Cuando los habitantes de Washington hablan del 20 de enero, no hay medias tintas: consideran que será una gran fiesta o un desastre.
La respuesta depende de cómo vean los preparativos que realiza la capital estadounidense para la llegada de millones de visitantes de todo el mundo que quieren asistir a la asunción de Barack Obama como el primer presidente negro de Estados Unidos.
Los organizadores distribuyeron unas 127.000 entradas para asistir a la ceremonia de jura del cargo de Obama en las escaleras del Capitolio, pero el vasto espacio por detrás del área con invitaciones estará abierto a las masas. En un momento, el alcalde de la capital, Adrian Fenty, estimó que cuatro millones de personas podrían acudir, aunque la ciudad redujo luego de forma drástica la cifra a la mitad.
Pese a todo, serán muchos más que quienes asistieron a la ceremonia con mayor número de público, la de Lyndon Johnson en 1965, con un millón de ciudadanos.
El comité que organiza el evento no quiso apostar por una cifra exacta, pero la portavoz Natalie Wyeth afirmó que los responsables han visto "un interés extraordinario de la gente, sin precedentes, para participar en los eventos".
Quienes tuvieron la suerte de obtener un ticket tuvieron que ser rápidos. Sólo era posible conseguirlos a través de los miembros del Congreso unos 200 para cada integrante de la Cámara de Representantes y 400 para cada senador- y la avalancha de solicitudes rebasó a los empleados de los congresistas apenas finalizadas las elecciones.
A diez días de la ceremonia, los organizadores pusieron a la venta 5.000 entradas a un precio de 25 dólares para presenciar el desfile: ante la enorme demanda, se agotaron en apenas unos minutos.
Entre los preparativos se cuenta la construcción de un enorme escenario a lo largo de la fachada oeste del Capitolio, así como asientos para funcionarios, la audiencia y los equipos televisivos.
Las medidas de seguridad serán grandes. El comité del Congreso que planea la toma de posesión ha advertido a los asistentes que hará frío con una media de tres grados centígrados al mediodía- y que no se permitirán los paraguas en el caso de que llueva o nieve. También se prohibirán los cochecitos de bebés y los bolsos grandes por motivos de seguridad, y todo será inspeccionado de forma manual.
Los hoteles se han visto inundados de reservas. La ciudad tiene 29.000 camas y sólo quedaban unas 600 a dos semanas de la ceremonia, señaló a la agencia dpa Rebecca Pawlowski, de la oficina de turismo local. La ocupación habitual en enero es de entre un 50 y 60 por ciento.
Muchos de los establecimientos cobran un extra, con una media de 700 dólares la noche, y plantean exigencias mínimas. La oficina de turismo ha recibido solicitudes de habitaciones a 200 millas (más de 320 kilómetros) de distancia.
Los visitantes de fuera de Washington pueden alquilar asimismo apartamentos privados o casas de residentes que quieran ganar rápido una buena suma. Al principio, los precios llegaron hasta 10.000 dólares por un apartamento de un dormitorio, pero luego cayeron a cifras más realistas, de entre 500 y 1.500 dólares, según se ve en la página web de compraventas "Craigslist.com".
Lidiar con la multitud será sin duda un quebradero de cabeza, y el día ha sido declarado festivo para los empleados públicos, lo que al menos hará que no tengan que luchar para llegar a su puesto de trabajo. Muchas empresas privadas decidieron también cerrar sus oficinas en la capital y pidieron a sus empleados que trabajen desde casa.
El metro funcionará con mínimos intervalos durante 17 horas, desde las cuatro de la madrugada. Muchas paradas estarán cerradas y aquellos que acudan a la ceremonia tendrán que caminar largas distancias.
Quienes quieran trasladarse en coche se verán bloqueados no por el tráfico, pero sí por el cierre de numerosas calles principales del centro y los puentes que conectan Washington con sus suburbios en Virginia.
El comité organizador añadió más espacios de pie para acomodar a las masas a lo largo de la avenida Pennsylvania, por la que habrá un desfile desde el Capitolio a la Casa Blanca. Las solicitudes para participar en la marcha sepultaron a los organizadores, según la portavoz Wyeth, con un total de 1.800, frente a las habituales 300 ó 400. En el desfile habrá varias decenas de bandas de música, grupos y carrozas.
Algo que estará autorizado será el alcohol. Los bares de la ciudad abrirán hasta las cuatro de la madrugada y las autoridades piden a la gente que se quede en el centro tras la toma de posesión para no desbordar el sistema. Podría llevar horas sacar a todos del centro si deciden irse a la vez.
La jornada se cerrará con diez bailes inaugurales y decenas de fiestas no oficiales. Los eventos oficiales incluyen un baile sólo para jóvenes, uno llamado de la vecindad" para los residentes de Washington, otro para los estados de los que procede Obama, Illinois y Hawai, uno para los del vicepresidente Joe Biden, Delaware y Pennsylvania, uno para militares y otros cinco regionales.
Entre los no oficiales hay una fiesta de la embajada de Kenia y el Consejo Empresarial de África que incluye a una invitada especial, Sarah Obama, la abuelastra africana del futuro presidente de Estados Unidos.