La última vez que fue asesinado un presidente de Haití, en 1915, Estados Unidos ocupó la nación caribeña durante 19 años. Un siglo y múltiples intervenciones después, algunos observadores de Haití dicen que es hora de nuevas ideas.
Haití, el país más pobre de América, ya estaba sumida en una crisis política, socioeconómica y de seguridad, con zonas de la capital, Puerto Príncipe, controladas por pandillas, cuando el presidente Jovenel Moise fue asesinado por un comando armado en su residencia la madrugada del miércoles.
El magnicidio tiene lugar menos de cuatro años después del final de una misión de las Naciones Unidas que tenía como objetivo estabilizar Haití, y después de que el país recibiera miles de millones de dólares para la reconstrucción tras el devastador terremoto de 2010.
“Se pueden hacer muchas cosas para ayudar, pero debemos ser modestos acerca de la rapidez con la que se pueden implementar y tener mucho cuidado de aprender de los errores del pasado”, sostuvo Brian Concannon, quien trabajó en Haití y es director ejecutivo de Project Blueprint, una ONG que promueve los derechos humanos en la política exterior de Estados Unidos.
“La última vez que hubo un llamado a una intervención militar duró 13 años, se gastaron 7.000 millones de dólares y, cuando finalizó, Haití tenía más armas y menos democracia que unos meses antes de que llegaran las fuerzas de paz, y además tenía cólera y explotación sexual por parte de las tropas de la ONU”, señaló.
Estados Unidos, la potencia extranjera dominante en este país ubicado a 1.300 km de Florida, se puso del lado de Moise, quien afirmaba ser todavía presidente cuando, para muchos, había terminado su mandato. Después del asesinato, la Casa Blanca reiteró que Haití debería celebrar, como estaba previsto, elecciones en septiembre para otorgar legitimidad a un nuevo líder.
Francois Pierre-Louis, ex ministro de Jean-Bertrand Aristide, el primer presidente haitiano electo democráticamente pero derrocado dos veces en golpes de Estado, consideró el aparente apoyo de Estados Unidos a Moise un “terrible error”.
Según él, el interés de Estados Unidos en Haití disminuyó con Donald Trump, quien se refirió a Haití como un “país de mierda”, pero Biden debería haber percibido más rápidamente la urgencia de la situación.
“Sé que Biden ya tiene mucho con lo que lidiar, pero al mismo tiempo no hubo una ruptura con la administración Trump”, dijo Pierre-Louis. “Si Biden hubiera intervenido antes, Jovenel Moise no habría sido asesinado”.
Aunque Pierre-Louis coincidió en que una intervención militar en Haití no serviría, dijo que podría establecerse un embargo internacional para detener el flujo de armas pequeñas a las pandillas, cuya violencia está socavando el país.
Interés global limitado. Legisladores de Estados Unidos, encabezados por el demócrata Gregory Meeks, jefe del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara, instaron a principios de este año a repensar Haití, considerando que era preferible que se escuchara una gama más amplia de voces en el país y no apresurar las elecciones.
Para Monique Clesca, una especialista en desarrollo retirada, que vive en Haití, los haitianos deberían atender primero los problemas cotidianos, como la atención médica, el empleo y la educación. “Todos estamos sufriendo porque no se están haciendo las inversiones sociales necesarias y nos siguen diciendo lo mismo, hagamos elecciones”, dijo. “El problema haitiano es más profundo y está realmente arraigado en la desigualdad.
La ocupación estadounidense después de 1915 se debió en parte a los temores de una invasión alemana.
Pero Haití, que exporta poco, rara vez ha formado parte del juego de las grandes potencias mundiales.
Para Fatton, sin embargo, Haití podría ser de vital interés para Biden, ya que una mayor implosión podría empujar a más haitianos a abandonar su país, avivando el debate estadounidense sobre inmigración. “Para decirlo crudamente, dudo que Estados Unidos permita el caos y el desorden generalizado en su patio trasero”, dijo.
*AFP