Es muy difícil que alguien desconozca la situación cubana -esto responde al Presidente-. A más de uno le ha llamado la atención Cuba, ya sea por su historia, su belleza o su situación. Si usted es amante de los libros, es imposible que no se haya topado con uno que hable de Cuba, sucede lo mismo con las películas: ¿quién no vio una escena en Cuba? Y con las canciones también, hoy -gracias a plataformas como YouTube o Spotify- escuchamos artistas cubanos o descendientes de cubanos.
En mi experiencia, desde niño fui atravesado por Cuba y me obsesioné con los personajes típicos: Fidel, Raúl, el Che, Cienfuegos, entre otros. De hecho, mi trilogía favorita (El Padrino) desarrolla parte del guion en la isla, y más si alguno ha jugado al videojuego El Padrino II donde una misión es asesinar a Fidel Castro -un sueño que nunca pudo cumplir la mafia italoamericana-.
Entender la historia cubana es una aventura que está trazada por mitos y realidades, justamente porque existió un historiador que la vivió y escribió: Fidel Castro. Él logró redactar parte de la historia cubana, obviamente, a su forma de ver las cosas. Pero también es difícil cuando uno se encuentra con la otra cara de la moneda que intenta demostrar que Cuba era un paraíso hasta que llegó Fidel y ahí todo se destruyó. Es algo cliché: “Argentina era el mejor país del mundo hasta que llegó Perón”, “Venezuela era el gigante americano, pero llegó Chávez”, hubo un momento que parece que América Latina era el paraíso y llegaron estos personajes (en distintos momentos, claro).
Pero también estos tipos dicen exactamente lo contrario, en palabras más o palabras menos: “[Cuba, Argentina, Venezuela, etcétera] era una tierra llena de injusticias, pecados y excesos, hasta que llegamos nosotros”. Uno ve el paraíso hasta la llegada del demonio, el otro ve el purgatorio que finaliza con la llegada del Mesías. A claras tintas, en el fondo existe una moral judeocristiana: unos son los judíos que no creen en Jesús -léase Fidel, por ejemplo- y los otros que sí lo alaban.
Más allá. El problema de esta moral, que a mí me exaspera, es la implicancia del nacionalismo y de las formas de gobiernos antiliberales. Estos dos grupos, que expuse arriba, optan más por la “llegada de” y no por la responsabilidad civil de cada individuo. Eso se nota, por ejemplo, con el golpe de la Revolución Libertadora -apoyada por casi todos los partidos políticos de su momento, excepto el movimiento peronista-.
Cuba mueve, más que la salsa. En política exterior, Argentina siempre estuvo atrás de Cuba, no es algo de ahora. Estados Unidos, con Eisenhower y luego con los Kennedy, buscó convencer a los presidentes argentinos (Frondizi, Guido e Illia) de presionar contra la Revolución Cubana. En la presidencia de Frondizi, hubo una gran crítica a la cercanía del mandatario y Ernesto Guevara, funcionarios manifestaban que meternos en problemas de las potencias arrastrará consecuencias gigantescas -un poco de exageración y un poco de verdad: los militares dejaron de confiar en Frondizi-.
En aquella época se hablaba del síndrome de la mosca: “enfermedad que ronda a los poderosos y les hace creer que tienen poder más que el real. (…) protagonismo permanente, de mediar o intentar resolver conflictos” (fragmento novelado de Eliseo Álvarez, El hombre que engañó a Kennedy, 1999).
El Papa llamó al diálogo y dijo "estar cerca del querido pueblo de Cuba en estos momentos difíciles"
Parece una película -no de Hollywood porque a Fidel no le gustaba- que suframos este síndrome aún, esto no significa no posicionarse “a favor” o “en contra”, sino de la creencia que Argentina puede mediar en semejante conflicto. Alberto Fernández, por sus declaraciones, quiere estar bien con unos y con los otros.
Es muy importante lo que sucede en Cuba, puede ser el fin de la dictadura castrista pero también un precedente para Venezuela y Nicaragua. Entiendo la dificultad del Frente de Todos a la hora de dar explicaciones, es muy difícil expresar una postura cuando en la coalición hay personajes que fueron entrenados en Cuba para la guerrilla. Es un hándicap que tiene el macrismo porque en aquel entonces -me refiero a la década del ’70- Macri empezó su relación con el Estado. Unos agarraban armas y aprendían estrategias guerrilleras, otros sacaban cuentas de los retornos y los bolsos con dólares. ¿Democracia? Lo dejaremos para más tarde.
Finalizando, es muy importante la imagen que dejó Fidel, el Redentor. Hay quienes lo odian y otros que lo aman. Fue el papá de Hugo Chávez y el mentor para inestabilizar todas las democracias sudamericanas. Fidel logró ser lo que le confió a Nikita Jrushchov: quiero morir como héroe. El tema es: ¿cuántos Redentores van a pasar para darnos cuenta que la política no es predicación y eucaristía?