Hace casi tres décadas que la Guerra Fría pertenece a los libros de Historia, pero la rivalidad geopolítica entre la Casa Blanca y el Kremlin aún está viva y se dirime, entre otros lugares, en el hemisferio occidental. La tensión internacional subió ayer considerablemente en Venezuela, luego de que Estados Unidos advirtiera que considera una “provocación” y una “amenaza” el despliegue de militares rusos en apoyo al presidente Nicolás Maduro.
“Consideramos esas acciones provocadoras como una amenaza directa a la paz y la seguridad internacionales en la región. Continuaremos defendiendo y protegiendo los intereses de Estados Unidos y los de nuestros socios en el hemisferio occidental”, aseveró el consejero de Seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton.
El presidente Vladimir Putin, uno de los principales aliados de Caracas, envió el fin de semana pasado a Venezuela equipamiento militar y cien militares rusos, comandados por el mayor general Vasili Tonkoshkurov, jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra ruso. Dos aviones aterrizaron en el aeropuerto internacional de Maiquetía y fueron retratados por las cámaras de las agencias de noticias internacionales, como parte de una exhibición de fuerza y en respaldo a Maduro, que fue desconocido por más de cincuenta países, entre ellos Estados Unidos.
El gobierno de Donald Trump desempolvó recientemente la Doctrina Monroe, al advertir que no aceptará que ninguna potencia se inmiscuya en lo que llama su Patio Trasero, es decir, en América. “Rusia tiene que salir”, dijo el presidente cuando se reunió con Fabiana Rosales, esposa del líder opositor Juan Guaidó. “Los rusos pagarán un precio”, redobló el jueves la apuesta su enviado especial para Venezuela, Elliott Abrams.
Michael Shifter, presidente de Inter American Dialogue, considera que “Rusia es un gran obstáculo en la estrategia de Estados Unidos”. “Rusia es uno de los pocos países, junto con China y Cuba, que están apoyando a Maduro, precisamente cuando Estados Unidos está presionando por una transición democrática. La presencia de tropas rusas es una muestra de apoyo y solidaridad con el régimen de Maduro”, explicó a PERFIL.
Putin optó por el silencio, pero sus colaboradores respondieron con dureza. “¿Qué significa salir? ¿Son los turistas los que tienen que salir? ¿Son las compañías de energía las que tienen que cancelar sus contratos? Decirle a Rusia que ‘salga de Venezuela’ es excesivo. Esto es una total grosería a escala global”, dijo María Zakharova, vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores.
El pulso entre las dos potencias crece en América del Sur. “Rusia considera los eventos en Venezuela como un nuevo intento de Estados Unidos de dar un golpe de Estado en un país soberano, intervenir en su política doméstica y ordenar al pueblo venezolano qué hacer y con quién hacerlo”, afirmó a PERFIL Alexander Konkov, director de Rethinking Russia, un think-tank localizado en Moscú.
Cooperación. Rusia le vende equipamiento militar a Venezuela desde la llegada al poder del ex presidente Hugo Chávez. Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri), Venezuela compró armamento ruso por 3.850 millones de dólares entre 2006 y 2014. Entre otras cosas, adquirió cazabombarderos y helicópteros, tanques y el sistema de defensa antiaéreo S-300. “Rusia y Venezuela mantienen una cooperación militar estable. La práctica usual es que además del producto el exportador provee profesionales que pueden asistir a las Fuerzas Armadas en el conocimiento y las características del sofisticado equipamiento. En los últimos meses, Rusia ha enviado más de una vez personal para esta asistencia”, agregó Konkov.
En cierta forma, el Kremlin le devuelve a Estados Unidos su “propia medicina”. Moscú rechaza la expansión hacia el Este de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que también califica como una amenaza a su seguridad. Entre esas amenazas, las que más preocupan a Rusia es la incorporación a la OTAN de Georgia y Ucrania, ex repúblicas soviéticas independizadas en 1991. Mañana, la atención de Putin estará puesta justamente en Kiev, donde los ucranianos elegirán a su próximo presidente.