“¿Make America Great Again? Ningún slogan devolverá la industria manufacturera al medio oeste”, me decía Naomi Lamoreaux, en vísperas del triunfo de Trump en 2016. Esa frase de la historiadora de la Universidad de Yale identificaba la falla de origen de la promesa dirigida al núcleo del viejo “cinturón oxidado”, donde el outsider republicano obtuvo la ventaja decisiva para ganar una elección donde obtuvo casi 3 millones de votos menos que Hillary. Es la varita mágica del Colegio Electoral de Estados Unidos, aquella que permite obtener una victoria nacional, a partir de una combinación de triunfos en los pocos estados que definen la elección norteamericana.
Rumbo a 2020, Trump necesitará reeditar, sí o sí, sus victorias decisivas en Michigan, Pensilvania y Wisconsin. Repetir Iowa y Ohio sería cartón lleno. A tal fin, será fundamental que pueda corroborarse en las urnas de los estados del antiguo epicentro de la industria automotriz y metalúrgica mundial, el giro político laborista de los republicanos que sugirió el ex estratega de Trump en The Guardian. “Convertimos al Partido Republicano en el partido de la clase trabajadora”, aseveró Steve Bannon. ¿Mito? ¿Realidad? Ambas cosas, como todo lo que rodea al Tuitero en Jefe de los Estados Unidos. Hasta mediados del año pasado, la política económica de Trump, devolvió puestos de trabajo de cuello azul, a una tasa de crecimiento cercana al 20% anual en Michigan y Ohio.
Pero tal expansión fue mas tímida en Pensilvania y Wisconsin, alcanzando apenas un pico de 10% el año pasado, aunque en franca caída desde comienzos de este año. Más aún, es de esperar que esta tendencia negativa se profundice ante el reciente acuerdo comercial con China, que supone la reapertura del mercado oriental para los productores agropecuarios norteamericanos, a cambio del ingreso de las baratas manufacturas “Made in China”. Esto no sólo desdibujará el mensaje “Make America Great Again”, sino que provocará también por el incumplimiento de otras promesas de campaña de Trump, como la eliminación del seguro de salud Obamacare que, según su permanente latiguillo, resulta una “catástrofe” para los productores estadounidenses.
La probabilidad de una recesión para 2020, hoy moderada, podría agravar aún más el panorama para su base de votantes nostálgicos de los tiempos de la industria “Made in USA”, a quienes, a pesar de ello, hoy Trump continúa seduciendo y activando por dos vías. En primer término, debajo del paraguas “America First”, Trump está ofreciendo el espectáculo de 5 mil deportaciones mensuales “voluntarias”.
Ahora, con el impeachment impulsado por los demócratas, Trump resolvió su campaña 2020. Dejará de ser el presidente más impopular de la historia moderna de Estados Unidos, 45% de aprobación máxima según Gallup, para convertirse en el gran líder defendido por una base republicana en pie de guerra que, de acuerdo a los últimso sondeos, hoy lo venera más que a Abraham Lincoln. Ergo, si su rival no es Biden, hay Trump para rato.
*Analista político y consultor estratégico.
@DanielMontoya_