Pablo Semán, sociólogo y antropólogo, resaltó que "hay una superestructura política evangélica que en Brasil le pone una dirección al caudal confesional". Y, a su vez, marcó las diferencias entre Argentina con Brasil con respecto al vínculo de la religión y la política. "Los evangélicos argentinos perciben los peligros de la radicalización", manifestó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9).
¿Cuál es el rol del evangelismo en la cultura y la sociedad brasileña, que acapara varios sectores sociales?¿Es distinto el evangelismo en Brasil que en el resto del mundo?
Es un caso particular por lo siguiente: tiene una demografía extensa, pero con una superestructura que ha vertebrado el espacio evengélico y que se beneficia de algunas características del sistema electoral brasileño y el de la negociación parlamentaria.
Porque en Brasil es relativamente fácil hacer elegir diputados, justamente, por los niveles locales y, de esta manera, construir bancada. Y, a su vez, con la fragmentación del sistema de partidos, hacer negociaciones muy ventajosas.
Los grupos evangélicos, sobre todo la Iglesia Universal del Reino de Dios, rinde en la formación de un agregado electoral más o menos homogéneo. Y digo homogéneo porque, en el último tiempo, el comportamiento de los pertenecientes a esta religión fue variable. De hecho de las elecciones 2018 a estas, el voto evangélico y macizo a Bolsonaro se diluyó, pasó del 64% a ser el 50%. Hay una superestructura política evangélica que en Brasil le pone una dirección al caudal confesional.
Papa Francisco apuntó a la "polarización agresiva" en Argentina
¿Qué importancia tiene tanto en Brasil como en Estados Unidos, esa visión conservadora de los valores familiares, como para que surjan figuras como Bolsonaro y Trump?
Son una especie de colchón cultural que se expande reactivamente cuando aparecen distintas agendas, como las de género. Lula, hasta el 2014, tuvo una alianza muy fuerte con el mismo electorado que ahora apoya a Bolsonaro. Él sí era sensible a la potencialidad de ese sector para la radicalización conservadora, por eso fue muy cuidadoso.
Pero llega un momento en que esas tensiones son inevitables. Lo importante es darle un contenido cultural, demográficamente muy fuerte a la reacción frente a una agenda modernizadora de las relaciones interpersonales o de las cuestiones de género.
También, hay que decirlo, es un espacio muy contradictorio porque en relación a los derechos de la mujer, la mayoría de los evangélicos eran muy contenedores, a diferencia de los católicos. Pero finalmente, y en los últimos años, son el colchón de la reacción conservadora.
El peso de la religión en la política argentina
¿Se puede comparar estos fenómenos en Brasil con respecto a la Argentina, vamos hacía eso?
Más que comparaciones, hay relaciones y contrastes. La primera diferencia es que en nuestro país el caudal evangélico es más pequeño. La otra gran diferencia es que el sistema electoral y político no permiten el crecimiento de fuerzas alternativas. Hay electorados más fuertes y no hay tanta ganancia para los partidos chicos.
Además hay otra diferencia: los efectos de la experiencia bolsonarista en el mundo evangélico son ambiguos, y por eso ocurrió que el voto evengelico en favor del presidente, se retrajo y es muy conflictivo. De esta manera, los evangélicos argentinos perciben los peligros de la radicalización, y por eso, hay un debate soterrado acerca de esto.
Algunos quieren esa radicalización y otros quieren evitar asumir compromisos políticos directos, que tienden a homogeneizar a su propio electorado. La última diferencia es que, como en Argentina hay una cultura ciudadana más desarrollada que en Brasil, los electores evangélicos no son tan fáciles de convencer de votar lo que diga el pastor.
AO PAR