OPINIóN
Coronavirus

De vacunas, liderazgos y política internacional

La crisis sanitaria amenazó con poner en jaque el modelo predominante de relaciones internacionales en el siglo XXI.

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Inminente. La vacunación masiva es lo más esperado por la humanidad. | shutterstock

Más de doscientas vacunas, una meta: ser el primero.

La crisis sanitaria amenazó con poner en jaque el modelo predominante de relaciones internacionales en el siglo XXI. La ilusión de un modelo multilateral de cooperación y articulación de intereses dio lugar a una realidad mucho más hobbesiana. Las rivalidades entre las naciones se profundizaron. Cuando el mundo necesitaba una respuesta internacional conjunta, la lógica de la desconfianza y la competencia se agudizó.

Sin embargo, las herramientas de poder habituales no se encontraban dentro de la caja . Debido a la desaceleración abrupta de la economía mundial, los poderes regionales se vieron obligados a encontrar nuevas formas de influir estratégicamente en el andamiaje geopolítico mundial. En un escenario donde reina la desconfianza mutua, los grandes poderes debieron desempolvar sus estrategias de soft-power. La contienda, que se disputaba esferas de influencia, ahora implicaba la capacidad de generar consensos y espacios de cooperación.

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Las vacunas y su impacto en el desarrollo social y económico

En un contexto donde múltiples vacunas se encuentran bajo desarrollo, uno de los mayores desafíos de los gobiernos nacionales consistió en definir a qué caballo apostar. En consecuencia, la carrera por la producción de una vacuna contra el Covid-19 tomó un giro político que, según algunos especialistas, solo es posible comparar con aquel adoptado luego del lanzamiento del satélite ruso Sputnik en 1957. La competencia que disparó la carrera espacial entre la URSS y EEUU fue fuente de numerosos avances tecnológicos que tuvieron un efecto positivo en el desarrollo de la ciencia y tecnología en diversas áreas. En ese sentido, la competencia geopolítica por la vacuna seguramente generará externalidades positivas de similar magnitud en el campo de la ciencia médica.

La velocidad con la que los estados nacionales han impulsado el desarrollo de una vacuna tiene que ver, en principio, con tres objetivos claves: reafirmar su liderazgo científico-tecnológico, reactivar sus propias economías y proyectar su influencia sobre otros países. Diversos expertos en relaciones internacionales y asesores de gobiernos nacionales coinciden en que, además de salvar vidas, esta carrera es una búsqueda de las potencias para aumentar, a través del prestigio, su poder en el escenario geopolítico mundial. Los resultados obtenidos en esta pandemia serán recordados por un largo tiempo.

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En primer lugar, es claro que alcanzar la inmunización colectiva implica obtener una ventaja respecto de la situación mundial. Las vacunas –como medio de inmunización– han tenido un impacto innegable en el desarrollo humano. Desde la reducción mundial de la mortalidad infantil hasta el aumento de la expectativa de vida media, han facilitado el crecimiento de las sociedades modernas. Pero, aún más, ser proveedor de inmunidad es doblemente beneficioso para una nación. La salud pública ha sido indudablemente el foco de numerosas disputas políticas. Un ejemplo claro es el caso de la vacuna contra la polio: la implementación exitosa de la Sabin en Europa del Este durante la Guerra Fría, tomó desprevenidos a los americanos y los dejó en desventaja.

En segundo lugar, las medidas de aislamiento impuestas para limitar el contagio han generado impactos muy desiguales a nivel socioeconómico. Un ejemplo claro es la diferencia en la tasa de informalidad laboral en las regiones. Mercados como el latinoamericano tienen casi un 50% de su fuerza trabajando en sectores informales. Para esos segmentos de la población, la restricción de movilidad es crítica. Otro caso, es el impacto que han tenido las medidas para mitigar la pandemia en el bienestar de las mujeres. Políticas como el cierre de escuelas han implicado mayor abandono escolar femenino y han acentuado las desigualdades de género, profundizando una división desigual del trabajo doméstico entre hombres y mujeres. Estos efectos ralentizan el crecimiento económico de las naciones y acrecientan las brechas entre países en vías de desarrollo y países desarrollados, así como también la brecha de género.

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Finalmente, los grandes poderes han buscado afianzar su diplomacia pública en los países en desarrollo por medio de su oferta de recursos sanitarios. Estados Unidos, China, Reino Unido y Rusia comenzaron a practicar lo que se conoció como la ‘diplomacia de vacunas’. Su contribución a la salud global es vista como una oportunidad para construir su soft-power y, de esta manera, comenzar a llenar el vacío de liderazgo que existe a nivel internacional.

La carrera por la vacuna no es una cuestión meramente de salud pública o política económica. El mundo hoy carece de un liderazgo claro. La crisis sanitaria abrió una ventana clave para llenar espacios de poder que estaban vacíos. Descubrir la vacuna que frenó la pandemia es un título para llevarse a casa. Se trata de terminar la carrera primero, adjudicándose un rol protagónico en la escena internacional. Esa capacidad de liderazgo será reconocida porque mientras todos esperábamos que nos ataque el futuro, nos sorprendió el pasado.