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MODO FONTEVECCHIA
El editorial de Jorge Fontevecchia

Día 545: Cristina y su teoría de los monigotes

Tras ser condenada, Cristina Kirchner calificó a Milei y a los jueces de la Corte Suprema como "monigotes". La ex presidenta imagina una escena poblada de títeres, donde el poder real se oculta tras bambalinas y la democracia aparece como un decorado. 

Cristina Kirchner
Cristina Kirchner | AFP

Finalmente, la Corte Suprema confirmó la condena a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la causa Vialidad. Con esa decisión, la inhabilita a ocupar cargos públicos de manera perpetua. A pocos días de que hubiera manifestado su voluntad de competir en las próximas elecciones y aún cuando su nombre conserva un peso específico dentro de la política argentina.

Luego de conocerse la condena, que venía anunciada hace tiempo, apuntó contra el grupo Clarín y Mauricio Macri, para ella el verdadero poder en Argentina, y el poder judicial, calificando a los tres integrantes de la Corte Suprema y al presidente Milei de “monigotes”, palabra que repitió como significante de su visión de la realidad política.

“En realidad este cepo al voto popular no lo pone este triunvirato de impresentables, que funge como una ficción de la Corte Suprema. Son tres monigotes que responden a poderes naturales muy por encima de ellos. Es el poder económico concentrado”, dijo en su discurso frente a la sede del PJ.

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Monigotes”, una palabra que resuena porque, más allá del agravio, es un diagnóstico político. Un monigote es un personaje sin voluntad, que actúa por mandato ajeno, que simula autoridad pero solo representa intereses que no se ven. En su momento, se decía que Alberto Fernández como presidente era el “títere” de Cristina Kirchner, se podría decir, un monigote.

En ese espejo Cristina refleja lo que cree que ocurre en la Argentina de hoy: una escena poblada de títeres, donde el poder real se oculta tras bambalinas, manejando los hilos con impunidad. Lo interesante es que, en esa lógica, la propia democracia aparece como un decorado.

Si los jueces son monigotes, y los presidentes también, entonces ¿quién gobierna? Y si todos estos representantes de los máximos poderes del estado son monigotes, la democracia en sí misma también es un monigote.

Carlos Beraldi, abogado defensor de Cristina Kirchner, fue otro de los que criticó con dureza la resolución de la Corte Suprema que dejó firme la condena por administración fraudulenta en la causa Vialidad.

El letrado cuestionó al máximo tribunal y advirtió sobre supuestas anomalías en el proceso de decisión. Según explicó, el proyecto de sentencia fue elaborado por un secretario -en referencia a Diego Seitún- cuya intervención no estaría regulada de forma clara y cuya participación habría sido decisiva en la definición del fallo.

Pero hay otro elemento que cuestiona el razonamiento de la conspiración, tanto de la ex presidenta como de su abogado. Pese a las quejas de Cristina, en la causa Vialidad intervinieron veinte jueces y fiscales, y la mayoría de ellos fueron nombrados durante los gobiernos de Cristina y Néstor Kirchner.

El juez Julián Ercolini, que inició la instrucción y procesó a Cristina, fue designado en 2004 por Néstor Kirchner. En el Tribunal Oral Federal 2, que dictó la condena, los jueces Jorge Gorini y Rodrigo Giménez Uriburu juraron en 2011, y Andrés Basso se incorporó en 2015, todos bajo la presidencia de Cristina.

El fiscal Diego Luciani también asumió en 2013 con un decreto firmado por ella. En la Cámara de Casación, Mariano Borinsky fue designado en 2011, también durante el kirchnerismo.

No es la primera vez que Cristina denuncia una conspiración en su contra, pero esta vez fue más allá: ubicó a Magnetto, Mauricio Macri y Paolo Rocca como los verdaderos responsables de su proscripción.

Fijada en el pasado vuelve repetidamente a Clarín y TN cuando en los últimos años fue La Nación+ mayor protagonista del antikirchnerismo. Y el propio Mauricio Macri quedó demostrado que no tiene el poder que podía suponerse que tenía hace más de una década. Ya el día anterior le había dedicado un párrafo a Milei sobre Clarín, reafirmando la idea de que el presidente es un monigote.

“Es un gobierno cachivache. Finalmente, va a fracasar, porque han fracasado estos modelos históricamente. Y seguramente piensan que cuando esto finalmente fracase, no haya nada organizado de manera tal que puedan digitar qué los sustituya, y que sea algo que no ponga en riesgo las ingentes ganancias que tienen estos grupos hegemónicos”, dijo en su discurso en Corrientes.

“Me gustaría verlo al presidente que se hace tanto el “machito mexicano” con los del Garrahan, con los discapacitados, a ver qué hacen ahora que la justicia en lo civil y comercial de Clarín le decretó y le aprobó la adquisición de Telefónica”, agregó.

Pero ayer, como en un réquiem, quiso que estuvieran a su lado sólo Máximo Kirchner y Alicia Kirchner, la familia, hijo y cuñada. El mensaje fue hacia afuera, pero también hacia adentro del peronismo. Aprovechó el momento para cuestionar a quienes piensan “en lugares en las listas”, en lugar de defender un proyecto político. Incluso se comentó que cerca de las 4 de la tarde, cuando Axel Kicillof visitó la sede del PJ, hubo cánticos de la militancia camporista en su contra.

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En el contexto de la condena, Cristina reafirma su idea de centralidad e intenta recuperar el control desde la posición en la que e encuentra. Desde el banquillo, vuelve a intentar ordenar el tablero. ¿Pero lo logrará?

Para rechazar el fallo de la Corte hubo manifestaciones de simpatizantes en la sede del PJ, hacia su casa, y en distintos puntos del país.

Hubo una concentración en la casa de Cristina Kirchner, un corte realizado por el SMATA en Panamericana y una manifestación al PJ cordobés.

Lo que sucedió en Córdoba, que siendo el lugar donde más antikirchnerismo hay en la Argentina, resulta doblemente simbólico en estas manifestaciones autoconvocadas.

Pero más allá de estas de estas imágenes y de estos sonidos, además de las manifestaciones pacíficas que merecen esto respecto, hubo aquellas que merecen toda censura.

Me refiero concretamente a quienes ingresaron en la sede de Artear, donde está la central de noticias del Grupo Clarín, TN, Canal trece, y realizaron destrozos. Nuestra solidaridad con los colegas agredidos.

La condena logró algo impensado, una unidad de acción de amplios sectores del arco político, y oportunistas, desde ya. Estaba Guillermo Moreno hasta representantes de la izquierda, en este caso no oportunista, como Myriam Bregman.

Evidentemente, la condena a Cristina es un hecho político histórico que acrecienta la polarización en un país ya de por sí ya polarizado. Analicemos, por ejemplo, uno de los tuits que estuvo circulando estos días, de nada más y nada menos que el teórico libertario Agustín Laje.

Twitter Agustín Laje

La publicación, evidentemente, no está imbuida con un espíritu democrático, ni republicano. Y va en sintonía con la actitud revanchista y el “festejo” de los tuiteros libertarios, que salieron a celebrar la condena, a diferencia, por ejemplo, de Mauricio Macri, que salió con un discurso mucho más moderado:

Twitter Mauricio Macri

Pero volviendo a la visión de mundo que tiene Cristina Kirchner. Si todo el elenco político fuera efectivamente un teatro de marionetas, sería difícil explicar fenómenos como Milei. No alcanza con decir que responde al poder económico. Representa, en buena medida, a un sector desencantado con lo que fue el gobierno de Alberto Fernández, Mauricio Macri, e incluso las gestiones anteriores.

Es ingenuo pensar que ese 30% que lo vota responde a manipulaciones externas en lugar a su propia elección. Ahí se encuentra el límite del diagnóstico cristinista. Porque si todos son monigotes, ¿dónde queda la voluntad popular? ¿Y qué papel juega la política?

La concepción binaria del poder real vs. pueblo traicionado y engañado deja fuera de foco a la parte de la ciudadanía que no quiere volver al pasado. Que cree, por diversas razones, que el Estado es parte del problema. Que elige otra narrativa del país. Negar su existencia es ingenuo.

En lugar de explicar todo por la teoría del poder concentrado, tal vez convenga revisar los propios fracasos. La inflación, la pobreza, la inseguridad, la corrupción. No todo se puede justificar con conspiraciones. También hubo errores de gestión, desconexión con las nuevas demandas, soberbia dirigencial. Y eso, más que el poder de Magnetto o Techint, explica el ascenso del actual oficialismo.

Pero hay un dilema en el que nos ubica también este fallo: El problema no es solo jurídico ni institucional. Es simbólico y cultural. El “significante Cristina” encarna una parte de la Argentina que no puede ser eliminada sin consecuencias. Porque no es solo una persona: es una historia, una estética, un relato, una memoria emocional.

Jaime Durán Barba solía anticipar que una condena a Cristina la convertiría, salvando las distancias, en una suerte de “Nelson Mandela”. Cristina ha demostrado actitud institucional. Por ejemplo, tras el intento de magnicidio, sus intervenciones buscaron “desescalar” la polarización y siempre estuvo a derecho en todos los juicios que tuvo.

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Una actitud similar tuvo Lula da Silva cuando fue condenado en Brasil. Se atuvo a los tiempos institucionales y luego logró revertir la situación, volviendo a la presidencia.

“Voy a enfrentarlos con ojo por ojo y los enfrentaré aceptando cumplir el mandato”, dijo Lula antes de ser arrestado. “Quiero saber cuántos días pensarán que me están arrestando. Y cuantos más días me dejen allí, más Lula nacerá en este país y más gente querrá luchar en este país, porque la democracia no tiene límites, no hay plazos para luchar”.

¿Anticipará Brasil lo que pueda ocurrir en Argentina? No hay punto de comparación entre las causas de corrupción de Lula con Cristina, no existe fortuna personal del presidente brasileño, ni de sus herederos. A Lula se lo juzgó solo por un departamento en lo que podría ser el partido de la costa en la Argentina.

Y tuvo un solo tribunal, un solo juez y una fiscalía especial, creada especialmente para ese juicio de corrupción. Y además fue un juicio que se hizo bastante rápido. Mientras que en Argentina, fueron dos decenas de jueces y fiscales a lo largo de una década.

No es Macri o Magneto, hay un porcentaje importante de la sociedad que repele el modelo nacional y popular como lo concibe Cristina, que se manifestó a lo largo del último medio siglo de formas diferentes.

Y que, democráticamente, representa el 30% que obtuvo Macri en las PASO de 2015 y Milei en las de 2023. Un 30% tan grande y significativo como el que sí se identifica con el campo nacional y popular. Milei no sale de un repollo, el propio Macri no sale de un repollo, y no es solo de la voluntad del 1% más rico ni del el 10% más rico.

Ese 30%, similar al 30% que apoya las ideas del campo nacional popular, plantean el famoso “empate hegemónico” de Juan Carlos Portantiero, una teoría sociológica y de ciencias políticas que es anterior a la aparición del kirchnerismo.

Y se disputan el 40% restante, para ganar en balotaje, como lo venimos viendo, por poca diferencia. 51% a 49%, o 56% a 44%, da exactamente lo mismo. Una sociedad dividida.

Si todo es una gran puesta en escena, la política se convierte en un arte inútil. Y eso, paradójicamente, es funcional al mismo poder que Cristina dice enfrentar.

Por eso, más que repetir que “todo está digitado”, tal vez convenga preguntarse por qué un sector tan grande del país elige opciones tan alejadas del campo nacional y popular. Qué fracasos condujeron a esta situación. Qué tipo de país queremos ser cuando ya no haya monigotes a los que culpar, ni líderes carismáticos que nos representen.

Y sobre todo, cómo evitar que esta condena marque el inicio de una etapa de aún más polarización. El riesgo de quedarse sin representación no es solo de los seguidores de Cristina: es de todos. La democracia y el respeto a las instituciones debe ser el camino por el que busquemos nuevos consensos para construir el país que necesitamos.

Lo mismo a quienes ayer por las redes salieron a festejar con memes de botellas de champagne como un remedo de mal gusto de 1955, aunque los hechos no tienen punto de comparación. No hay país sin consensos mínimos

Nos despedimos con una canción titulada MASTER OF PUPPETS (maestro de las marionetas), de la banda estadounidense METALLICA.

Producción de texto e imágenes: Facundo Maceira