La sequía que enfrenta Uruguay -la peor en casi un siglo- está causando un deterioro dramático en la calidad del agua, con efectos en hogares, oficinas y fábricas. El líquido que sale de las canillas sigue siendo demasiado salado, incluso tóxico para algunas plantas y peces.
La crisis es parte de una sequía regional que va por su tercer año y que -en las tierras de Artigas- casi vació las reservas disponibles.
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Hace tres meses, la escasez en departamentos como Montevideo y Canelones fue tan acuciante que el gobierno empezó a incorporar el agua salina del Río de la Plata a un sistema de abastecimiento que llega a dos millones de personas, el 60% de la población. A pesar de los tratamientos posteriores, los niveles de sodio excedían los permitidos por la Organización Mundial de la Salud.
La sequía también causa graves dolores de cabeza a los científicos. El agua modificada destruye equipamiento básico en los laboratorios, como filtros y destiladores. Las reparaciones pueden demorar hasta cinco meses, lo que retrasa el avance de investigaciones cruciales, por ejemplo, sobre el Mal de Chagas.
“Nos quedamos sin repuestos”, se sinceró ante la revista Scienceun representante de una de las mayores empresas de equipamiento para laboratorios.
Aunque la calidad del agua mejoró en los últimos meses, las concentraciones de sal todavía están por encima de lo normal. Mientras tanto, los investigadores piensan cómo evitar crisis similares en el futuro.
Una de las lecciones más importantes es la necesidad de mejorar la comunicación con el gobierno, que nunca les advirtió sobre los cambios en el suministro ni buscó asesoramiento para minimizar los impactos.
La comunidad científica también sabe que deberá estar mejor preparada para los próximos eventos extremos. Si no lo hace, las consecuencias serán impredecibles.
