Bernabé Malacalza, investigador del CONICET y autor del libro "Las cruzadas del siglo XXI", sostuvo que Javier Milei es un "cruzado" de Donald Trump en el conflicto entre Estados Unidos y China. Además, en diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), alertó sobre la presión norteamericana en la región y analizó la competencia tecnológica entre las dos potencias globales.
Doctor en Ciencias Sociales e investigador adjunto del CONICET. Dicta clases en la Maestría de Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella y del Doctorado de Desarrollo Económico en la Universidad Nacional de Quilmes. Ha escrito libros como "Las Cruzadas del Siglo XXI", que analiza la rivalidad entre Estados Unidos y China y su impacto en América Latina.
Tu libro "Las Cruzadas del Siglo XXI" trata sobre la disputa geopolítica de la época entre China y Estados Unidos. Das clases en la Universidad de Di Tella y en la de Quilmes, ¿Cómo se vive la diferencia social económica entre una universidad pública del conurbano y una de las dos o tres universidades más exclusivas de la clase alta argentina?
Me dedico principalmente a la investigación. Soy investigador del CONICET. En la docencia, en la Universidad de Quilmes, es la primera generación de graduados. Lo que uno ahí percibe es esa pujanza por la movilidad social que todavía es notable en Argentina. Ese es el principal capital que tiene la universidad, y es una universidad relativamente nueva, es de los 90, que tiene también una camada de jóvenes docentes.
Y la Universidad de Di Tella es una universidad de élite. En esto tiene la ventaja de tener un alumnado muy diverso, heterogéneo, de diferentes países, con un plantel docente muy especializado, cada uno en sus temas, y hay ahí un espacio permanente de intercambio que es muy enriquecedor. Entonces, en ambos se complementa la mirada que no tiene que perder de los asuntos locales y de lo que está pasando en la juventud hoy, y después también la mirada global, y ese intercambio de redes.
¿Cómo votan unos y otros, esas juventudes?
No tengo los datos realmente. Lo que hacemos ahí siempre es promover el pensamiento crítico, sea cual sea la posición política de los alumnos. Siempre se busca interpelar el poder, sea económico, político, pero también tratar de pensar y hacernos preguntas sobre el futuro del país. No importa a quién voten hoy, porque el voto es volátil, puede cambiar. Lo que importa es pensar el futuro. Esa pregunta sobre el futuro parece que se ha desvanecido, está perdida en la Argentina y en América Latina. Pero esa es la pregunta central. Cuando hablamos de desarrollo, hablamos de tecnología, estamos hablando de qué soñamos. Si no lo piensan los jóvenes, estamos fritos.
Juan Gabriel Tokatlian dice que estamos cometiendo el error histórico de repetir el error histórico que hicimos al fin de la Segunda Guerra Mundial. ¿Estamos cometiendo un error histórico al aliarnos con Estados Unidos y dejar a China en un segundo plano?
Es un error aliarse con cualquiera. Estamos viviendo un momento donde la tendencia global marcada es distante geográficamente de Estados Unidos. Se ve en Asia, África, y la propia América del Sur. No es lo mismo el panorama de América Central, donde hay una presencia militar muy fuerte en el Gran Caribe de Estados Unidos, o incluso no es lo mismo el Caribe, que América del Sur, donde hay una dependencia económica mayor con China, nuestro principal socio comercial hoy, desplazando a Brasil. Y en esa realidad, pienso en el Sudeste Asiático, en la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN), en Brasil, pienso en Chile, Colombia, en Uruguay. Son países que están tratando de maniobrar con esos polos porque necesitan de ambos, pero también tienen que mitigar riesgos, porque Estados Unidos está con una fuerte ofensiva, o una cruzada como llamamos en el libro, contra China. Ahí es donde uno tiene que tomar nota en serio: cuánto hay de ficticio en eso, cuánto hay de conspiranoico, y cuánto hay de real. Y en eso, ver cuáles son los intereses del país, es decir, dónde está el desarrollo del país, porque ambas potencias nos generan problemas de diversos tipos, pero son problemas de dependencia.
¿Cuáles serían las amenazas y las ventajas de cada uno?
Estados Unidos hoy nos está planteando una cruzada antichina. Es una cruzada por los accesos, ya sea de nuestros recursos naturales, minerales, nuestra logística, puertos y todo lo que tenga que ver con presencia económica en la que China se está haciendo fuerte. Pero Estados Unidos sigue siendo también un actor central porque es el principal inversor en la región, y continúa siéndolo. Esa presión de Estados Unidos, donde el eje está puesto en la posibilidad de que China traslade esa presencia económica a lo militar, algo que no está sucediendo y no sucede tampoco en otras latitudes, hay que detectarla como una invención, como una nueva religiosidad.
En el libro hablamos de religiosidad porque Estados Unidos, a través de la idea del diablo, esta idea de que China es una "influencia maligna" -una palabra que se usa permanentemente-, lo que hace es postergar nuestros proyectos de desarrollo, donde están los cuellos de botella donde se presenta la inflación de la amenaza china. Esta idea de que es maligna está asociada a la idea del diablo en las relaciones internacionales. El diablo fue alguien que conspiró contra el orden divino, y el infierno está pleno de conspiradores. Son creencias. Hay líderes que quedan atraídos por esas creencias, o cruzados, como decimos en el libro. Javier Milei es un cruzado en esa batalla. Nos pone en jaque esas cuestiones que son centrales para nosotros, que son, que tienen que ver con el desarrollo.
Esa idea del riesgo militar, ¿puede ser simplemente, más allá de una religiosidad, un desplazamiento respecto de lo que fue la Guerra Fría con la ex Unión Soviética, y que se lo lea con los anteojos de la Guerra Fría, cuando sí la amenaza de la ex Unión Soviética era militar, mientras que en el caso de China no lo es?
Yo creo que los cruzados nos quieren vender una Guerra Fría.
¿No se la venden a sí mismos?
Y sí, porque también eso implica mayores gastos de defensa. Hay ganancias para el lobby armamentístico, para las Big Tech, Wall Street y el Pentágono. Todos convergen, todos ganan en eso de instalar una Guerra Fría. Ahora, nada de eso es así, aunque hay que tener recaudos. Cuando se habla de la estación espacial en Neuquén, en Bajada del Agrio, y se presenta que ahí hay una base militar de China, algo que no se señala, por ejemplo, con la estación espacial de Malargüe de los europeos. Hay que tomar nota de eso y establecer medidas de confianza.
Argentina tiene que aprovechar la tecnología que está presente en su territorio, en nuestra Comisión Nacional de Actividades Espaciales y el INVAP. Todas nuestras empresas deberían aprovechar de eso. Ese es otro desafío que nos plantea China, con este tipo de proyectos "llave en mano". Pero decir que ahí hay una instalación militar ya es otra cosa. Aunque se trata de una tecnología de uso dual sobre la que debemos tener medidas de confianza, sobre todo para Chile, Brasil y nuestros países vecinos, no hay nada extraño en que Argentina está abierta a inversiones tecnológicas para aprovechar para su desarrollo.
¿Cuál fue la diferencia de la relación con China de nuestros vecinos? Casualmente, los dos más importantes, Chile y Brasil, se comportaron distinto de lo que se comportaron los gobiernos kirchneristas, por ejemplo.
Chile tiene un capital que es el ser una puerta de entrada desde el Pacífico. Si vos analizás la relación entre China y Chile, ves una relación comercial muy fluida. No ves financiamiento chino. Chile no ha sido receptor de préstamos chinos.
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No lo necesitó.
No lo necesitó porque el comercio ha sido fluido por un acuerdo de libre comercio. Anduvo por un carril que incluso preocupó a la Casa Blanca, porque la presencia o el intercambio comercial se trasladó en presencia de inversiones, incluso de Huawei, que pretendió instalar un cable submarino hacia China y Estados Unidos vetó, en el gobierno de Sebastián Piñera. Pero Chile fue de los primeros en entrar a la iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda, que es vetada por Estados Unidos.
¿Se puede decir que Chile tuvo más acercamiento a China que Cristina Kirchner?
En términos económicos, sí.
¿Y por qué está la percepción de Argentina en parte de los cruzados? ¿Por qué no hay cruzados antichina en Chile y los hay en Argentina, o por lo menos de la misma envergadura? No escucho en la derecha chilena, por ejemplo, plantear en la campaña electoral de la misma manera la idea de que China es diabólica como la planteó Milei.
Sí, es cierto eso. Cuando le preguntaron en campaña trató de salir de alguna manera mejor parado y dijo, "No, yo negocio con los civilizados. Con comunistas no negocio". E incluso prometió viajar a China, pero nunca lo hizo y rechazó la invitación de los BRICS. Tiene que ver con que el alineamiento es a Donald Trump más que a Estados Unidos. El alineamiento de Milei es un mega alineamiento, porque es alineamiento a Estados Unidos, a Trump, pero también es antichina y antirregión. Es decir, es funcional al antagonismo que promueve Trump en la región.
No solamente es antichino, sino es antisudamericano.
Sí. Porque Milei no ha hecho ningún viaje a ningún país de la región. Y no solo eso, sino que ha sido obstruccionista en todos los acuerdos o posibilidades de declaraciones que hubo en la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Es decir, se ha portado como un antagonista dentro de la región. No sé qué pasará con este Trump 2 y la derecha chilena si gana las elecciones este año. Todo indica que sí, y Trump está pidiendo a cambio el veto a China. Es central en la política de irradiar con nuevos MAGA a Sudamérica.
¿Cómo se comportó Jair Bolsonaro con China más allá de las declaraciones cuando era candidato? Luego, cuando fue presidente, ¿qué hizo con China?
Sí, siendo candidato hizo algo que fue histórico, que fue viajar a Taiwán. Nunca lo había hecho un presidente latinoamericano. Inmediatamente su propia coalición le puso un freno, como el agro dependiente de China y Pablo Guedes, ministro de Economía.
Entonces, el candidato era tan o más antichino que Milei, y el presidente Bolsonaro. ¿Y después, cuando fue presidente?
No, absolutamente no. Brasil permaneció en los BRICS y se respaldó en los BRICS, sobre todo cuando hubo un cambio de gobierno en Estados Unidos, porque a Bolsonaro le tocó el cambio con Joe Biden después, donde quedó aislado. Se apoyó mucho en China en ese momento y organizó una cumbre. Es decir, nunca salió de los BRICS. En este juego diplomático tenés que tener un equilibrio, tenés que maniobrar con esas dos grandes potencias. Lo de Milei es inédito en ese sentido, y pareciera profundizarse por la dependencia y la intervención de Estados Unidos ahora.
Y Bolsonaro nunca fue antilatinoamericano. Iba a Chile y planteaba que Chile era un modelo.
En ese momento teníamos el PROSUR, que fue una especie de derivación del Grupo de Lima. Lo que hacía Brasil es participar de una especie de regionalismo paralelo, no tanto obstruir, porque Brasil se sale de la CELAC, no se queda para obstruirla. La CELAC trabaja por consenso, por unanimidad. Brasil se fue de la CELAC y buscó grupos paralelos, como el PROSUR, donde se entendía con afinidades ideológicas.
Brasil aspira a liderar Latinoamérica, no a ser uno más en Latinoamérica. Y eso vale tanto para la mirada de Itamaraty cuando hay un gobierno de derecha, o uno de izquierda.
Brasil ha estado en una situación ambigua. Porque para liderar también necesitás seguidores y hay que poner dinero. Si vas a apoyar la creación de la UNASUR, ¿cuánto vas a financiar ahí para que la Secretaría de la UNASUR se maneje con un presupuesto? Hay que invertir en el liderazgo. La CELAC ha estado en esta situación de ambigüedad con querer liderar, pero a la vez no invertir lo suficiente.
Ahora Lula da Silva le propuso a Trump mediar en el tema de Venezuela, porque se está rompiendo la zona de paz. Hay uso de la fuerza, despliegue militar sin precedente, por lo menos en las últimas décadas, de Estados Unidos en el Caribe. Es una situación bastante complicada, tensa para Brasil también, que es país fronterizo, pero sabemos que Brasil no tiene chances ahí de mediar. Puede ser una voz importante, pero para Estados Unidos, Venezuela sigue siendo un tema doméstico. Entonces, hay una tensión dentro del mismo movimiento MAGA de qué hacer con Venezuela. Tenés cruzados como Marco Rubio, que están buscando el cambio de régimen por la fuerza. Y hay unas tensiones ahí porque el propio Pentágono sabe hasta dónde se puede y hasta dónde no, digamos. En Estados Unidos no quieren una invasión, porque ya saben lo que ocurre con las invasiones como en Afganistán.
¿Qué qué pasó con el puerto de Chancay en Perú? ¿Es exagerado considerar que es una alternativa de alguna manera al Canal de Panamá o a la conexión con América Latina? ¿La caída de la presidenta Boluarte tiene que ver con que finalmente Estados Unidos se enojó mucho por la inauguración del puerto de Chancay en Perú, administrado por los chinos?
Sí, el puerto es muy importante, no solamente por la inversión, sino porque implica un mayor flujo comercial desde el Pacífico. Además, se pretende hacer un corredor bioceánico que una Perú con Brasil, con Argentina quedando afuera de esa discusión. En los noventa, cuando estaba Fernando Henrique Cardoso, planteó un plan de conectividad regional que llamaba el IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana). Luego la UNASUR planteó el COSIPLAN (Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento). Tuvimos proyectos de conectividad pensados desde nosotros, desde Sudamérica. Hoy lo que vemos son negociaciones bilaterales de China para corredores bioceánicos que favorezcan al comercio que va hacia China. Esto es una problemática. Después está lo que plantea Estados Unidos: decir que ese puerto podría ser una facilidad logística militar posterior de China, que eso va a desplazar al Canal de Panamá.
Lo mismo que la base militar china, entre comillas...
Claro. Y nos están distrayendo, además, de pensar en región. Porque si tenemos que pensar en futuro, tenemos que pensar en cómo como región nos integramos en términos de infraestructura, y no simplemente cómo comerciamos mejor con China. Entonces, estamos perdiendo de vista esa relación con China a partir de esta situación de las cruzadas que nos plantea Estados Unidos.
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Trump puede estar pensando que el triunfo de China es inevitable, y que él con estas medidas proteccionistas logra posponer un poco la decadencia norteamericana, aunque sea inevitable. Desde tu perspectiva, ¿existe la posibilidad de aquí a 50 años de que Estados Unidos siga siendo la potencia número uno, o inevitablemente lo va a ser China?
No quiero arriesgarme a una previsión. Yo prefiero hablar de repliegue de Estados Unidos antes que un declive. En términos militares, el poder militar global de Estados Unidos es incontestable, tanto por China como por un conjunto de estados que no logran equiparar ese poder militar de los Estados Unidos. Ahora, la disputa es tecnológica y ahí está el corazón donde China avanza a pasos agigantados y Estados Unidos busca detener ese avance o salir del rezago o embarrar la cancha en algunos casos. Por eso yo no advertiría de un declive en el sentido de pensar en Estados Unidos.
Trump dijo: "¿Cómo puede ser que 400 millones de europeos le teman a 150 millones de rusos?". En Itamaraty explicaban el mundo con tres círculos: países de más de 10 millones de km², países de más de 200 millones de habitantes y países de más de tres o cuatro trillones de producto bruto. ¿Hay una relación entre población, territorio y fortaleza económica y fortaleza militar? Si China, que está en un proceso de reducción de su población, llega a 1000 millones de habitantes y Estados Unidos 400 y el Producto Bruto per cápita es similar, y el territorio es similar, ¿cómo le puede ganar uno a otro? Más tarde o más temprano, el desarrollo militar, si esa fuera la clave, tendría que poder estar a la altura de la misma proporción de su producto bruto, ¿o no?
Sobre el tema demográfico, lo que vemos es una pirámide poblacional tendiente al envejecimiento en China, no así en Estados Unidos. Estados Unidos de acá a 30 años va a tener una población más joven que China, en gran parte gracias a los inmigrantes. ¿Qué va a pasar con los inmigrantes? Ahí está la incógnita. Si esto continúa como tendencia, las deportaciones masivas y toda esta cuestión de restricciones, ¿qué va a pasar con esa demografía de Estados Unidos?
Después, en términos tecnológicos, China ya en 2016 lanzó el primer satélite cuántico. Es el único país que tiene un satélite cuántico. Eso quiere decir que China está preparada para la era postcuántica. Sus bancos, sus empresas, sus finanzas, sus redes eléctricas están protegidas en ese satélite, que incluso está en un satélite esa información, por en caso de que exista un conflicto armado o que se pueda vulnerar esa información. Es el único país que está preparado para eso y tiene la capacidad de vulnerar a otros. Estados Unidos está pronto a lanzar su primer satélite cuántico, pero todavía no lo tiene. Entonces, vemos ahí el salto del poder algorítmico al cuántico. Es fenomenal el avance del Estado porque esto es inversión pública, principalmente en ciencia y tecnología, en lo que es computación cuántica.
Ahora, pensemos en ChatGPT, que se lanzó en noviembre de 2022. Ese lanzamiento generó una sensación de que volvía Estados Unidos a liderar por lo que implicaba la inteligencia artificial generativa y en el uso cotidiano que tenemos de eso que nos cambió realmente.
Después aparece el DeepSeek...
Sí, el año pasado, con menor consumo de energía, es mucho más veloz, y tiene código abierto en vez de código cerrado.
A mí me funciona mejor que ChatGPT.
Lo que pasa que ahí hay una cuestión que tiene que ver con el modelo de negocios. China tiene un modelo de negocio que apunta a los usuarios, al gran mercado de usuarios que tiene China, y ChatGPT a las empresas que tiene Estados Unidos. El modelo de negocios de IA de Estados Unidos es totalmente distinto. Y, además, fíjate que Estados Unidos tiene los 15 centimillonarios, los únicos que hay en el mundo, mientras que China no tiene ninguno. Es decir, la acumulación de riqueza es mayor en Silicon.
Serían personas que tienen más de 100 mil millones de dólares.
Exacto. Eso es algo inédito en la historia de la humanidad. Ahí tenés a Elon Musk, a Jeff Bezos, a Bill Gates, pero no tenés ningún chino ¿Y a qué aspiran ellos? Sam Altman es muy hermético. Cuando se lanzó ChatGPT-5 este año mantuvo un hermetismo absoluto de qué se trataba, en qué iba a innovar. Incluso, cuantas más pagás, más funcionalidades tiene. Es decir, está preparado para las empresas principalmente. Su ambición es llegar a la Inteligencia Artificial General. Es una aspiración que no tiene China. La idea es que la IA generativa, esta que usamos a través de estas plataformas como Gemini, ChatGPT y otras, supere al cerebro humano. Es decir, tenga una capacidad de raciocinio y de autonomía en la generación de razonamiento superior al ser humano. Y esto lo esperan de acá a 2030, es mañana. China no está en esa, en esa carrera, que es notable porque es escalofriante también, porque sabemos que hoy no hay una regulación a eso.
No es cuantitativo, no es población, producto bruto, territorio. La tecnología puede hacer que estos valores tradicionales de la estrategia del siglo XX dejen de tener valor porque sea una superioridad tecnológica.
Con la tecnología, aquello que veíamos como avance queda obsoleto inmediatamente. Es decir, si hay un avance en el poder cuántico, el poder algorítmico queda obsoleto. Todavía no estamos en ese nivel de futuro, pero estamos viendo pasos agigantados.
Y esa es la apuesta de Estados Unidos con la tecnología, como de alguna manera le ganaron a Rusia de esa manera, ¿no? A la ex Unión Soviética le terminaron ganando con la pelea de quién llegaba primero a la Luna, por ejemplo...
Con el llamado "Momento Sputnik", un momento de escalofrío.
La misma amenaza que hoy es China en tecnología la ex Unión Soviética era en ese momento con el tema de la conquista del espacio, que era un sinónimo de avance tecnológico, ¿no?
La diferencia ahora es cómo ven a la tecnología cada uno. China es un país tecno optimista, que entiende que la automatización, la robotización de toda su sociedad es algo positivo, y así funciona esa sociedad, en una confianza en la tecnología que viene también de una filosofía confuciana. Así se sostiene todo su sistema, como, por ejemplo, con el reconocimiento facial, el sistema de crédito social chino por puntuación en base al comportamiento. Todo está medido, todo está algoritmatizado. Para China la tecnología es un fin en sí mismo, algo que también podríamos poner en cuestión. Para Estados Unidos el tema central es la seguridad.
O la paranoia, podríamos decir. Hay una perspectiva occidental que a lo mejor tiene que ver, en el caso de lo confuciano, con ese optimismo, y en el caso occidental, con la idea de la desconfianza. El diablo existe en Occidente, no en Oriente, ¿no?
Así es. Se piensa el mundo en términos binarios. "Acá están las democracias, acá están los buenos, y acá están las autocracias, los malos. Las autocracias hacen espionajes, las democracias no". Veamos, porque hoy no se necesitan grandes herramientas sofisticadas para hacer espionaje, para controlar nuestros relatos, para hacer vigilancia. Y lo hacen empresas occidentales y no occidentales. El mundo no es así, es más complejo, no es binario.
Y Estados Unidos, en esto de la seguridad, entiende que la carrera tecnológica es central para alimentar la carrera militar. Entonces, de pronto tenés CEOs en el Pentágono y generales en Silicon, porque hay una convergencia. Se entiende que las armas nucleares, incluso la nanotecnología y todo el desarrollo nuclear, se va a adaptar a los drones y se va a adaptar a la IA. Estados Unidos se va preparando hacia ese mundo, que es un mundo mucho más belicista del que tenemos, que ya lo es.
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