El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, recibió hoy a uno de sus más fervientes admiradores: su homólogo de Brasil, Jair Bolsonaro, con quien espera inaugurar una nueva alianza hemisférica. Los mandatarios comparten el rechazo al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela; una mirada crítica sobre el rol de China en el comercio internacional; y defienden en sus respectivos países la posesión y portación de armas de fuego de los civiles.
“Es el comienzo de una asociación centrada en la libertad y la prosperidad”, destacó Bolsonaro, horas antes de ingresar al Salón Oval. El jefe de Estado brasileño buscaba que la Casa Blanca reconociera a su país como “aliado preferente fuera de la OTAN”, lo que le abriría la puerta a la transferencia de tecnología y a recibir cooperación y recursos de defensa. Además, otro de sus objetivos era obtener un espaldarazo para ingresar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Trump y Bolsonaro comparten objetivos y agenda política. Ambos impulsan la salida del poder de Maduro, son críticos de los gobiernos de Cuba y Nicaragua, y comparten una línea dura sobre el multilateralismo, la inmigración y el ascenso internacional de China. Sin embargo, esa alineación “incondicional” con Estados Unidos genera resquemores en Brasilia. “Temo que Bolsonaro se ponga en una postura de subordinación con Trump”, expresó el ex embajador brasileño en los Estados Unidos, Roberto Abdenur.
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Otro de los temas en los que tienen sintonía es en defender el “derecho” de sus ciudadanos a poseer y portar armas de fuego. Bolsonaro llegó a la Casa Blanca una semana después de la matanza en la escuela de Suzano, en las cercanías de San Pablo, donde dos jóvenes mataron a ocho personas y, luego, se suicidaron. El presidente lamentó públicamente la tragedia, pero no aludió a su polémico proyecto de liberalizar y extender la posesión y portación. Trump, por su parte, también exhibe una cercanía política con el lobby de las armas: participó el año pasado de la convención de la Asociación Nacional del Rifle, que financió su campaña presidencial en 2016, y propuso armar a los profesores en las escuelas tras la matanza de Parkland.
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Bolsonaro, que reveló la semana pasada que duerme con un arma al lado de la cama en el Palacio de la Alvorada, propuso mano dura contra el crimen organizado y flexibilizar la actual ley de control de armas, impulsada por Lula en 2004, que prohibió la portación a los civiles. “Con todas las restricciones existentes y de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Brasil es el país con el mayor índice de muertes por arma de fuego por habitantes. No es nada difícil imaginarse que, con la liberación de las actuales restricciones, los números de homicidios aumentarán ponencialmente”, explicó desde Porto Alegre a PERFIL Jair Krischke, presidente del Movimiento de Justicia y Derechos Humanos.
Horas antes de que Trump recibiera a Bolsonaro, el debate sobre el control de armas volvió a la primera plana de los medios brasileños, luego que la policía brasileña detuviera a un adolescente sospechoso de haber participado en la planificación de la matanza de Suzano. El joven de 17 años, ex compañero de clase de uno de los asesinos, fue recluido de manera provisional, por un plazo máximo de 45 días.