Hasta hace casi dos años, cuando se hablaba de Medio Oriente no podía omitirse el hablar de una “media luna shiita”, de “proxies” iraníes que ejercían poder político, militar y económico en muchos de los países de la región, de una amenaza que parecía, al decir de algunos, una hidra con muchas cabezas. Un orden regional fuertemente centrado en Irán y su influencia regional.
Hoy esa situación ha cambiado de manera esencial, dando lugar a un orden regional distinto, donde las certezas son pocas y reina la incertidumbre:
En Siria, el gobierno de Bashar Al Assad ha caído; quien gobierna el país es el líder de lo que era un grupo salafista-yihadista, el HTS, que no tiene ninguna simpatía por Irán y por la influencia que tuvo Teherán allí. Desde que ha tomado el poder se ha encargado de limitar las acciones de los grupos vinculados a Irán y a decir sin tapujos que pretende una Siria post-Assad sin Irán. Para materializar esa nueva política se ha estrechado de manos con Trump en Arabia Saudita, bajo la atenta mirada del príncipe heredero Mohammed Ben Salman (MBS). Las sanciones norteamericanas sobre Siria se levantarán, la influencia económica de Arabia Saudita, Qatar y Emiratos Árabes aumentará y hasta se ha puesto sobre la mesa el inicio de un entendimiento diplomático entre Damasco y Tel Aviv.
En Líbano, el nuevo gobierno de Joseph Aoun está dando pasos concretos para lograr uno de los objetivos políticos y militares más sensibles en el país, el desarme de Hezbollah, un grupo que ha perdido a una buena parte de su dirigencia en su guerra con Israel. Las últimas elecciones municipales en el país, el mes pasado, han demostrado una disminución del apoyo a este.
La crisis económica iraní también ha reducido la capacidad de patronazgo sobre Hezbollah, hoy ese grupo se encuentra militarmente deteriorado, políticamente aislado y económicamente limitado. Irán ha perdido a uno de sus principales aliados en la región. Uno en el cual había invertido enormes cantidades de recursos en las últimas cuatro décadas. No ha podido evitar la muerte de su líder, Hassan Nasrallah, ni ataques a la infraestructura militar o de comunicaciones del grupo. La sombra de Irán no ha podido proteger a Hezbollah.
En Gaza, Hamas no puede decir que su ataque al sur de Israel haya sido el inicio de una victoria, ni mucho menos; más allá de la destrucción de Gaza y la catástrofe humanitaria de la población civil, en términos políticos y militares la situación es caótica. Incluso su jefe, Ismail Haniye, fue asesinado en la mismísima capital iraní por un certero ataque israelí. Una humillación, en términos de seguridad, por vía doble, a gazatíes y a iraníes.
En Irak, la situación no es mejor para Irán, luego de casi dos décadas de gobiernos que de manera más o menos implícita habían reconocido diversos niveles de influencia iraní en su sistema político, esta se está diluyendo.
En definitiva, vemos que hoy Irán ya no disuade, sus “proxies” o bien han sido derrotados militarmente o bien no cuentan con el patrocinio y apoyo de Teherán. Son instrumentos limitados o librados a su suerte.
Pero el problema no es solo de su política exterior, sino que hay problemas internos de fondo. La crisis de representatividad política iraní es un caso paradigmático; cada vez menos iraníes participan en las elecciones y la distancia entre gobernantes y gobernados no hace más que agrandarse en medio de una crisis económica sin precedentes.
La elite gobernante, por otra parte, con un líder supremo ya anciano, no oculta sus diferencias, y el estamento clerical (el que hizo la revolución contra el Sha) y el estamento militar (el que hizo la guerra contra Irak) se preparan para un Irán post-Jamenei.
Esto no debe hacernos pensar que Irán ya no es un actor relevante en la región. Su programa nuclear y sus capacidades misilísticas no han dejado de aumentar y su posición geopolítica no es nada desdeñable debido a su influencia en el Estrecho de Hormuz.
Ahora, Irán se encuentra en una posición aún más débil: la muerte de los principales líderes de su aparato militar representó otra humillación en términos de seguridad. Los ataques a las instalaciones de su programa nuclear, así como a científicos involucrados en este, es otro aspecto de lo mismo. Todas las herramientas del Estado, incluyendo, por supuesto, sus servicios de seguridad y de inteligencia, no han podido proteger ni a sus aliados ni a los activos más importantes (materiales y humanos) de su programa nuclear y del mismo establishment.
Irán ha perdido algunos de sus brazos en el exterior y no ha logrado disuadir a Israel, que, por otra parte, ha demostrado una ventaja en términos de penetración de su inteligencia en el corazón del sistema iraní muy significativa.
En este contexto, con escasa influencia exterior, con pocos aliados, con capacidades militares degradadas y su programa nuclear afectado por los ataques israelíes, podemos preguntarnos acerca de la relevancia regional de Irán e incluso la estabilidad interna del mismo régimen.
Sin embargo, Irán sigue teniendo 90 millones de habitantes, grandes recursos y, aunque su gobierno está debilitado y su legitimidad interna muy afectada, no va a desaparecer.
Las tentaciones maximalistas basadas solo en los instrumentos militares de actores externos no han dado resultados nunca en Medio Oriente. Irán no sería una excepción.
El nacionalismo iraní, por otra parte, es una fuerza que no debe ser soslayada; los iraníes pueden no querer al régimen de la República Islámica, pero eso no significa que van a aceptar imposiciones del exterior.
La paradoja geopolítica en Medio Oriente es que un Irán fuerte y con capacidades nucleares no es del interés de ninguno de los actores regionales o de las grandes potencias, pero un Irán debilitado y con inestabilidad interna tampoco.
Es difícil hoy saber cómo va a evolucionar la situación, pero sin acuerdos políticos mínimos no puede existir un orden regional; las acciones militares por sí solas no lo generan. O lo que generan es un descontento y humillación que están llamados a iniciar nuevos capítulos de violencia.
* Director de la Oficina de América Latina de Trends Research & Advisory (Emiratos Árabes Unidos).