MúSICA
CONTRASTES DE UN SHOW HISTÓRICO

Judas Priest en Argentina: ecos de una vigencia

El día que Argentina pasó a la final de Qatar 2022 hubo otro festejo en el Movistar Arena. El emblema británico de heavy metal cumplió 50 años con un setlist repleto de clásicos. Messi en pantalla gigante, muchas camisetas de la Selección y un recinto que fue una caja de resonancia para la castigada voz de Rob Halford.

judas priest en argentina
Esfuerzo vocal, fútbol y música en una noche para el recuerdo. | Fernando Serani / @metaleyewitness

Si hubo una noche en la que la emoción del fútbol se cruzó con la música más estridente, esa fue la del último martes 13 de diciembre, post festejos del triunfo de la Selección nacional ante Croacia, de cara a la final de Qatar 2022.

Decenas de remeras negras con logos de grupos de todo tipo y color se cruzaban en el cruce de avenida Corrientes y Dorrego con estandartes patrios y voces disfónicas de gol. Era hora de una segunda prueba a las cuerdas vocales, esta vez para entonar himnos metaleros de la mano de Judas Priest, el sello británico del más puro heavy metal.

El show lo abrió Horcas con Solución Suicida (pasó el incendiario Fuego, Vencer, Argentina tus hijos y Esperanza, entre otros temas) para cerrar con Destrucción, el inoxidable cover de V8, para que el campo del Movistar Arena se agite a pleno. El cantante Walter Meza arengó que hay heavy metal argentino para rato y besó el piso -porque en ese lugar iba a cantar Rob Halford, uno de sus ídolos- lo que sirvió para sembrar demagogia y cosechar obvios aplausos.

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Judas Priest en Argentina
El crédito local con Horcas, una solvente muestra de que el metal criollo está vivo. (Fernando Serani / @metaleyewitness)

Si hay que rescatar algo de Horcas es el gran ajuste sonoro que tuvo, la potencia de sus guitarras y la limpieza con lo que la voz llegó a cada rincón entre toda la distorsión. "Si así suena Horcas, lo que va a ser Judas", se escuchaba decir en la primer fila de una de las plateas superiores del Movistar Arena, un recinto con una acústica premium que empequeñece a cada sede recitalera del país. La pregunta era: ¿esta efectividad sonora le jugaría a favor o en contra a la distorsión metalera del sumo sacerdote heavy?

Sacerdocio en capilla

La intro con War Pigs de los míticos Black Sabbath, luces que se apagan y celulares que se encienden apuntando al escenario y hacen foco en lo que buscaría ser una noche histórica.

Por un lado, por los 50 años de Heavy Metal (esta vez con mayúsculas) sobre los hombros de Judas Priest y, por el otro, en tener a una banda bien pesada que llenó el recinto de Villa Crespo en tiempo récord: las entradas para la fecha del martes 13 de diciembre del Knotfest Roadshow se agotaron en pocas horas luego de salir a la venta. 

Judas Priest en Argentina
Rob Halford, con más presencia que voz, símbolo inalterable de un género musical. (Fernando Serani / @metaleyewitness)

La intro de Hellion selló todas las expectativas y la apertura con Electric Eye comenzó a mostrar un show con ciertos dobleces y rugosidades. El sonido grueso y grave que se oía con la banda soporte mutó a algo más agudo y crudo con la banda insignia de Birmingham.

Como aperitivo se podía ver a la cruz gigante que representa el símbolo de Judas Priest ante el mundo, formada en esta ocasión por una planta de luces colgante que se eleva y queda en diagonal hacia el suelo como si fuese un ojo que todo lo ve, y evalúa el desempeño de sus creadores.

Judas Priest en Argentina
Andy Sneap y Ian Hill, parte de la columna vertebral del sonido de Judas Priest. (Fernando Serani / @metaleyewitness)

En una fecha maldita para los supersticiosos, el sonido jugaría un rol clave durante la velada. Una banda idolatrada como Judas Priest, con todos sus pergaminos bien ganados, debía poner a prueba su solidez en una locación a la altura de la leyenda metálica.

Pero la noche estuvo signada por la reverberancia, ese efecto natural que se produce cuando las ondas de sonido "chocan" contra las distintas superficies de un recinto. Esto genera un rebote (eco o reflexiones) que llegaba con cierto retardo al oído humano, al menos en la platea superior en donde este cronista presenció el show

Judas Priest en Argentina
Ojos bien cerrados, esfuerzo y falsete, el crédito vocal del icónico Rob Halford.  (Fernando Serani / @metaleyewitness)

La magnificencia de un setlist con supremacía del disco Screaming for Vengeance (cinco temas) y British Steel (con cuatro) dejaba en claro que estas bodas de oro de Judas Priest junto al metal había que justificarlas con sus placas más emblemáticas de 1982 y 1980, respectivamente. Y dejar que brillen perlas como Jawbreaker, Between the Hammer and the Anvil, y Devil´s Child, entre otros clásicos de la cosecha sacerdotal.

Lucha de egos musicales

Con un sonido entre el martillo y el yunque, aparte de Halford, los ojos (y oídos) de los presentes apuntaban a las dos hachas judásicas. Por un lado a la del productor Andy Sneap -quien reemplazó para los directos al mítico Glenn Tipton, víctima de un mal de Parkinson galopante que a comienzos de 2018 lo obligó a bajarse de los escenarios- y, por el otro, de Richie Faulkner, quien desde hace más de una década ocupa el lugar del guitarrista K.K. Downing, quien tuvo una salida "orquestada" por el resto del grupo, según sus palabras en abril de 2011, incluyendo conflictos con sus compañeros de banda y management del grupo.

Judas Priest en Argentina
El violero Richie Faulkner, desde 2011, en las botas del violero K.K. Downing. (Fernando Serani / @metaleyewitness)

Y en este tandem de violas estuvo uno de los meollos del show, cuando la potencia de las guitarras subían, la voz del pelado vocalista aparecía algo perdida entre la distorsión, y cuando se incrementaba el volumen de Halford, las guitarras pasaban a un plano, por momentos, confuso y casi imperceptible, al sonar al unísono. No así si una de ellas se desplegaba en soledad.

En esa lucha de egos musicales fue desarrollándose la noche, dejando como rehenes a gemas como Metal Gods, Steeler o The Green Manalishi (With the Two Prong Crown), el cover de Fleetwood Mac. Y si a esto se le suma una desgastada voz de Halford, con falsetes a medio camino, en temas como Painkiller, la ecuación no deja buen sabor.

Judas Priest en Argentina
El baterista Scott Travis, pulmón percusivo del grupo inglés, de sobria performance. (Fernando Serani / @metaleyewitness)

Halford se muestra encorvado, con los ojos cerrados y enroscado sobre el micrófono, intentando escalar en agudos y así vislumbrar su pose histórica. Varias veces apoyando su ojo (y memoria) en el prompter, la leyenda vocal de las tachas y el cuero fue más terrenal que idílico, más teniendo en cuenta los 71 años del frontman. La cruda realidad mostró que esta última presentación en el país fue de los desempeños más flojos del calvo cantante.

Si hubo un momento en donde el concierto tomó altura fue con el guiño futbolero de la fecha. El cierre de Turbo Lover sorprendió con la imagen del jugador Lionel Messi en pantalla gigante, con las manos apuntando al cielo como si desease la tan ansiada copa del Mundo. Todo esto tributado en manos de una banda cuyo origen es el adn de la historia futbolística: Inglaterra.

Judas Priest en Argentina
El contraste entre el sonido de guitarra y voz boicoteó el resultado final del show. (Fernando Serani / @metaleyewitness)

Acá nada del "que no salta es un inglés" como se rugió en las calles durante la tarde-noche del martes y se proyectó a todo un país futbolizado. El amor musical por el heavy metal parece ir por otro sendero, paralelo e infinito a los avatares deportivos, por más camisetas y banderas argentinas que desfilaron por el Movistar Arena.

En un desparejo Painkiller (con las partes más exigentes fuera de menú) y con armonías que se escondían entre los rincones del lugar, dejaron más para el disfrute las pantallas en blanco y negro, mostrando la figura de Tipton ejecutando los clásicos solos del tema, con más nostalgia que efectividad. Más de uno lagrimeó al recordar sus efectivas performance en vivo.

El siempre estático Ian Hill al bajo colocó a los graves en estado de ausencia mientras la disimil amplificación de la batería de Scott Travis (algunos tones tapaban el sonido de violas) plasmaron una ecualización un tanto desprolija.

La mecánica del final

Para los bises, el rugido de la Harley Davidson de Hell Bent for Leather y Rob, otra vez en modo poster, llegando con la fusta entre los dientes y toda la rabia heavy por escupir, resultó una de las mejores interpretaciones de la noche, o al menos, de las más emocionantes.

Breaking the Law, aquel grito seminal de la rebeldía heavy, que hoy parece una caricatura al lado de las decenas y decenas de ramificaciones extremas del género, puso en la pista de aterrizaje los últimos metros de carreteo de un show que estacionó con el clásico final, Living After Midnight, para dejar rebotando el eco de una vigencia inalterable.

Judas Priest en Argentina
La arremetida final de clásicos dejó flameando en alto la bandera de Judas Priest. (Fernando Serani / @metaleyewitness)