una visita a la Casa Blanca, Chung anunció que Kim invitó a Trump a encontrarse en los próximos meses. La Casa Blanca confirmó que Trump aceptó la invitación, pero a la vez aseguró que las sanciones contra el país asiático siguen vigentes.
Kim explicó a los diplomáticos surcoreanos que su gobierno no veía razones para mantener su programa de armas nucleares si se obtenían garantías a la seguridad nacional. Ante esa puerta abierta, Trump declaró que los esfuerzos para desactivar las tensiones eran "muy positivos". Solo unas semanas antes el heredero de la dinastía comunista aseguró tener "un botón nuclear siempre en mi escritorio", y que "todo Estados Unidos está al alcance de nuestras armas nucleares".
EN EL EJE DEL MAL
La enemistad entre Estados Unidos y Corea del Norte es histórica. Nació en 1945, cuando la ocupación japonesa de la península de Corea culminó con su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Corea se dividió por el paralelo 38 entre el Norte, gobernado por Kim Il-Sung con el apoyo soviético, y el Sur, protegido por Estados Unidos.
En junio de 1950, Corea del Norte invadió el Sur con el apoyo de China y la Unión Soviética. Una coalición encabezada por Estados Unidos reconquistó Seul y tres años más tarde se firmó un armisticio que nunca llegó a convertirse en tratado de paz. Washington impuso las primeras sanciones a Corea del Norte.
Desde entonces, todo fueron amenazas, secuestros, violación de acuerdos y ensayos misilísticos que exacerbaron a Occidente. La primera visita de alto nivel de parte de los Estados Unidos a Pyongyang fue la del expresidente Jimmy Carter, en 1994, bajo la autorización de Bill Clinton. Unos años después la entonces secretaria de Estado Madeleine Albright se reunió con Kim.
La relación de Pyongyang y Washington se recalentó con la llegada al poder de George W. Bush, quien situó a Corea del Norte, Irak e Irán en lo que calificó de "eje del mal". Pyongyang delcaró que era "imposible" participar en nuevas negociaciones con Estados Unidos sobre su programa nuclear y calificó a Bush de “tirano”, “peor que Hitler y de “imbécil político”.