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MODO FONTEVECCHIA
Análisis económico

Diego Giacomini: “El Gobierno ganó las elecciones a pesar de su plan económico”

Los resultados oficiales muestran que el oficialismo logró mantener una base electoral suficiente para imponerse, incluso en un escenario de alta fragmentación política y polarización.

Diego Giacomini en Fortuna TV: “El plan original de motosierra lo hice yo”
Diego Giacomini en Fortuna TV: “El plan original de motosierra lo hice yo” | CEDOC

El presidente Javier Milei y su fuerza política, La Libertad Avanza (LLA), se impusieron con contundencia en las elecciones legislativas de octubre, consolidándose como el principal bloque en el Congreso y asegurando, junto a sus aliados, el control de más de un tercio del Parlamento para avanzar en su agenda. Según un consultor financiero citado en el programa Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190), "El Gobierno ganó a pesar de su plan económico", reflejando que el respaldo popular no se limitó a consideraciones económicas.

El economista, consultor financiero y docente universitario Diego Pablo Giacomini dirige la consultora E² (Economía & Ética), especializada en asesoramiento económico‑financiero para empresas e instituciones. Se concentra en temas de política monetaria, tipo de cambio, inflación, deuda pública y el impacto de las decisiones macroeconómicas sobre la economía privada y regional. Además, fue coautor de varios libros junto al presidente Javier Milei antes de que este ingresara a la política y, posteriormente, rompió la relación profesional.

El plan económico está mal diseñado, presenta errores y, tarde o temprano, no dará resultados. El CEO de Pinco señaló que, con este dólar, una de las mayores inversoras financieras en bonos soberanos no tiene intención de invertir. ¿Qué falla en la estrategia? ¿Por qué no funciona a corto, mediano ni largo plazo?

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Empecemos por lo básico. El principal objetivo del presidente Javier Milei es reducir la inflación, basado en una relación mecánica: si baja la inflación, suben los votos; al mismo tiempo, se espera que baje el riesgo país, que suban los bonos, que llegue inversión y, finalmente, crecimiento económico. Sin embargo, años de análisis muestran que este razonamiento es simplista: los países con menor inflación suelen tener mayor crecimiento.

El primer error grave es la metodología elegida para alcanzar ese objetivo: aplicar un control de precios. Bajar la inflación es condición necesaria, pero no suficiente para lograr crecimiento económico. La meta real de Milei no es solo contener la inflación, sino generar inversión y desarrollo. Para conseguir ese crecimiento bajo un plan económico libertario, la economía debería impulsarse desde el sector privado.

Sin embargo, la inversión es la más baja de la historia: los últimos seis presidentes registraron niveles de formación bruta de capital menores que actuales. La infraestructura que se deteriora no se repara; las máquinas que se rompen no se reemplazan. En promedio, en 22 meses, la formación bruta de capital representa apenas 13,8% del PIB, y Milei es el único de los últimos seis presidentes con saldo neto negativo de inversión extranjera directa.

Esto significa que en menos de dos años los capitales extranjeros que salen del país superan a los que ingresan.

Habiendo dicho esto, ¿por qué se equivoca y por qué su plan es tan antilibertario?

Porque elige como método para bajar la inflación un control de precios. Además, decide controlar el tipo de cambio y reducirlo artificialmente para intentar contener la inflación. Desde un enfoque ético y filosófico, esto va en contra del liberalismo, ya que el tipo de cambio es un precio relativo crucial: compara lo que se produce en Argentina con lo que se produce en el exterior. Si el tipo de cambio se mantiene artificialmente bajo, los bienes argentinos resultan más caros respecto a los extranjeros. Esto dificulta su venta tanto en el mercado internacional como en el interno.

Otro error importante es no considerar que en Argentina el dólar es un bien escaso, algo que lo diferencia de otros países. La escasez se debe a que el Estado necesita dólares para emitir deuda en moneda extranjera, mientras que la mayoría de los países emiten en su propia moneda. Además, los argentinos ahorramos en dólares, a diferencia de otros países: europeos en euros, estadounidenses en dólares, brasileños en reales y chilenos en pesos.

Actualmente, la demanda de dólares para ahorro se estima en 50.000 a 55.000 millones de dólares anualizados, lo que genera escasez. Y cuando un bien es escaso, su precio tiende a subir. Si esto sucede, se rompe el ancla antiinflacionaria, porque tarde o temprano el dólar aumentará. Durante estos 22 meses, el corazón del plan económico ha sido generar ofertas de dólares artificiales y temporales para aumentar la disponibilidad de la divisa.

Se recurrió a distintos mecanismos: Scott Bessent, SUAP con el Tesoro de Estados Unidos, el FMI, blanqueos previos y la intervención sobre los dólares de los privados. Todo esto confirma la problemática.

El escenario podría cambiar hacia 2030 si se duplican las exportaciones per cápita gracias a Vaca Muerta y a la minería. Sin embargo, planificar en base a proyecciones a tan largo plazo es extremadamente antiliberal. Nadie puede predecir los precios de la energía ni de los commodities agropecuarios en 2030 o 2032.

Hoy, sabemos que los argentinos seguirán ahorrando en dólares y que la demanda del sector público también crecerá, superando los niveles actuales. Por ejemplo, se estima que en 2026 las exportaciones aumentarán alrededor de 9.000 millones de dólares, un poco más del 10%. Sin embargo, esos dólares adicionales irán directamente al sector público para pagar intereses de deuda que este año no se cubrieron, dejando al sector privado sin beneficio. La ecuación oferta-demanda para las empresas y los consumidores queda igual.

Intentar respaldar el futuro basándose en predicciones de precios y cantidades futuras es un error fundamental. El futuro es impredecible, y cualquier cálculo de balance dependerá de múltiples variables. Incluso si se duplicara el volumen físico de exportaciones, y aunque los precios varíen, el balance podría mejorar, pero solo si se consideran todas las variables del sistema, no solo las que resultan convenientes.

En términos prácticos: si el Estado exporta más, debe pagar con pesos a los exportadores. Luego, esos pesos deberán ser esterilizados. Implica que el Banco compra dólares, emite base monetaria y pone más pesos en circulación. Aunque aumenten las reservas en dólares, también crece los pesos en el mercado.

El error conceptual más grave del llamado “hombre del Atlantis” es evidente. Lo llamo así porque está desconectado de la realidad y carece de experiencia de calle. Se lo expliqué cientos de veces en la presidencia del Banco Central: cuando emitís LEBACs para esterilizar, estas se multiplican porque generan intereses. Mientras tanto, las reservas no se incrementan, sino que se usan para pagar deuda, reduciendo el saldo. Así, se comete un error antiliberal fundamental: extrapolar la foto actual al futuro, cuando en realidad la tendencia es opuesta.

¿Cómo se puede planificar si no se reconoce la capacidad humana de proyectar el futuro?

Planear el futuro es diferente en el sector privado y en el ámbito macroeconómico. En el sector privado, puedo prever mis finanzas, mis inversiones y mis compras; tengo información de precios y conozco mis objetivos. Pero intentar planificar para millones de agentes económicos cuya conducta no se puede anticipar es imposible. Esto es un principio central de la economía austríaca, y es por eso que la metodología aplicada por Javier Milei.

Es imposible gobernar siguiendo la escuela austríaca en la Argentina. La única consecuencia de intentar hacerlo sería hipotecar los principios liberales y fracasar, especialmente al controlar el tipo de cambio. La escuela austríaca sirve como referencia teórica, pero nadie puede aplicarla de manera estricta y sobrevivir en un contexto moderno. A comienzos del siglo XX, sin Reserva Federal y con patrón oro, la aplicación era más viable.

¿Coincidís en que no dejan flotar al dólar?

El error central es que no se permite que el dólar flote. Esto se refleja en múltiples fallas: el sistema para bajar la inflación falla, y la política monetaria es errática. Un banco central independiente, guiado por reglas institucionales claras, sería esencial. Pero tenemos todo lo contrario: el Banco Central forma parte del gabinete, sus decisiones se anuncian en conferencias de prensa junto al Poder Ejecutivo, y las medidas cambian día a día: un día se controla la tasa de interés, otro los encajes, otro la base monetaria o M2. No hay reglas, ni previsibilidad, ni comunicación.

Dado que no se puede aplicar la escuela austríaca en la Argentina de hoy y que la independencia del Banco Central es prácticamente imposible por cuestiones históricas y políticas, la única opción viable es un enfoque heterodoxo. Comparando planes antiinflacionarios anteriores, como el Austral, la salida de la convertibilidad y el actual, se evidencia que los planes más consistentes lograron resultados mejores. Por ejemplo, la convertibilidad comenzó con 27% de inflación mensual y logró reducirla a menos del 1% en ocho meses. En cambio, el gobierno de Javier Milei inició con 25% mensual y hoy registra una inflación cuatro veces mayor que la convertibilidad.

La diferencia radica en la consistencia del plan: la convertibilidad se basaba en un esquema tipo currency board, similar a un patrón oro, que garantizaba estabilidad y previsibilidad, algo ausente en el plan actual.

¿Qué cambió para quienes lograron mantenerse dentro del sistema en los primeros años? Se aplicó una regla clara y consistente para bajar la inflación, con un banco central separado del poder político.

Lo que hizo Javier Milei es, en términos liberales, un despropósito. Algunos mencionan el paralelo con Macri, que liberó el CEPO el primer día. Pero aquí él es el problema principal: su perfil personal lo hace muy cauteloso, temeroso de asumir costos. Ese miedo lo llevó a proteger su posición en lugar de aprovechar oportunidades. Por eso desaprovechó la posibilidad de permitir que el mercado ajustara naturalmente el tipo de cambio. En lugar de confiar en las fuerzas de mercado, aplicó controles, impuestos y restricciones, consolidando un enfoque antiliberal.

Otro error grave es la prioridad absoluta al superávit fiscal. Este ahorro estatal se obtiene a costa del desahorro privado, lo que limita la inversión futura y, por lo tanto, el crecimiento económico. Habría sido más eficiente reducir el gasto público y, simultáneamente, bajar impuestos desde el primer día, generando un equilibrio fiscal que estimulase al sector privado. El resultado habría sido un déficit controlado, financiable y compatible con inversión y crecimiento.

La falta de liberalización del mercado cambiario evidencia el temor del gobierno a la inflación. El dólar mayorista reacciona primero ante subas del tipo de cambio y arrastra los precios mayoristas y minoristas. Por eso, pese a la suba de la inflación mayorista y minorista en los últimos nueve meses, se mantiene el CEPO. El resultado: un plan económico que ya fracasó y que continúa aplicándose.

La percepción del mercado post elecciones: “Lo que el mercado espera es toda la reforma fiscal y la laboral”

Paradójicamente, siendo un gobierno de economistas, lograron ganar las elecciones a pesar de los malos resultados económicos. La población votó a espaldas de la economía, dejando al gobierno un margen de dos años para corregir su estrategia. La lección es clara: su plan económico es el problema y debe cambiarse.

MV