Siempre es mejor bailar de a dos. En un baile de a dos, el público tiene dificultades para ver quién es el bailarín bueno, y cuál el malo. Los espectadores discuten, destacan pasos y ribetes de uno y otro, contrastando entre sí a los danzantes. Sin embargo, si hay uno solo bailando, ese se lleva todas las miradas, y todas las descalificaciones. A falta de pareja, ese bailarín concentra los flashes, tiene la atención y, por supuesto, los reproches. Cuando se baila solo, la exposición es total y los errores son más evidentes: la audiencia afina su crítica y se pone más exigente.
En la política acontece algo parecido. En “emocracia”, el conflicto político se configura en torno a la definición de identidades afectivas negativas. En efecto, las afinidades partidarias e ideológicas se alinean con otras identificaciones sociales emocionales destacadas, como la religión, gustos estéticos culturales, o aspiración económica. Todo converge en la creación de bloques identitarios totales y homogéneos.
En ese sentido, todo es de índole relacional, nada tiene sentido en sí mismo, sino por sus relaciones de afecto negativo con el otro. Es el proceso que Hegel denominó relación dialéctica, en el cual a la afirmación (tesis), se le opone la negación (antítesis), la cual da lugar a la negación de la negación (síntesis).
La identidad política de Milei surge de la negación de todo aquello que representa el kirchnerismo: el momento negativo en el relato del gobierno.
En ese marco se comprende la estrategia política comunicacional del gobierno: el sostenimiento de la confrontación en una polarización afectiva negativa en el espacio de la discusión pública. Es otras palabras, es mantener vigente esa antítesis -CFK- que ayuda a aunar voluntades en una completa identificación emocional negativa contra ella.
Por ello, el modus operandi de la LLA será sostener su construcción política en la confrontación constante, operada a través del trolling en redes sociales y con un mensaje anclado en el contra-relato: enfatizar la asociación de la figura de CFK con lo peor de la historia reciente de Argentina, sin “alarde” de sus éxitos económicos.
El verdadero adversario es el kirchnerismo: CFK debe mantenerse en la escena pública para poder conformarse así los bloques identitarios antagónicos. Ellos bailan juntos. El PRO y el radicalismo fueron aniquilados definitivamente en las elecciones de CABA.
A razón de ello, el gobierno nacional solo busca consolidar mayorías en las audiencias de plataformas digitales: esa opinión pública que se expresa hostilmente en las redes sociales y tiene su “rebote” en los medios de comunicación convencionales.
Para las elecciones de octubre, a Milei le basta con obtener los diputados nacionales que le permitan mantener vetos sin exponerlo a densas negociaciones con los partidos colaboracionistas. Así gobernó hasta ahora, así lo seguirá haciendo.
En la era de la imagen, lo visual prevalece. En sus últimas alocuciones públicas, la ex presidenta expuso un cambio en materia de conceptos económicos, ideas nuevas como “estado eficiente” e “innovación tecnológica”, bien apuntados por el economista Pablo Gerchunoff en su cuenta de X. Pero eso no alcanza, la imagen condena y hace oídos sordos a palabras nuevas.
Ándate Cristina. Es la retirada estratégica. Mientras tanto, cuando un bailarín queda solo, la pista se le hace más grande, el baile se vuelve monótono y los tropiezos se hacen innegables. La soledad en el escenario es una condena para quien baila solo. Y el público comienza a buscar algo diferente, mejor, en el borde de la pista.