Apareció la vacuna, aparecieron muchas de hecho. Pfizer ya pidió el permiso ante la ANMAT para que ingrese al país, estamos salvados. Bueno, más o menos. Al mismo tiempo, Kristalina Georgieva dijo que el FMI “está desesperado” debido a la situación.
Los niveles de endeudamiento y la velocidad de recuperación hacen pensar en una elevada carga de deuda que vuelve al sistema más frágil. La red de seguridad financiera global se ha expandido en forma desorganizada en los último 10 años, pero lo hizo de manera eficiente. Así y todo, la preocupación persiste.
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Pero el progreso tecnológico es estudiado en economía como un elemento determinante del crecimiento económico. ¿No puede el progreso, que en este caso ni siquiera es destrucción creativa, solo creación, compensar el efecto negativo de las consecuencias de la pandemia?
En primer lugar hay que advertir que las pérdidas de la pandemia fueron a nivel global, las ganancias no quedan claras. Cuando se produce un avance tecnológico la distribución de las ganancias pueden ser globalizadas o no. Por ejemplo, internet implicó un avance tecnológico que repartió beneficios a nivel internacional. Esto es debido a que son bienes que tienen efectos de externalidades de red, es decir, su uso se potencia con la cantidad de personas que lo utilizan. Las vacunas funcionan en la misma dirección, su eficiencia a nivel agregado es más efectivo mientras más gente se vacune.
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Pero de las ganancias en materia estrictamente económicas pueden desembocar en dos situaciones. Por un lado, empeorar la distribución del ingreso debido a que la renta o beneficio extraordinario de fabricar ese producto queda en manos de empresas o puede sociabilizarse mediante menores costos de producción, y menor precio que paga el consumidor. El caso de las terapias antirretrovirales en países de África es un ejemplo de cómo no se coparticipó la ganancia del desarrollo tecnológico.
Los beneficios sociales están claros, la vacuna representa un gran avance. Los económicos son del derrame de no tener que estar confinados. Los beneficios económicos de la producción de las vacunas parece que quedarán en las empresas que logran desarrollar avances. De hecho, con una mirada un poco más amplia, en los países donde se realizan estos progresos.
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La reacción en materia de política internacional también fue importante, el regreso de los preceptos de la corriente realista en materia de relaciones internacionales donde los países se perciben en un medio caótico y deciden la autopreservación. Esto llevó a la no cooperación y el levantamiento de fronteras. Que a su vez implicó menor integración comercial, con consecuencias que van más allá del 2020.
Sin dudas algo sí hemos aprendido y es relevante señalarlo, la respuesta a la pandemia fue la misma que en 1377 en Ragusa se aplicó para contener una epidemia. Un remedio medieval en pleno siglo XXI. A pesar de las advertencias de grupos no muy escuchados, empezará a haber avances y pruebas en el futuro para estar mejor preparados.
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Hasta el momento el miedo era que nos sorprenda el futuro, hace dos años se pensaba en cómo lidiar con los robots, este salto al pasado nos hace pensar que hay cuestiones que aún no están resueltas y que los desafíos hacia delante pueden venir desde cualquier frente. Es un cachetazo a la realidad, en un momento un premio Nobel de economía comentó que el problema de la macroeconomía estaba muerto y que había que pensar en el crecimiento económico, algunos años después se desató la crisis financiera global. En materia sanitaria tampoco nunca estaremos convencidos de que hemos resuelto nuestros problemas.