Investigadores advierten que si los países no aplican cambios ni toman medidas se corre el riesgo de que cada vez aparezcan en forma más frecuente enfermedades nuevas como consecuencia “de la forma en que las personas se abastecen de alimentos, comercian con animales y alteran el medio ambiente”, tal como asegura el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y el Instituto Internacional de Investigaciones Pecuarias (ILRI) “Prevenir la próxima pandemia: zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión”.
Según el reporte, se estima que alrededor del 60% de las infecciones humanas tienen un origen animal, y cerca del 75% de las enfermedades emergentes “saltan especies” de los animales a las personas. Además del virus SARS-CoV-2 que saltó de una especie animal al humano, hay otros ejemplos como la gripe H1N1 o porcina y la aviar, el síndrome respiratorio del Oriente Medio (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS).
Comercialización de la fauna silvestre. El jefe de evaluaciones científicas del Pnuma advierte que en general se piensa que pandemias como la de gripe de 1918-1919 –en la que se calcula resultaron infectadas 500 millones de personas y murieron alrededor de 50 millones– solo ocurren una vez en un siglo. “Pero eso ya no es cierto. Si no restauramos el equilibrio entre el mundo natural y el humano, estos brotes serán cada vez más frecuentes”.
El ecólogo, investigador del Conicet en el Centro Austral de Investigaciones Científicas y uno de los autores de la “Evaluación regional de biodiversidad y servicios ecosistémicos para América” de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (Ipbes), Christopher Anderson, afirma que “los mecanismos de transmisión de las enfermedades zoonóticas incluyen, entre otros, la comercialización de la fauna silvestre y del mal manejo de la industria agroganadera”.
Anderson explica que esas prácticas hacen que las personas entren en contacto con determinados animales, o que se vinculen distintas especies y que “aumenten las posibilidades de que un virus nocivo nos afecte”. Para el profesor de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego a esto hay que sumarle los efectos del cambio climático, como el aumento de la frecuencia de inundaciones y sequías y degradación del ambiente.
Costumbres y cambio climático. En coincidencia, el director del posgrado de Actualización en Derecho y Políticas del Cambio Climático de la UBA, Claudio Lutzky, considera que una de las causas de la pérdida de biodiversidad son los eventos extremos relacionados con el cambio climático que “van extinguiendo muchas especies y en otros casos forzándolas a migrar, lo que implica una modificación en las relaciones que los seres humanos tenemos con muchos animales e implica la propagación de mayor cantidad de enfermedades”.
Las inundaciones, señala Lutzky, llevan a migraciones grandes de ratas que puede influir en la aparición de casos de leptospirosis. El aumento de la temperatura y de las lluvias también favorece la extensión de las áreas en las que está presente el mosquito Aedes aegypti, que transmite enfermedades como dengue y zika.
“Si vivís en un sistema natural y cambiás las condiciones de vida eso te afecta. Con todo el desarrollo de la técnica hemos olvidado que dependemos de la naturaleza para nuestra supervivencia”, reflexiona Lutzky.
La investigadora del Conicet y del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA Matilde Rusticucci agrega que “los animales se van trasladando a climas más favorables y pueden llevar enfermedades a las especies de otros lugares con las que se encuentran y que no tienen inmunidad”.
Brotes deforestados. Otro de los factores que pueden favorecer la aparición de brotes de nuevas enfermedades es la deforestación, y “con la fragmentación del hábitat nativo se reduce la biodiversidad que puede llevar a eliminar los animales que controlan plagas y favorecer especies transmisoras de infecciones, como algunos roedores y mosquitos”, advierte Anderson.
Como ejemplo, la investigadora en el Grupo de Epidemiología y Medicina Preventiva del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) María Natalia Aznar menciona la infección por el virus de Nipah, una zoonosis emergente que causa cuadros graves tanto en animales como en humanos y que tuvo brotes en países de Asia. “El virus estaba en murciélagos que habitaban en árboles frutales de la selva que tras un desmonte tuvieron que migrar a granjas de cerdos donde había plantaciones. Los cerdos comieron las frutas que caían de los árboles habitados por los murciélagos y se infectaron con el virus que mutó.
“El ser humano invade cada vez más espacios y hay patógenos que están en la fauna silvestre que terminan infectando a la fauna doméstica y al humano”, advierte Aznar, y destaca la importancia del trabajo de los propietarios, los veterinarios y las instituciones en la vigilancia y la detección precoz
Una salud, un planeta
Además de frenar prácticas como el desmonte, el comercio de fauna silvestre y el mal manejo agrícola-ganadero, los especialistas recomiendan tener presente el enfoque de “una salud”. “En la mayoría de los países hay un cortocircuito entre salud humana y animal. El concepto de ‘una salud’ debe dejar de ser una utopía para empezar a ser una realidad”, afirma la investigadora del INTA María Natalia Aznar.
Para la especialista es importante que los productores notifiquen al Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) cuando observan algo fuera de lo normal en sus animales, y destaca la importancia del trabajo del veterinario privado. De esta manera, si se trata de una enfermedad exótica “se puede actuar rápido y antes de que se disemine”.
El investigador del Conicet Christopher Anderson recuerda que muchos de los brotes, como el de la gripe porcina, son consecuencia de los sistemas socioproductivos, por lo que se requieren soluciones políticas y colectivas. “La salud ambiental y la humana van de la mano, hay que abordar el problema como uno solo”, concluyó.