Múltiples informes publicados por un blog católico de Estados Unidos sacudieron los cimientos de la Iglesia católica, tras evidenciar el uso de Grindr, una aplicación de citas de la comunidad gay, por sacerdotes de múltiples niveles de jerarquía.
El primer informe, publicado en julio, llevó a la renuncia de monseñor Jeffrey Burrill, exsecretario general de la Conferencia Episcopal estadounidense. El segundo, divulgado días después, recayó en figuras de la la Arquidiócesis de Newark, en Nueva Jersey.
Finalmente, el tercer y último informe, que vio la luz una semana más tarde, afirma que en 2018 al menos 32 dispositivos móviles emitieron señales de datos de la aplicación desde áreas de Ciudad del Vaticano a las que no pueden acceder los turistas.
La investigación coordinada por The Pillar, deja a los líderes eclesiásticos en una posición incómoda. Esto último se debe a que los sacerdotes asumieron un voto de celibato que prohíbe la descarga o utilización de este tipo de aplicaciones de citas.
Sin embargo, es igual de contradictorio que los principales jerarcas procedan a revisar el comportamiento tecnológico de dichos sacerdotes para evitar "tentaciones" Ante la disyuntiva, el Vaticano se reunió en el mes de junio con el blog para corroborar los datos.
Tras conocer los informes en mayor profundidad, la Santa Sede se negaría a hacer comentarios al respecto y declinaría los pedidos de entrevistas emitidos desde el blog católico. A medidas que los meses trascurrieron, se realizaron demás hallazgos.
Entre ellos, el descubrimiento de aplicaciones de índole heterosexuales y que las mismas se encontraban frecuentadas en mayor medida por menores de edad. A diferencia de Grindr, The Pillar decidió no dar nombres de estas herramientas.
Para sustentarse, la investigación necesitó de "un conjunto de datos muy grande” derivado de señales de datos de múltiples aplicaciones de teléfonos inteligentes que se recopilaron durante dos períodos de 26 semanas, en 2018, 2019 y principios de 2020.
Aún frente a la para entonces "aplanadora evidencia", no faltaría quien cuestionase el origen de la información. Y fue ese cuestionamiento el que sirvió como puntapié inicial para empezar a denostar ciertas falencias también en los informes.
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J. D. Flynn y Ed Condon, editores de The Pillar, fueron contactados por The New York Times e interrogados acerca de la obtención de dichos datos. Ambos se rehusaron a emitir comentarios así como también declinaron peticiones de entrevistas de otros medios.
El rechazo a brindar declaraciones eclosionó en sospechas sobre el verdadero objetivo de la investigación. La exempleadora de Flynn y Condon admitió que habían sido contactados en 2018 por “una persona preocupada por reformar el clero católico”.
Aquel individuo le ofreció datos celulares similares e información específica sobre un sacerdotes, a cambio de que lo ayudasen. La complejidad y el tamaño del conjunto de datos hacen probable que la fuente tuviera grandes sumas de dinero.
Finalmente, la credibilidad de la investigación quedó fragmentada y funcionarios de la iglesia aprovecharon su debilidad para instruir a los sacerdotes para que no hablaran con los periodistas. Incluso, líderes laicos se mostraron reacios a discutir la controversia.
JFG / ED
