Julio María Sanguinetti, referente político uruguayo, opinó sobre la situación de la vicepresidenta argentina y resaltó que “hay que respetar las decisiones judiciales, aunque no nos gusten, porque la Justicia no es infalible”. "En otros tiempos la situación hubiera generado una intervención militar”, expresó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
El 12 de noviembre usted se reunió con Pepe Mujica, su rival político, y se sentaron a pensar juntos el futuro del país por el bien de todos. Desde esa perspectiva que ustedes tienen en Uruguay, que en Argentina podríamos denominar "cruzar la grieta", ¿cómo interpretan la condena que recibió ayer Cristina Kirchner, sus declaraciones posteriores, y el clima beligerante que existe en Argentina?
Uno lo mira con un sentimiento ambivalente. Por un lado, es muy entristecedor que una democracia condene a un presidente electo, lo cual no es la primera vez que ocurre en Argentina en los últimos años. Eso, sin duda, entristece porque uno quiere una Argentina sólida, con una democracia fuerte, y que mire hacia adelante.
Por otra parte, uno tiene que reconocer que es lógico que la ley se aplique y que los abusos sean reprimidos. Desgraciadamente, hay también en los últimos años, una recurrencia en el abuso administrativo de los fondos del Estado, en esa connivencia que ha existido entre el poder político y ciertos sectores del poder económico.
Cuando fue la condena al expresidente Lula, en ese momento, ¿sintió el mismo pesar? ¿Era distinto a lo que ocurre ahora? ¿Tenía la misma ambivalencia?
Naturalmente que produjo el mismo sentimiento. No son cosas que hayan hecho bien. La condena a un presidente representa un gran daño para la democracia. Luego terminó en una reversión. Esto no es bueno, porque todos estos procesos de judicialización de la política terminan politizando a la Justicia, que pasa a ser el árbitro de todos los conflictos políticos.
No porque la Justicia sea responsable de invadir terrenos que no son propios, sino porque las debilidades del sistema político llevan a que termine ejerciendo una función que no es su función natural. La Justicia está para dirimir los conflictos entre los individuos entre sí, y entre el Estado y esos mismos individuos, no las contiendas institucionales.
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Brasil ha tenido dos impeachments. En otros tiempos la situación hubiera generado una intervención militar. Hoy no ha sido así, y esa es la única parte que uno puede mirar de un modo reconfortante.
Finalmente, las instituciones siguen funcionando y es importante preservarlas, respetarlas y asumirlas. Hay que respetar las decisiones judiciales, aunque no nos gusten, porque la justicia no es infalible. Esa administración de justicia puede cometer errores, pero no tenemos otro sistema para preservar la sociedad democrática.
Usted mencionaba recién que hechos similares hubieran desembocado en un golpe militar en el pasado, y que afortunadamente hoy se resuelven dentro del marco del Estado de derecho. Casualmente, Cristina Kirchner dice que el papel que antes cumplían los golpes militares, hoy lo cumple la Justicia. ¿Le parece negativa la observación de Cristina?
Naturalmente, porque Cristina supone que la Justicia es el brazo armado, con la espada de la ley, en su contra. Lo que ocurre es que, desgraciadamente, la justicia argentina ha tenido muy fuertes elementos de influencia política. Notoriamente, en 20 años, se ha ejercido una influencia muy importante sobre la justicia argentina.
Pero el hecho de que antes hubiera una situación así no quiere decir que la Justicia hoy esté actuando mal contra ella. Me sorprende que ayer Cristina se expresó con una actitud emocional, como si no supiera que iba a haber un fallo en su contra. Y también me llamó la atención que dijera que no iba a postularse a cargos electivos, como hecho político.
La polémica por la flexibilización del Mercosur
Con respecto a la situación de Uruguay, Alberto Fernández llevó a la Cumbre del Mercosur la polémica por la flexibilización económica que quiere Lacalle Pou. ¿Qué análisis hace usted de la disputa de Uruguay con Brasil, Argentina y Paraguay para flexibilizar el organismo?
El asunto es para qué nació el Mercosur. Desde instancias previas siempre hablamos de un “regionalismo abierto”. Es decir, la idea de configurar una región para que, con un espacio económico más amplio, pudiéramos tener una mejor economía de escala, especializarnos para que cada país lo hiciera mejor y con más eficiencia, y así competir con el mundo.
Regionalismo, sí, pero abierto al mundo. La idea no era construir una nueva fortaleza neoproteccionista, sino, por el contrario, un procedimiento mejor para insertarnos en el mundo de un modo conjunto. Ese fue el origen del Mercosur, y durante los primeros ocho o nueve años funcionó así.
Después de la evaluación brasileña de enero del ‘99 la situación se complicó, porque chocamos contra la asimetría del Mercosur. Tener un socio tan predominante que, con cualquier decisión económica interna, por ejemplo en el manejo de su moneda, generaba una tormenta al resto.
A partir de allí entramos en una etapa difícil. Después vinieron los gobiernos Kirchner, muy hostiles hacia la actuación conjunta. Recordemos los conflictos en la frontera por la instalación de las plantas de celulosa. Ahí empezó a perder el sentido del “regionalismo abierto”.
No hemos logrado abrir nada. Las relaciones con la comunidad europea siguen frustradas. Firmamos el acuerdo marco para iniciar esas negociaciones hace más de 30 años. Y así como no se ha logrado con Europa, tampoco hemos avanzado con otras regiones.
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Más que un regionalismo abierto, ha pasado a ser un regionalismo más cerrado de lo que se esperaba. Bolsonaro tomó algunas medidas en una buena dirección, algunas rebajas arancelarias, pero tampoco llegó a generar un cambio sustancial.
El tema es qué hacemos con el Mercosur. Si lo renovamos y recuperamos el espíritu de mirar hacia el mundo, o si vamos a encerrarnos y mirarnos el ombligo, que es el mejor modo de no crecer y de no participar de esa transformación mundial de la sociedad industrial a la sociedad digital.
Creo que hay que sentarnos a dialogar sobre cómo encaramos estas discusiones. Uruguay impulsa esas modernizaciones. El mundo de hace 30 años no es el de hoy, cambió sustancialmente. La propia globalización cambió. Hay que repensar este modelo de inserción y ver cómo lo llevamos adelante.
FM JL